Tania.
Las tres nos encerramos en mi habitación. Tomamos unas mochilas, y metimos algunas prendas de ropa, claramente mías. No teníamos mucha idea de a lo que nos enfrentaríamos.
—¿Cómo llegaremos?— inquirió Luce. Bel sacó su celular. No había una dirección certera, simplemente decía un nombre bastante extraño: “Bosques Sequoia Nacional”. Parecía ser una mini reserva de árboles sequoia en el enorme bosque que ocultaba Northside. Debíamos conducir un par de horas para llegar a un lugar perdido entre la ruta y el bosque. ¡Qué podría salir mal!— Perdón… ¿Cómo llegaremos?
—Dime, por favor Nia, que tu madre tiene auto.— habló Bel.
Me fui por un momento a la planta baja. Y corrí arriba, aunque el calor hacía que mis piernas pesaran cinco kilos más, me esforcé por llegar. Abrí mi mano, y colgando estaban las llaves del auto. Era una chevy color amarilla. Mi padre la guardaba como su mayor tesoro.
Suspiré profundo. Por alguna razón mi pulso temblaba demasiado.
Luce.
—Oye, Nia. Necesito un lugar donde guardar la mochila...— sonreí, lo más suelta que pude. Pero dejar a estos bebés por alguna razón, me asustaba demasiado. Sin este dinero, no sé cómo podré llevar a cabo mi plan de irme al carajo lo antes posible.
—¿Qué tienes ahí?— preguntó, mientras abría las puertas de su placard. Y sacaba una madera que parecía ocultar ¿revistas de chicas?
—Oh Dios… Tania….— la reprendí.— ¿No querrás dejar mi mochila en tu santuario de porno?
—¡¿Qué?!— se dio media vuelta. Su voz sonó demasiado chillona.— ¡Dios! No te diré dónde está mi santuario de porno. Éste es el escondite de las revistas de moda, y de maquillaje. Mi madre…— levanté una ceja.— ¡AGH! Olvidalo. Sólo dame esa cosa...— me arrebató la mochila de las manos. La metió un poco apretujada puesto que el agujero no era mucho más grande que una mini heladera. Tapó el agujero con la madera. Las camperas de invierno taparon cualquier desperfecto. Y por último, cerró las puertas de su placard.
—¿Pueden dejar de hablar de porno? Ya debemos irnos...— llegó Bel. Su cabello estaba húmedo, y por alguna razón ese estilo de mafiosa le daba un toque demasiado sensual. Tenía una camisa blanca abierta en el cuello, y unos jeans negros. Las zapatillas vans habituales. Tania se había decidido por unos shorts de jean, y una remera totalmente negra. Y yo me puse unos pescadores muy cool con un estampado militar, y una remera del mismo tono de verde. Las chicas decían que era horrible, a mi me parecía funcional.
Hicimos todas nuestras necesidades lo más rápido posible. Al subir al auto, el calor bombardeaba a todo el pueblo. Tal vez, a todo el país. Tenía un aire vintage. El volante, donde iba Bel, estaba recubierto por un cubre volante de peluche rosa. Tania iba a su lado, y yo me sentaba, como siempre, en el asiento de atrás. Los asientos eran de un cuero muy ardiente.
Pusimos el GPS, y Tania se ofreció a poner una serie de canciones que animaron un poco el momento de tensión que cada una vivía.
El color amarillo con una raya negra en el medio llamaba la atención. Todos se daban vuelta a mirar a ese trío de chicas que se dirigían hacia la ruta del pueblo. Hacia una nueva aventura. Y quién sabe lo que les depararía.
Antes de salir del todo, paramos en una estación de servicio. Me ofrecí a ir a comprar algunas cosas puesto que el viaje tardaría algunas horas. Bidón de agua, algunas frutas, y otras cosas mas… como galletitas, y dulces.
El sol pegaba en el vidrio. Bel llevaba sus lentes habituales. Las ventanillas estaban bajas, y el aire nos pegaba. Me gusta mirar cómo los pastos del campo crecían y bajaban. Como el pueblo cada vez desaparecía más. Los animales parecían correr, mientras nosotras parecíamos estáticas. Todo el mundo se movía a nuestro alrededor mientras nosotras existíamos en un instante de tiempo.
Bel.
Una sensación de libertad, y adrenalina recorría por mis venas. El auto rugía bajo mis pies. Yo tenía el poder. Todo, en mi vida, estaba fuera de control. No tenía rumbo. Y era algo, de lo cual, yo no tenía el poder suficiente para ordenar, y organizar. Pero aquí sí lo tenía. Aquí, el poder, era mío. Yo decidía lo que el auto haría, para mi propio beneficio. Mientras la ruta se curvaba, y se hacía recta. Mientras parecía por un momento, que todo lo malo en mi vida se quedaba en Northside. Todos mis errores, todos mis miedos, y mis inseguridades. Sentí por un momento que esta sí era mi historia. Ésta se sentía más mi historia, que cualquiera de las anteriores que podría haber escrito.
NIA.
Éstos últimos días habían sido más ajetreados que toda mi vida entera junta. Y si, es cierto eso de que, la vida puede cambiar en un segundo. Pero, nunca se sabe. ¿No? Como prever si tu vida cambiará para bien, o para mal. Eso, eso me volvía loca. Porque… sí. Conseguí amigas maravillosas, pero ¿Y mis padres? Qué rayos les sucedía a ellos. Digo, ¿conseguir algo es sinónimo de perder otra cosa? No me agradaba para nada la idea de que, cada cosa buena que consiga, otra cosa buena se irá. Tal vez, eran demasiado incompatibles. Pero, no al menos tendrían que intentar coexistir. La vida podría haberlas obligado a coexistir. ¿No? Digo, luego de conocer a esa dulce chica que trabajaba en la cafetería. ¿Perderé algo bueno? ¿Eso significa que… mis amigas desaparecerían así como mi madre lo hizo?
La cabeza me retumbaba. La música me perdía. El cielo estaba tan claro. Los astros se habían alineado para hacer ese, el día más sin nubes de todo el verano.
Realmente, no sabía qué más hacer para sacar estos pensamientos. Intenté acomodarme de todas las maneras posibles en los asientos, pero el dolor en el pecho no se me iba. Eso, eso me desalentó en todos los sentidos. Pero podía percibir la libertad de Bel, y la templanza de Luce al contemplar el paisaje.
Luce.
De pronto, Bel pegó un volantazo luego de oír al GPS hablar. Y las tres en el auto nos fuimos por la inercia hacia la derecha. El barro manchó el amarillo intenso de nuestro auto. Luego de unos diez minutos de conducir por un oscuro bosque, los árboles comenzaban a espaciarse entre ellos. Sus troncos de pronto parecían casi tan anchos como nuestro auto, y eran tan altos que parecían tocar el cielo.