Acomodó la chaqueta, observando su silueta delgada y firme ante el espejo de cuerpo completo. La ropa era justamente cómo le gustaba, acoplada a su cuerpo de una manera sencilla, lo suficiente como para permitir los bruscos y suaves movimientos sin ser quebrada. Con una mirada de aprobación, se giró y observó al joven delante suyo.
—¿Estás listo, Hyeong?— preguntó este, acomodándose un mechón de cabello sobre su frente. El pelirrojo lo miró y asintió de inmediato. Salieron al escenario, mientras iniciaba la melodía. Sus pasos eran firmes, presurosos y en ocasiones lentos. Dando una armonía perfecta al ritmo. Las personas movían su cuerpo, dejándose llevar por el espectáculo y vitoreaban a su alrededor.
El pelirrojo, mientras su cuerpo se movía calculadamente, inició la inspección del lugar para encontrarse con la persona que buscaba. Ese desgraciado le pagaría con creces la herida que le había hecho meses atrás. Y no le importaba que fuera una confusión, le daría una paliza por ser tan despistado.
Observaba cada tanto al joven de unos veintitrés años, que vigilaba el lugar minuciosamente. Su boca saboreaba el sabor del alcohol y sus ojos se paseaban por el local. Al parecer estaba en su trabajo.
El bailarín se detuvo cuando por fin la música paró, emitió una reverencia y salió con sus demás compañeros.
En el camerino, se cambió la vestimenta y salió del lugar, esperando no perder de vista a aquel muchacho. Caminó entre las personas con prisa y subió las escaleras del club hasta la zona menos molesta, donde se encontraba el de cabello negro. Se acercó a él, tocó su hombro y cuando este se volteó, llevado por la fuerza de sus impulsos, le plantó un puñetazo en la comisura de los labios.
El pelirrojo conocía quien era ese. Hijo de un funcionario corrupto que se la pasaba haciendo y deshaciendo en toda Daegu. No entendía que hacía el muchacho en aquel territorio, y con más razón podía iniciar una pelea sin problemas. Ese era territorio de los Park y él debía defenderlo de cualquier intruso.
El pelinegro se tocó el labio sangrante y lo miró con el ceño fruncido. Que rayos le sucedía a ese sujeto? El muchacho de cabello rojo alzó las cejas y volvió a atacar con otro golpe, haciendo que el más pequeño se defendiera y correspondiera de la misma manera.
Los dos jóvenes iniciaron el enfrentamiento con puños y patadas, haciendo un alboroto interminable, rompiendo las botellas y copas sobre las mesas y desbaratando todo a su paso. Al final quedaron tendidos en el suelo de la calle por causa de los guardias del club.
El pelinegro, enojado, se incorporó del suelo y se plantó frente al pelirrojo. Le tomó de la camisa para levantarlo. Había perdido de vista a la persona que buscaba por mandato de su padre. El otro se zafó con un ademán y lo encaró con los labios apretados, que le hacían ver unos pequeños hoyuelos cerca de las comisuras.
—¡¿Oye, que te pasa?!— le grito el pelinegro con furia.
—¿Es que no me reconoces, imbecil?— le respondió el pelirrojo indignado. —Casi quedó inválido por tu culpa!
El pelinegro abrió los ojos como platos, recordando la escena en la que una bala había impactado sin percatarse de ello en un enfrentamiento con el Clan Wang, que lideraban uno de los barrios de Daegu. El enfrentamiento fue violento y algunos de sus compañeros, los que su padre había puesto en sus manos, estaban con heridas de gravedad. Un joven de cabello del mismo todo que quien estaba frente a él había recibido una bala en la pierna.
—Ho Seok...— susurró. Ese muchacho era parte del Clan Park que pertenecía a Busan. Estaba de lado de los Wang y en contra del dominio de los funcionarios. Lo vio en diversas ocasiones cuando se enfrentaba a ellos.
—Ya veo que me recuerdas, Min Yoon Gi— respondió. Se sacudió la ropa empolvada y acomodando su gorra, estaba dispuesto a irse.
—Y te vas a ir sin más?— inquirió el pelinegro con disgusto. Según sus clanes debían ser enemigos, pero en su punto de vista, a causa de sus errores necesitaba darle una disculpa al menos. Él no era de muy hacer esas cosas, pero Nam Joon le había enseñado demasiado, al igual que lo hacía Ha Na. Quería ser una persona digna de los que amaba, a pesar de ser un asesino y estar destruido por las acciones de su propio padre. Y aparte de eso, ya había perdido a la persona que buscaba y cuando volviera a su padre, sabía a lo que se enfrentaría. Ho Seok se volvió dubitativo. —Te invitó un trago y bulgogi como disculpa.
El pelirrojo lo observó sin entender. Se suponía que ambos eran enemigos al ser parte de bandas diferentes, a menos que el mayor estuviese tramando algo en su contra. Al igual que su cultura no les permitía confiar del todo en las personas desconocidas; Sin embargo, tendía demasiada hambre para negarse a un buen plato de comida. Necesitaba recuperar las fuerzas que perdió en la pelea y su contrincante lo pagaría, así que no importaba. A parte de que su lado compasivo no estaba del todo satisfecho con dejar al pobre Yoon Gi todo golpeado.