Etsian
Vera hizo su entrada triunfal, tal como lo había prometido, irradiando un resplandor que capturaba las miradas de todos los presentes. Con una sonrisa contagiosa, saludaba a cada persona que se cruzaba en su camino, desbordando alegría y encanto. Para mi asombro, sus pasos la llevaron directamente hacia mí, y antes de que pudiera reaccionar, me encontré recibiendo un beso casto en los labios frente a toda la concurrencia.
Instintivamente, rodeé su cintura con mis brazos, buscando su mirada en un intento de descifrar el verdadero significado detrás de sus acciones. Sin embargo, lo que encontré en sus ojos no coincidía con la sonrisa que adornaba sus labios. A pesar de su apariencia radiante, sus ojos aún destilaban una mezcla de furia y determinación que no podía pasar desapercibida.
— ¿Qué tramas? — Pregunté intentando develar sus intenciones.
— Nada en absoluto, prometido mío — respondió sin dejar de sonreír, bajando la mirada hacia mi ropa, tocándola con delicadeza en un gesto que podría haberme resultado íntimo si no me diera cuenta de que era premeditado.
— Te comportas de manera extraña.
— ¿No era esto lo que querías? — Inquirió azuzándome con su mirada. — Intento hacer lo que se requiere de mí.
Consciente de la presencia de los demás a nuestro alrededor, mantuve mi compostura, tratando de disimular mi turbación ante este inesperado giro de los acontecimientos. En ese momento Anour se acercó y arrebatando a Vera de mis brazos la cubrió con los suyos.
— Verita, qué alegría — dijo, elevándola del suelo.
— No me llames así y bájame, que ya no soy una niña.
— Siempre serás nuestra niña — Acotó Valkan.
— Si tú tienes mi misma edad — se quejó ella cuando su hermano mayor la depositaba en el suelo.
Pronto, los padres de Vera y sus hermanos menores se unieron a nuestro grupo, formando un círculo familiar a nuestro alrededor. En medio de la reunión, Anour tomó el centro del salón, atrayendo todas las miradas hacia él.
— … Hoy quiero hacer un anuncio, para mayor felicidad de mi familia — comenzó a decir con solemnidad. — Aunque sé que para otros será motivo de tristeza — acotó de manera bromista. — Mi hermosa hermana, mañana partirá hacia Annun, en calidad de prometida del rey Etsian.
El sonido de las palmas resonó en el salón mientras Anour expresaba su gratitud por las muestras de cariño y apoyo. Pronto, una corriente de personas se acercó a nosotros, deseándonos bendiciones por nuestra unión. Vera, con su sonrisa cortés, recibía a cada uno de ellos con elegancia, manteniendo una actitud serena y diplomática en todo momento. Yo seguía su ejemplo, respondiendo a los saludos con amabilidad, pero en lo más profundo de mi mente, una pregunta persistía: ¿realmente Vera había aceptado la situación o estaría urdiendo algo en secreto? Sus gestos amables y su sonrisa impecable no lograban disipar por completo mis dudas, dejándome preguntándome qué podía estar tramando en silencio.
***
Vera
A pesar de que deseaba retirarme más temprano, no pude hacerlo tan pronto como hubiera querido. Sin embargo, tampoco me quedé hasta el final de la fiesta. En su lugar, permanecí junto a Etsian, actuando el papel de una novia feliz y cumpliendo con las expectativas que recaían sobre mí. Mi familia entera irradiaba alegría y satisfacción con la situación, y yo entendía perfectamente sus razones. Después de todo, Etsian no solo era el mejor amigo de mi hermano Anour, sino que también era visto por mis padres como otro hijo más.
Una vez en mi habitación, comencé a empacar mis pertenencias, consciente de que si no viajaba a Annun, tendría que mudarme con mis padres. Era una tarea que no podía posponerse. Mientras doblaba cada prenda con cuidado, las lágrimas se deslizaban por mis mejillas. Era el fin de una etapa en mi vida y el comienzo de otra nueva. Debía dejar atrás a la chica despreocupada que disfrutaba de fiesta en fiesta y asumir nuevas responsabilidades, incluida la de ser la reina de Annun.
Con cada objeto que guardaba en una caja, sentía cómo se despedía un pedazo de mi antigua vida. Aceptar mi papel como reina significaba dejar atrás la juventud y la libertad de decisiones impulsivas. Ahora, me enfrentaba a la realidad de que mi destino estaba ligado a responsabilidades mayores, a tomar decisiones que afectarían a todo un reino.
A este ritmo, me di cuenta de que el momento de celebrar el pacto estaba cada vez más cerca, y posponerlo sería una tarea casi imposible. La presión del tiempo se cernía sobre mí, recordándome que no podía escapar de mi destino, por más que deseara prolongar este momento de transición.
— ¿Estás bien, cariño? — Era la voz de mi madre que ingresaba en mi recámara.
— ¿Acaso no interpreté bien mi papel? — Respondí compungida.
— Con excelencia, pero soy tu madre, no puedes engañarme a mí — comentó acercándose a abrazarme. — A tu padre, mucho menos, estaba muy preocupado cuando saliste del salón.
— Pero me obligará a cumplir de todos modos — me quejé sin contener mis lágrimas.
— Ha hablado con Etsian para que te dé tiempo.
— ¿En verdad?
— Por supuesto.
— Pero estaré lejos y… no te tendré para que me aconsejes.
— Estaremos allí para el pacto, hija. Además, allá estarán Médora y Marlene, y también Ingram.
— Él es más accesible que papá, pero…
— ...Pero no te dirá directamente que te estás equivocando, como lo haría tu padre.
— Pues… sí. Aunque eso suene a que me gusta sufrir.