— Ileana — escuche decir al presentador.
Mire a mi hermano quien se veía desinteresado, pero sé que dentro sí mismo lo invade el miedo, lo conozco y se cuándo trata de oculta sus temores, en su rostro no demuestra facción que lo delate. Lo abrazo rodeando su cuello con mis cortos brazos — te espero fuera — le digo con una voz suave tratando de tranquilizarlo, solo me sonríe y asiente.
Ya en el escenario veo directo a los ojos al presentador, con una sonrisa en su rostro me pide tomar mi número. Al sacar mi boleto me vuelvo y se lo entrego, siento cuarenta y siete es. Tomó mi mochila, la siento algo pesada tanto que me la tengo que poner en los hombros. Dentro algo lástima mi espalda así que me detengo para acomodar aquel objeto que se encuentra en el interior. Al salir examinó por última vez el panorama, la sala está cada vez más vacía, veo a mi hermano a lo lejos en la mesa con su cabeza sobre sus manos. Está ansioso, no quiere quedarse solo a pesar de que no diga nada y su rostro no tenga expresión, pero mueve lentamente su cabeza como esperando que termine el sorteo, eso significa que esta aterrado. Aunque es una persona que se ve muy fuerte por su gran altura y corpulencia, es aún el niño al que debo cuidar.
Salgo al pasillo, parece un desierto, lo cual me deja en duda, un tal Oscar salió antes, hace unos cinco minutos, no creo que se haya ido tan rápido. Analizó el lugar y veo una flecha en el piso que apunta a la pared, en ella una lista con varios nombres, sin darle importancia a los nombres voy a mi número y escribo el mío, me regreso a la puerta y espero. Mientras el tiempo avanza pienso en todo lo que ha ocurrido desde que llegue, como fue que mis padres nos mandaron a Fernando, mi hermano, y a mí. Me siento triste pues ellos no tenían otra opción, y en cierto modo estoy feliz de no estar sola, mi hermano siempre me ha dado seguridad, a su lado siento que nadie me hará nada, su metro ochenta y dos, su rostro sin facciones, su gran cuerpo, los brazos y manos enormes, y por si fuera poco su increíble fuerza lo hacen ser alguien de temer. Es una persona muy dura en cuanto a carácter, todo lo contrario, a mí, baja estatura, mis manos pequeñas y cuerpo esbelto me hacen un ratón junto a él.
Recuerdo el día que llego la carta a casa, el rostro de mi papá al leerla en voz alta, mi madre se negó a penas escucho el motivo, por un momento sonó como una buena idea el escaparnos dejando todas nuestras pertenencias y huyendo al bosque. Rehacer una vida escondidos y protegiéndonos entre nosotros, pero es inevitable escaparse del rey, tendrían ya guardias custodiando toda la zona para evitar que saliéramos. Y aunque hubiéramos escapado a otra provincia y rehacer nuestra vida sin levantar sospechas, Agustín el rey jamás nos habría perdonado, solo la ayuda que le dio a mi padre en su enfermedad nos costó la libertad, no me imagino que sería capaz de hacer si nos encontrara en otra región después de huir a su llamado. Muerte o quizá algo peor.
La visita con el rey Agustín fue aterradora, cuando explicó lo que haremos aquí sentí que preferiría morir antes de tener que pasar por esto. No soy guerrera, no tengo habilidades ni si quiera se pelear, esto es un error, pero prefiero estar aquí dentro de este circo sin sentido que hacer un mal a mi familia, mi padre no puede soportar más el peso de la responsabilidad. Amo a mi familia, mi padre el hombre más honesto que puedo conocer, mi madre firme y estricta pero siempre ha estado ahí apoyándome, a su manera, y mi hermano menor, tan inocente y alegre. Los extraño demasiado, aquellas tardes en la cena mientras platicábamos nuestros días, mi padre tratando de alegrar la situación con su optimismo, los consejos de mi madre y los juegos de mis hermanos. Noches como esa hacen que valga la pena el estar aquí. Quizá no vuelva en mucho tiempo, pero ellos tienen la paz y eso me trae paz.
Me sorprendió que Fernando viniera conmigo, siempre está pegado a la computadora y parece no importarle los problemas de la casa, cuando lo escuche decir — Yo también soy positivo, también voy con ella — en mi sentí la calma, soy la mayor, pero soy la más pequeña físicamente, esto sin él sería una pesadilla. Mi familia es libre eso me alegra, se les otorgó la libertad ya que Fernando vino como voluntario, un gesto muy amable, ellos van a poder ser felices mientras Fernando y yo posiblemente no regresemos a verlos.
Llevo casi media hora parada esperando y nadie ha salido, me acerco a la puerta con mi oído para escuchar que ocurre del otro lado, un silencio, simplemente escases de sonido desesperante. De pronto siento como por mi cuerpo corre un frío desde la punta del pie hasta la cabeza, como si algo hubiera sucedido en lo que esperaba y no me habría dado cuenta, poco a poco siento como la desesperación invade mi cuerpo. Trato de abrir la puerta, la perilla no gira, está cerrada ¿Qué voy a hacer? Pienso. Veo hacia el pasillo, llevo medía hora aquí y no ha pasado nadie, me he perdido en mi mente y no me di cuenta de eso. No hay más personas en este lugar, observo con atención tratando de encontrar una respuesta razonable. Las personas no pueden desaparecer. Los mencionados en el sorteo tenían un intervalo de tiempo de unos tres minutos aproximadamente. En el tiempo que estuve esperando debió salir al menos alguien. Trato de relajarme, no quiero un ataque de pánico.
Dejo caer mi mochila en el frío piso y me siento a seguir esperando, los minutos transcurren demasiado lento, el silencio es abrumador. Cierro los ojos y pienso en mí, en como podré enfrentar esto, no es cualquier cosa puedo morir con facilidad, no soy una persona que pueda resistir en un lugar hostil. Recuesto mi cabeza en la pared, paso más de una hora y nadie ha salido, esto es muy extraño, siento que soy la única persona en este lugar. Volteo a la lista la cual parece haberse desvanecido. El sueño empieza a invadirme, pestañeo más de una vez, parece que fue programado con anterioridad porque bostezo cada cinco minutos. Siento la pesadez en mis parpados y aunque lucho se cierran con mayor facilidad a cada segundo que transcurre. Debo esperar a mi hermano. Cierro los ojos, los abro lentamente observando el fondo oscuro del vagón, los vuelvo a cerrar, unos segundos más, repito la acción observando el fondo que se vuelve borroso, los cierro una vez más y sin darme cuenta me pierdo en mi sueño un momento.
Editado: 23.04.2020