Vera
Al salir de la recámara de Etsian, no podía creer lo que había pasado, el muy atrevido me había besado y no solo eso, estuvimos a punto de tener intimidad, y si no fuera porque tuve un atisbo de lucidez, con gusto lo habría permitido. Él estaba desnudo, algo que yo no había notado en mi enojo al entrar en su recámara, pero sí me di cuenta cuando me arrinconó contra la puerta. Su cuerpo era fuerte y hermoso, tan hermoso como era su rostro. Su mirada oscura, llena de deseo, se había quedado grabada en mi mente.
El beso de Etsian todavía palpitaba en mis labios. No podía dejar de rememorar su sabor, su aroma, la suavidad de su piel… lo hermoso de su cuerpo que exponía dibujos de un hombro al otro, yo no recordaba haberlos visto antes, pero sabía que los tenía, pues se los había realizado al mismo tiempo que mi hermano, y le daban un aspecto en extremo atractivo y salvaje y… sensual...
Completamente agitada, llegué a mi habitación y decidí quedarme allí fingiéndome indispuesta y no quería bajar a la velada ni hablar con nadie, aún faltaban dos días para la ceremonia, por lo que además de esta habría una noche más en la que debería mantenerme en mi cuarto para evitar encontrarme nuevamente con Etsian. Bajaría solo para la coronación y después hablaría con mi tío para que me permitiera quedarme en su casa.
Me lancé sobre la cama suspirando, realmente lo amaba, y sus besos habían despertado todos los sentimientos que yo había mantenido enterrados por mucho tiempo, pero él tenía que sufrir, como me hizo sufrir a mí, no solo durante mi infancia, por su constante rechazo, sino en la adolescencia, cuando se acostaba con cuanta chica se le ofrecía, y yo estaba obligada a verlo con todas sus novias. Hasta que tuve edad de decidir no asistir más a los encuentros cuatrimestrales ni a ningún otro evento en el que Etsian participara. Esto hizo que lo viera muy pocas veces durante nuestra juventud y algunas tantas en lo que llevábamos de adultez, pero siempre había podido mantenerme digna y lejos. Hasta ahora.
Dos toques a la puerta y alguien entró. Era Zenit, mi mejor amiga.
— Vine a ver si estabas bien.
— Estoy bien, solo me duele la cabeza — mentí.
— ¿Entonces no bajarás a la velada? He traído té.
Ella siempre era muy dulce, esto me hizo sonreír.
— Gracias, Zen — dije sentándome y entonces ella hizo una exclamación.
— Te has estado besando con alguien, tienes la boca hinchada.
Zenit rodeó la cama y dejó la bandeja con el tentempié en la mesa, junto a la ventana.
— Ay — me quejé y, volviendo a dejarme caer en la cama, me tapé el rostro con una almohada.
— Dime quién fue — pidió ella con picardía en su voz.
Lancé la almohada y me levanté para ir hasta ella.
— Etsian — confesé al sentarme.
— ¡Al fin!
Hice un gesto de hastío, pues Zenit siempre me impelía a dejar fluir lo que sentía por Etsian, y no podía comprender que para mí era un pesar sentirme tan atraída por alguien que me había hecho la vida imposible en mi infancia y juventud.
— Al fin nada, ya le dije que no se atreviera a volverlo a hacer. Es un descarado — recalqué.
— Entonces te obligó — ella pareció sobresaltarse.
— No exactamente, es que yo fui a su habitación y… — Comencé a decir.
— ¡Fuiste a su habitación! — Exclamó interrumpiendo mi relato.
— Fui porque me enteré de que le pidió a mi padre tres veces que me diera en matrimonio y me enojé — expliqué. — Cuando llegué allí, le di un golpe en la mejilla y entré en su habitación, le grité y le dije que no se atreviera... y bueno, discutimos fuerte y de repente me besó y yo lo mordí hasta sacarle sangre y huí. No volveré a bajar hasta la coronación y luego me iré con mi tío Bury.
Zenit me miraba anonadada, yo podía ver en sus ojos sus pensamientos.
— Di algo, Zen, cuando me miras así me haces sentir como si estuviera loca.
— Estás loca, definitivamente. Vera, si él está loco por ti y tú por él, ¿por qué no lo aceptas?
— Por muchos motivos, primero, no quiero ser reina, segundo, me hizo sufrir toda mi infancia y mi adolescencia, tercero es un engreído que se cree que puede tener todo lo que quiera — pronuncié estas palabras con mucho enojo, sin darme cuenta de que estaba dejando de lado algo importante. — Obviamente, no estoy loca por él.
— Lo estás — afirmó mi amiga mientras servía el té.
— No, y si vas a discutir conmigo, mejor me dejas sola porque me duele la cabeza.
— A mí no me engañas, tu dolor de cabeza es sinónimo de cobardía, no quieres enfrentarlo.
— Basta, Zen.
— Admítelo, tienes miedo.
— Ay, por favor...
— Eres tozuda, Vera. Pero está bien, no discutiré contigo, pero ten en cuenta esto, no puedes huir para siempre.
— No va a perseguirme para siempre — aduje comenzando a beber.
— Lo hará, él está obsesionado contigo.
— ¿Tú crees?
— Es como funcionan los pactos antiguos, una vez que te reencuentras se activa todo lo acumulado en tus relaciones anteriores, es como si estuvieras casada con él. Eso dice mi madre.
— Me parece muy injusto, yo quiero elegir por mí misma.
— Pero debes admitir que Etsian es muy… elegible — ella sonrió de manera cómplice, y no pude más que corresponder a su sonrisa, pues tenía razón, él tenía todo lo que cualquier mujer desearía, era un rey, con excelente reputación, guardaba las tradiciones, y por si fuera poco, era extremadamente… atractivo.