Rascó su nuca con pereza, soltando un ruidoso bostezo. Su energía estaba al máximo y sentía que podría comerse una morsa. Se incorporó del lugar donde se quedó dormido, tomó el teléfono en sus manos y vio la hora. Había dormido como doce horas. Eso era un récord para su extrovertido cuerpo.
El sonido de la puerta siendo tocada lo despistó y se incorporó para abrir.
—¿Porque no contestas el teléfono? Me tenías preocupado.— expresó un Nam Joon con las cejas estrujadas y una bolsa de comida en su mano. Parecía como que su amigo tenía una especie de poder psíquico que le dejaba ver lo que su mente ocupaba. Ho Seok le sonrió torpe y rodeó los hombros del más alto. Lo introdujo al departamento, cerrando la puerta a sus espaldas con el pie.
—Estuve dormido todo este tiempo. Llegue demasiado cansado. Las cosas no están saliendo de la mejor manera.— contestó, acariciando su cabello rojo y pasando la misma mano por su rostro, que posiblemente estaba hinchado.
—¿Que sucede? ¿No has podido encontrarla?— Nam Joon se soltó del agarre de su amigo suavemente para colocar lo que compró sobre la meseta de la cocina y sacar todo. Ese idiota de Ho Seok a veces le irritaba. ¿Cómo se atrevía a preocuparlo de esa manera?
La vida de sus dos amigos era terriblemente una mierda y él estaba en medio como un salvavidas al cual acudir. Lo odiaba de verdad. Anhelaba con todas sus fuerzas que todo entre ellos dos terminara, que fueran felices por una vez en sus vidas y ese pasado que los perseguía fuera destruido.
Se sentía como un padre con sus hijos a su lado, a pesar de que ambos eran mayores que él. Solo quería que todo estuviese bien. Quería lo mejor para ellos; y si él podía influenciar en ello, lo haría.
—Ash, eso es otro tema. Key me tiene entre la espada y la pared. A veces creo que solo quiere aprovecharse de mi, pero te contaré sobre eso después.— indicó el mayor, viendo cómo el moreno abría el empaque para preparar un jangjamyon. —Hoy atacaron a Park en plena reunión de los Clanes. No se si todo esto es un complot del gobierno o que, pero el hombre está entre la vida y la muerte.— dijo, apoyando su mejilla en su puño.
—¿Y que sucede si ese hombre muere?— preguntó un interesado Nam Joon, agregando la salsa a los fideos.
—Todo se irá abajo. Las alianzas se destruirán y posiblemente el gobierno logre lo que quiere.
—¿Yoon Gi sabe esto?— el moreno extendió el tazón a su amigo junto a los palillos.
—No lo dudo. Su padre es gobernador y seguro debió acatar el mandato desde arriba, aunque no lo vi. Estaba demasiado preocupado por salvar a Park.— sorbió los fideos con deleite. Era uno de sus platillos favoritos.
Nam Joon se relamió los labios. Yoon Gi y Ho Seok era una combinación extraña. Recordaba el momento en que el mayor le contó con lujos y detalles cómo se habían conocido. Una amistad no podía surgir de esa manera, pero así fue, porque ellos no eran para nada convencionales. No eran comunes.
Era ilógico que dos personas enemigas compartieran lazos, pero en realidad el que los influenció había sido él. Porque, ¡vamos! Compartía la misma amistad con uno y otro. No podía abandonar a ninguno. Al igual que Yoon Gi, Ho Seok se había soportado en él después de la pérdida de su madre. Habían sido inseparables en su niñez; hasta que por cosas del destino, tuvo que volver a Daegu, encontrándose con ese tierno chico de cabello azabache que tocaba él piano y que ahora estaba sumido en una doble vida.
Creía ser un iman para las tragedias, porque ambos amigos estaban marcados por algún suceso doloroso. Desde el momento en que los vio quizo ser siempre eso. Un apoyo, un hermano para ellos y juró jamás separarse.
¿Quien diría que un chico como él estaría en esa situación? Con dos amigos metidos en ese terreno tan peligroso. Uno hijo de un funcionario corrupto y otro parte de una banda.
—¿Qué tienes en el hombro?— señaló el menor con los ojos puestos en aquel lugar. Una herida, por donde empezaba a brotar sangre.
—¡Rayos!— mumuro, el pelirrojo con la boca llena, quejándose de la mancha que empezaba a marcar el jersey. Se lo quitó y condujo al baño para limpiar la cortadura y colocarse el vendaje como le mandó el médico, cuando había pasado por el hospital. Volvió hasta su amigo y le brindó una sonrisa tranquila. —No te preocupes. Tengo algunos puntos, pero aveces si me muevo empieza a sangrar.
—Ten cuidado entonces, Hyeong.
—Lo haré, pero a veces es imposible.— el moreno dejó el recipiente vacío sobre la mesa, satisfecho, y continuó con la vista en su amigo. Enfocó sus ojos, encontrando en su cuello un moretón y una marca de cortadura.
—¿Estuviste con esa chica?— preguntó Nam Joon divertido, yendo a la cocina para tomar un vaso con agua.
—¿De que hablas?— cuestionó el mayor dirigiéndose al lugar igual y dejando su tazón en el fregadero con las cejas unidas.