La miró serio dándose cuenta de tantas cosas. Esa era la razón por la que siempre tenía algo por hacer. Lo que veía ante sus ojos respondía a todo. Tantas veces que dijo que debía irse era para cumplir con su trabajo. Era sólo una excusa para ocultarle la realidad. Ella era la Assasin y ahora no sabía que pensar o que decir.
Miró a la chica en la cama y acarició una de sus mejillas, entristecido ¿Que podía hacer ahora? Sentía una dolorosa opresión en su pecho, recordando las palabras de Nam Joon. Se había arriesgado, había apoyado solo a sus sentimientos y no a la lógica. Ahora estaba en un encierro. Esa mujer parecía haberlo engañado de la peor manera en la que cualquiera podría hacerlo. Era un iluso de primera.
Las pestañas de la chica aletearon sobre sus mejillas, abriéndose luego para encontrar la mirada dolida del pelirojo, que había separado sus manos de ella ese preciso momento. Lo observaba con una nota de confusión y luego se incorporó. Dae Hye empezó a sentir que su corazón latía a toda velocidad en su pecho y llevó sus dedos directo a su rostro para comprobar que todo estuviese bien. Sin embargo, no los estaba. El antifaz no se encontraba allí y sus ojos se quedaron fijos en Ho Seok. Su cabeza emitió otra punzada dolorosa, y empezó a pedirle que se fuera de allí o mataría al que recién había descubierto su identidad.
Los labios de Ho Seok se apretaron observando a la chica que le gustaba tener una especie de batalla interna.
—Dae Hye...— empezó a decir. Quería hablarle, quería preguntarle sobre las dudas que estaban empezado a surgir en su cabeza, pero está lo ignoro y trató de salir de la habitación. —Espera, tenemos que hablar. Tienes que explicae cómo es que...— la peliroja le lanzó un golpe en la quijada, haciendo que este retrocediera un poco, pero no fue suficiente. —¿Porque no me hablaste de esto?— continuó el mayor con una mano en la cara y la otra sosteniendo a la chica. Dae Hye se zafó de su agarre y salió a toda prisa del lugar.
Al menos la idea de que la había perdido estaba grabada en su cuerpo por todos los golpes. Se sentía decepcionado y desilusionado. Tantas malas noticias terminarían haciéndolo caer en depresión. Inhaló y exhaló fuerte, observando la habitación desordenada y escuchó cómo la puerta principal era abierta.
Jackson apareció jadeado y con las manos sobre las rodillas.
—Esa mujer es el demonio mismo. Se me escapó de las manos.— expresó y miró a su amigo que parecía a ver sido atropellado por un auto, tendido en el suelo. —¿Como la dejaste escapar?
Ho Seok no dijo nada y se rindió cansado en el suelo. Su jefe le mataría. Eso lo tenía seguro.
***
La mujer cayó al suelo con brusquedad, mientras el hombre le tomaba del cabello y hacía que lo mirara.
—¿Estás escuchando bien lo que acabas de decir? Pusiste tú identidad en riesgo y uno de los pertenecientes al Clan Park te descubrió. Cómo puedes haber cometido tan grave error. Dae Hye.
—Lo siento... Yo... No pude evitar que sucediera.— expresó está con los ojos acuosos, a punto de romper en llanto.
—¿Crees que está falta será pasada por alto?— dijo el hombre soltándola y señalando a uno de sus hombres para que la sostuviera. La chica sabía lo que se avecinaba. La tomaron de los brazos y la llevaron a un rincón. La pelirroja se removía en el agarre del fornido, sollozando.
—Por favor, no me hagas esto...— suplicó con lágrimas en los ojos, mientras que el hombre mantenía una mirada imperceptible. El mayor sacó tomó el látigo en sus manos. Necesitaba terminar con todo esa misma noche, porque esa parte de Dae Hye lo único que hacía era causar problemas y los trabajos eran incompletos.
Bufó molesto, lanzando el primer golpe con la extensión de su brazo. El traje de la muchacha se rasgó. Los gritos de dolor causaba que el hombre quisiera más golpearla. Necesitaba como fuera llevarla allí a ese lugar en el que se olvidara de si misma y de su pasada vida, creando la máquina que deseaba.
Cuando vió que la chica se desmayó en los brazos de uno de sus hombres, brotando de su espalda sangre a borbotones, dejó caer el látigo. Indicó que la llevarán para ser curada y que se percatara si no estaba convulsionando.
Se sentó en uno de los sofás del gran salón y se tomó una botella completa de licor pensando.
Debia investigar quien era ese sujeto que la descubrió. No importaba cómo ni que, pero se desharía de él. Quizá Key tendría idea.