POV MIA
Llego corriendo a una especie de avenida, mi cabello despeinado, mi respiración agitada, mi frente empapada de sudor.
Esto no puede ser cierto, ella no puede volver a aparecer, no otra vez. Ya me hizo daño una vez no quiero que me vuelva a dañar, ya no quiero sufrir más.
Cuando ella me dejo la pase mal, estuve sola y me dolía pensar que mi madre no volvería por mí, pero aun así la espere, al espere hasta el punto de no dormir por las noches.
El frio era terrible y yo solo quería que mi madre me abrazara, pero ella no estaba ahí para mí. Ahora quiere aparecer como si nada diciendo que me busco, que me extraña. No le creo, no creo nada de lo que su bica dice. Ella solo trae maldición consigo misma, yo estoy muy bien así sola, estuve muchos años sin ella y ahora no la necesito, no necesito a una señora que me bota y luego regresa como si no hubiera pasado anda.
Intento tranquilizarme, pero se me es casi imposible.
Unos, dos, tres y respira. Uno, dos, tres y respira. Me repito a mí misma tratando de regularizar mi respiración.
Las imágenes de ese día solo me producen nauseas, mareos y no puedo tranquilizarme.
¡MALDITA SEA!
Me paro y me agarro de mis rodillas, siento las piernas débiles, cansadas y sobre todo me arden de tanto correr.
Ella miente, ella miente y no es verdad que me estuvo buscando, ella miente. Me repito una y otra vez.
—¿Estas bien niña? —me pregunta una anciana de cabello pintado
—Si.
Comienzo a tomar bocanadas de aire para que mis pulmones aspiren lo máximo posible.
—Tranquila, hazlo despacio —me dice la anciana y hago lo que ella me dice.
Respiro lentamente y siento como me voy tranquilizando.
—¿Ya te encuentras mejor? —pregunta ella y asiento
—Gracias.
La anciana me queda mirando y sus ojos me observan con ternura.
—Te pareces tanto a ella, ¿puedo abrazarte? —me dice y asiento
Dejo que ella me abrace y dejo que mis emociones hablan por si solas. Las lagrimas caen por mis mejillas y la anciana solo me abraza en silencio.
—Ya paso todo pequeña, tranquila —me dice ella mientras peina mi cabello lentamente.
Quisera gritar todo lo contenido en mi pecho, pero me niego a ser como ella, me niego a decir palabras que después me puedo arrepentir, no soy como ella, no soy asi de cruel.
—Mami te extrañe mucho —le digo y aprieto su mano.
Ella la saca bruscamente y me mira enojada.
—Por tu culpa me dejo, por tu maldita culpa se fue —me grita y no entiendo por qué.
La miro triste y salgo de su habitación.
Pasan varias horas y mi mami se levanta de la cama.
—Te quiero mami
—Yo no. Te odio Mia, te odio —me dice y siento mis ojitos picar por las lágrimas.
Quisiera decir que esa fue la primera vez, pero estaría siento una vil mentirosa.
—Mamita tengo hambre —le digo y ella me mira con rabia
—Cállate Mia, estoy harta de ti. No entiendes que por tu culpa me dejo tu padre, me dejo por que tú naciste —me dice y sale de la casa
Pero no fueron dos, tres ni cuatro veces las que me saco en cara que mi padre se largo por mi culpa, ella me lo repitió todos los días siguiente. A veces eran solo insultos ofensivos, pero otras veces ella llegaba como inconsciente y me golpeaba mientras lloraba.
—Por tu maldita culpa me dejo, me dejo por tu maldita culpa —me dice y golpea mi rostro haciéndome chillar
—Ya no mas mamita, te prometo que no pediré comida —lloro desesperada
—Te odio Mia, te odio.
Ella sale de la casa y me deja nuevamente sin comer.
Mi madre dejo de ser la misma esa misma tarde que mi padre se fue, mi madre se fue con él y solo se dejo un caparazón frio y siniestro a mi cuidado. A veces pensé que mi madre iba a cambiar, pero no lo hizo y el darme cuenta me dolió.
Los años a su lado solo me hicieron dar cuenta que mi madre murió junto a esa esperanza que tenia yo por que cambie. Mi madre no volvió a ser la misma, las drogas y el alcohol se volvieron las cosas principales para ella y yo solo era un estorbo que tenía que mantener.
—Ya paso pequeña, ya paso —me dice la anciana y me separo de ella para limpiarme las lagrimas
—Yo…yo lo siento —me disculpo
—Tranquila. Te pareces mucho a mi hija, ella tendría ahora 25 años, pero por culpa de un conductor ebrio mi hija ya no puede contar su historia —me dice la anciana y parece algo triste
—Lo siento.
Ella me limpia las lagrimas que me quedan y me da un pedazo de papel para luego irse por donde la vi llegar.
Tomo mi autobús y al darme cuenta del papel que tengo en la mano una pequeña sonrisa sale de mi boca.
«Ni la oscuridad podrá apagarte pequeña, brilla y se feliz»
Brilla y se feliz. Eso es tan fácil de decir, pero no se si seré capaz de cumplirlo.
Puede que el ver nuevamente a mi progenitora me haya afectado mas de lo que esperaba, solo que no pensé verla ni hoy ni nunca.
Se que no debería odiarla porque al fin de cuentas todos somos seres humanos y nos equivocamos, pero no puedo aceptar que quiera recuperarme después de todos los años que me dejo sola. 5 años que estuve sola y ahora quiere venir a ser la madre que no fue. No le creo.
El autobús me deja en la calle correcta y al llegar al refugio veo a otra persona que no quiero ver.
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Editado: 01.04.2023