Era un milagro del cielo que estuviese vivo. Porque realmente creía ver su propia tumba ante sus pies en el momento en que los hombres de Seok Jin empezaron a perseguirlo. Había corrido kilómetros, esquivado
cubos de basura, golpeado unas cuantas personas por accidente y también recibido balazos como gotas de lluvia. Solo la idea de colarse por los techos había sido su salvación.
Ya no tenía practica en ello, pero alguna vez le gustó hacer acrobacias, y saltar los edificios. Era una habilidad, a parte de bastante divertida, necesitaba de equilibrio corporal y flexibilidad. Cosa que no le faltaba por causa del baile, y el exceso de ejercicio.
Sonrió para sus adentros, recordando.
Esos años que había compartido de pequeño en el instituto de baile le habían permitido conocer muchas personas, desarrollarse en el área social y física. Un tiempo valioso que aprovechó al máximo. Aunque a veces el recuerdo de ese pasado también le dolía, pues no quería resignarse y dejar todo atrás.
Estiró las mangas de la camisa de seda con movimientos cortos. Era el momento de salir. Todo estaba absolutamente como había planeado. No era tan bueno con esas armas, pero llevaba una navaja en el tobillo por si se presentaba la oportunidad de usarla y bajo la camisa, un pequeño revólver.
Asintió al pianista y los músicos, que iniciaron las notas de una danza suave y delicada. El grupo en donde se encontraba empezó a moverse uniforme, realizando los pasos de la coreografía. Él analizaba el lugar con ojos críticos, necesitaba encontrar a ese asesino. Necesitaba una señal que le dijera quien era.
Es tan sigilosa que no puedes percibir cuando se acerca. Así que, ten cuidado.
Las palabras en su mente le recodaron que era una mujer. Las chicas que bailaban se lanzaron hacia los varones con suaves saltos. Sus pies en punta y sus manos hábiles hacían ver todo perfecto.
Llegó entonces la parte que esperaba. Las mujeres se intercambiaron, quedando Ho Seok con una esbelta chica con el rostro cubierto por un antifaz. Frunció las cejas. Ninguna de las demás tenía uno, ¿por qué ella si?
—¿Me buscabas?— susurró la mujer en su oído. dándole un escalofrío que le recorrió entero. Era ella, era a quien buscaba y lo encontró. Pero, ¿como?
Ho Seok la miró, aún con las cejas unidas por la impresión y antes de que la mujer hiciera ademán de separarse, la sostuvo firme por la caderas.
La alzó en sus brazos y está le rodeó la cintura con las piernas. La observó extrañado y a la vez seducido por sus hábiles movimientos.
—Jung Ho Seok. Sabes que no vas a lograr lo que quieres. Se muchos puntos débiles en los que te puedo dejar inmóvil.— soltó con una risa coqueta. Pasó entonces una larga uña por su cuello, dejando un rasguño que le ardió y dejó un hilo de sangre. —Creo que lo peor que han podido pedirte tus jefes ha sido capturarme.— la mujer se estiró hacia atrás. En una voltereta, sacó la navaja de la pierna del pelirrojo y lo apuntó con ella.
El pelirrojo estaba anonadado, rendido y no entendía por qué. El aura de esa chica lo estaba envolviendo como capullo. Era débilmente atrapado por su seductora mirada y movimientos sugerentes. Solo escuchaba a su alrededor como todos detenían sus pasos para enfocarse en esa persona ante el.
La enmascarada dió un giro, empuñando la daga y clavó en uno de los bailarines que se acercaba a ellos con una pistola en manos. La música no se detuvo, mientras la chica y Ho Seok iniciaban un ataque. Su cuerpo se movía inútil, mientras la mujer lanzaba cuchillazos y patadas al aire que el pelirrojo esquivaba.
La mujer entonces lo pateó, cayendo él en medio de la pista libre. La mujer se acercó a él con ojos gatunos y brillantes. Dejó la daga a un costado de la cara del chico, que respiraba agitado.
Colocó su cara a unos centímetros y le plantó un beso en los finos labios, pasando su lengua luego. El pelirojo se estremeció ante el acto, pero no quería sentirlo. Estaba negado a recibir la seducción de esa mujer, aunque su cuerpo pidiera lo contrario.
—No vuelvas a acercarte a mi o terminarás mal. Y se que no quieres eso, yo tampoco lo querría viéndote.— expresó la mujer, pasando la mano libre por su torso. ¿Cómo lo que estaba ocurriendo le empezaba a gustar? No podía, no debía. Era insólito sobre manera. La mujer soltó una sonrisa cargada de burla y sensualidad. De labios rojos, que Ho Seok no dejó de contemplar encimismado.
Labios rojos.
***
Dos misiones inconclusas esa era la descripción actual de su estado. El teléfono sonaba en la habitación con las voces de los lideres del Clan Park diciéndole barbaridades por no cumplir con lo previsto. Querían a esa asesina en su poder, pero es que... Cómo alguien se imaginaria que la susodicha tendría el encanto de apoderarse del los sentidos de cualquiera? Eso le recordaba inevitablemente a Dae Hye. Que estaba haciendo lo mismo con él.