Destino o Muerte.

Capítulo 11.

Apenas vi el auto acercándose sentí una indescriptible emoción.

Como si estuviera por ver a mi novio, al que no lo hubiese visto desde hace mucho.

A veces resultaba hasta gracioso como ella y yo nos tratábamos, nos dábamos más importancia una a la otra que al novio. Bueno, yo nunca había tenido novio pero ella si, y de todos modos a veces prefería pasar tiempo conmigo que con el novio suyo. Nuestra amistad a veces era hasta tóxica, pero yo adoraba a mi mejor amiga.

Cuando el auto estacionó frente a mi, rápidamente el mastodonte que conducía bajó y abrió la puerta del asiento trasero para que Made pudiera bajar.

Cuando ella rodeó el auto el hombre subió de nuevo y llevó el coche al patio trasero. Made se quedó de pie frente a mi, observando boquiabierta sobre mi cabeza.

—Que ca ra jos.

Sonreí un poco y sólo esperé a que ella terminara de observar la mansión como si estuviera viendo una nave espacial con marcianos a su alrededor. Literal lo miraba como si nunca en su vida había visto una mansión.

Bueno cuando llegué también me asombré, pero no tanto.

Cuando por fin bajó la mirada hacia mí rápidamente me abrazó con fuerza.

—¡Te extrañé mucho!—me zarandeó—¡Siento que han pasado años desde la última vez que nos vimos!

—Yo también te extrañé—sonreí en su hombro.

—Pero bueno—se apartó bruscamente—. Necesito una explicación lógica a todo esto. Y una todavía más lógica para hacerme entender por qué demonios un hombre que parece sacado de men in Black fue a buscarme. Gracias al cielo mamá no estaba afuera porque no me hubiese dejado venir si lo veía—dramatizó—. Cuando venía sentía que me estaban trasladando a la corporación Umbrella o algo. En serio, casi salté del auto cuando vi que nos alejamos de la ciudad.

Reí y negué con la cabeza antes de invitarla a pasar. Ella quedó todavía más asombrada cuando vió el interior de la casa. Y fue peor cuando vio a los hombres, más que asombrada, se quedó perpleja.

No sé en qué momento algunos se reunieron en la sala. Los que alcanzaron a sentarse estaban en los sofá, unos pocos estaban sentados en el piso. Pero en total, habían como 20.

Voltearon levemente hacia nosotras y a mi no me sorprendió, pero Made tomó mi brazo y hundió sus uñas por mi piel.

—Este es el bendito paraíso de los hombres guapos—dijo.

Reí por lo bajo y ellos volvieron a lo suyo. Al parecer veían una película, pero no reconocí cuál era.

Subimos las escaleras y cuando llegamos al segundo piso escuché algunos sonidos provinientes de las habitaciones pero no logré distinguir que eran realmente. Como nadie estaba en los pasillos subimos rápidamente al tercer piso, y nos dirigimos directamente a mi habitación.

Justo cuando abrí la puerta para entrar, la puerta de la habitación de Blake se abrió y él salió, vestido con una camisa negra y un pantalón de vestir del mismo color. Iba bastante arreglado y su perfume inundó mis fosas nasales. Tenía un exquisito aroma.

Miró con curiosidad a Made pero no le prestó mucha atención. Sus ojos cayeron en mí apenas 5 segundos y luego, con una leve reverencia, se alejó.

Ingresamos a la habitación y me senté en la cama mientras Made curioseaba con la mirada y se asombraba con todo lo que veía.

—¿Esto es como un prostíbulo de hombres?—preguntó cuando fijó su mirada en mi.

—¿Qué?—pregunté divertida.

—Por ese que vimos en el pasillo vendería hasta mi riñón para pagar sus servicios.

Solté una carcajada.

—Dices puras babosadas.

Ella parpadeo seguidamente, como intentando espabilar, y luego se sentó a mí lado en la cama.

—Y bien, te escucho.

Comencé a contarle todo, con pelo de detalles cada cosa que había sucedido desde el lunes en la noche. Le hablé sobre Dietrich, sobre lo que me había contado. Le expliqué sobre los strangers, bueno, lo poco que sabía. En síntesis, le había dicho todo, absolutamente todo lo que había vivido estos días.

Ella se quedó mirándome con la boca entreabierta, sus ojos se habían abierto de par en par y tenía una clara expresión de confusión.

—Todo esto es una locura—susurró.

Asentí. Yo había dicho lo mismo. Bueno, hasta ahora pensaba igual.

—Entonces... ¿No regresarás a tu casa?

—No—respondí con pesar.

—Y ahora eres dueña de todo esto.

—Según Dietrich, sí. Pero mientras sea menor de edad no puedo hacerme cargo de nada. Lo único que puedo hacer es entrenar y prepararme.

—¿El tipo que vimos en el pasillo era Blake?

Asentí.

—Yo por él me aprendo todo el catálogo de ejercicios físicos.

—Está muy guapo—admití—. Pero él a mi me ve como una chiquilla así que ni aunque me aprenda el catálogo de ejercicios para él, no dejará de verme de esa forma.

—Por cierto, se lo veía muy serio—frunció los labios—. ¿Todos son así?

—Pues hasta hoy al medio día pensé que sí, pero unas horas antes de que vinieras apareció otro tipo que según me contó, había estado de viaje. Me dijo que se llamaba Apolo y que estaba a mi servicio—imité el gesto con que había dicho eso y reí.

—¿Se llama Apolo?

—Bueno, en realidad se llama Henry, pero tiene como apodo Apolo. Al parecer aquí se llaman por sus apodos.

—¿Y qué tiene que ver Henry con Apolo? No combina.

—No tengo idea—me encogi de hombros—. Seguro ese fue el nombre que le gustó como apodo.

—¿Al menos es guapo?—alzó una ceja—Para tener ese nombre obligatoriamente tiene que ser guapo.

—Sí—asentí—. Y tiene pecas y lunares por el rostro.

—¡Yo me vengo a vivir aquí!—exclamó fascinada y un tanto pícara.

A ella le fascinaban los lunares en los hombres. De hecho, a veces llegaba a parecer una acosadora cumplusiva cuando veía a un chico que tuviera lunares o pecas. Se ponía a contar como podía los lunares.

—Ojalá pudieras venir a vivir—suspiré.



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En el texto hay: armas, amor, mafia romance y misterio

Editado: 24.06.2020

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