Destrucción y Caídas

Capítulo 3: Miedo.

    Pasaron los dos días. Sniy comenzaba a sincronizarse con las dos espadas de madera, siempre lo ayudaba Falith y en ocasiones lo hacía Banion. Sniy estaba muy emocionado por lo que estaba logrando. Galvan decidió entrenar con él después de tanto tiempo. Salieron al patio, Sniy comenzó con un previo calentamiento, esto según para que mejorara con su agarre con las espadas. Galvan estaba muy feliz de ver a Sniy esforzaste tanto por aprender a controlar las dos espadas. Comenzaron con el entrenamiento, Falith llego un poco tarde. Presencio lo magnifico del entrenamiento que tenía Sniy con Galvan. 

    —Esta vez usa magia y no te contengas —ordeno Galvan—, usa todos tus sentidos como te lo había enseñado. 

    —Lo intentaré.

    Sniy ataco a Galvan, en la mano derecha llevaba la espada mirando hacia atrás, puso un poco de magia en ella como distracción. Movió su brazo derecho a la izquierda levantando la espada. Galvan levantó su espada para protegerse, el movimiento de Sniy lo hizo retroceder. Con la espada que tenía en la mano izquierda, le rozo el estómago a Galvan. El golpe lo esquivo con esfuerzo. Él contraatacó, Sniy se protegió con las dos espadas cruzándolas, la espada de Galvan quedo en medio de las espadas de Sniy. Las levanto haciendo retroceder a Galvan. Él sonrió al ver a Sniy tan cansado y agitado, estaba orgulloso de aquel niño que quería ser el más poderoso del mundo. Avanzo hacia Sniy empuñando su espada. Blandió dos veces su espada y Sniy esquivo la espada de las dos veces.  Después encerró el cuello del señor Galvan con sus dos espadas.

    —No fue una buena idea bajar mi guardia, pero lo has hecho bastante bien, Sniy —expreso Galvan con una gran sonrisa en el rostro, Sniy quito las dos espadas del cuello de Galvan y se rio.

    —Fue divertido, pero agotador —fue hasta donde estaba Falith, ella le dio una botella de agua.

    —Descansa un poco —Galvan se acercó a Sniy—. Después puedes seguir entrenando con Falith.

    Galvan se retiró, bajo las escales y se perdió entre las casas del reino. Sniy se había sentado al lado de Falith, hablaron por varios minutos.

    Por otro lado, Haise se encontraba en la biblioteca, esta vez estaba con Cenlin y la princesa Daney. Haise leía un libro sobre la magia, la princesa le estaba explicando algunas cosas sobre la magia. Esto era un poco raro para Haise y Cenlin. 

    —Me parece mejor que el señor Galvan o la reina le expliquen sobre la magia, Daney —comento Cenlin—. Sigo sin entenderte para nada, y te apuesto que el príncipe Haise tampoco.

    —¿En verdad crees que soy mala explicando la magia? —pregunto la princesa—. ¿Estás de acuerdo con ella Haise?

    —No sé nada acerca de la magia, así que medio te entiendo y no sabría yo decirte que explicas bien— la princesa estaba confundida y desanimada—. Pero pienso que lo haces bastante bien. 

    —No mienta príncipe, yo también puse las mismas expresiones que usted cuando Daney me explicaba sobre la magia —Cenlin había comenzado a reír cuando vio la expresión de Haise—. Pero no te preocupes Daney, te aseguro que muy pronto lo harás bien. Yo me despido de ustedes que tengo que hacer otras cosas y ya es muy tarde. Los dejo solo.

    Cenlin salió entre risas, molestando a Daney, quien se puso roja por lo sucedido, y al saber que estaría sola con Haise. Por unos momentos hubo un gran silencio. Solamente cruzaban miradas. Hasta que Haise se levantó, camino muy poco, parecía que se dirigía a una estantería. Tomo un libro rojo. Volvió a la mesa. Miro a la princesa Daney. 

    —En verdad creo que explicas bien, solamente que esto es nuevo para mí y es algo confuso, no sé si me entiendas, pero todo esto —Haise miro a Daney con tristeza y confusión, sus ojos estaban llorosos—. Tu padre me ha pedido dejar el mundo y ni siquiera sé si es verdad que tengo lo que él dice, que soy el elegido.

    —No sé si pueda entenderte, y si, mi padre a veces puede decir cosas sin sentido —Daney se levantó y avanzo hacia Haise—. Pienso que eres poderoso y alguien digno. También pienso que no eres el elegido. Aún te faltan cosas por conocer, pero también pienso que lograras todas las expectativas que tienen en ti. 

     Haise no dijo ni hizo absolutamente algo ante esas palabras, solo miro a Daney. Tuvo las ganas de llorar, pero no lo hizo. Sonrió y se retiró. Algo enfadado, triste y confuso.

    —¿A dónde vas? —pregunto la princesa tan apenada—, lamento si dije algo malo.

    —No has dicho nada malo. Has dicho lo que crees y eso está bien. Y voy con mi madre a hablar sobre algunas cosas importantes.

    La princesa no preguntó más, Haise salió rápidamente. Fue hasta donde la reina Lafia se encontraba. 

    —Hola, madre —dijo Haise al entrar a la habitación de la reina quien estaba sentada en la cama leyendo—. Tienes razón. Nunca debimos venir aquí, no es seguro para nosotros y mucho menos debemos creer en estas personas. Tal vez el señor Galvan este equivocado al creer que yo pueda ser el elegido. Ni se diga del rey Lewis, no pienso creer nada de lo que él dice. Todo es absurdo. Debemos irnos a casa.

    —Mañana nos iremos a casa hijo. He hablado con Galvan y hemos acordado que mañana a medio día zarparemos —miro a Haise, le agarró los cachetes—. Por fin iremos a casa. Lo único que queda por hacer es rechazar lo que nos propuso el rey Lewis. Hoy en la cena lo haremos.




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