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Miro a mi alrededor, percatándome de que estoy recostado en el suelo, con la cabeza apoyada sobre las piernas de Abner, y realmente no entiendo en qué momento tomamos esta posición. A nuestro lado están sentados Enzo y Kilian, y un poco más alejado de nosotros está Nadie, de pie delante de la vitrina, sin apartar la mirada de ella.
Mis amigos hablan y hablan, contándome sus diferentes versiones acerca de cómo en un abrir y cerrar de ojos perdí el conocimiento y me desmayé, pero, como siempre, mi mente está dispersa y no los escucho.
No puedo apartar los ojos de Nadie, no puedo dejar de ver la tristeza que se refleja en su mirada, y no puedo dejar de pensar que fui la reencarnación de él cuando vivía; que viví un recuerdo de su vida, y que sentí lo que él sentía. Y me molesta reconocer que, a fin de cuentas, no somos tan diferentes; porque cuando estoy con mis amigos mi corazón late de la misma manera en la que latía el suyo cuando estaba con Ayrton. Late con la misma intensidad; con el mismo amor... Maldición, me causa escalofríos el solo pensar que ese constante latido se detuvo de un momento a otro; ese latido tan parecido al mío.
—Ayrton Theron era su mejor amigo —murmuro, reincorporándome —. Lo vi en sus recuerdos —agrego.
—¿Lo viste en sus recuerdos? —repite Enzo, frunciendo el ceño.
Bien. Creo que no tendría que haber mencionado esa parte, porque lo que sucedió fue un poco loco. A decir verdad, fue demasiado loco, incluso para mí.
—Verán, una parte de la máscara del espíritu se desprendió, y en ese momento me trasladé a un recuerdo donde Ayrton y él eran niños, y luego a otro, donde estaban jugando futbol americano juntos —explico, intentando que suene lo menos estrafalario posible.
Mi explicación los deja perplejos. No puedo evitar imaginarme lo desconcertados que se encontrarían si les hubiese contado con detalles de lo que sucedió; probablemente estarían arrastrándome a un hospital psiquiátrico.
—Una parte de su máscara se despegó cuando descubrimos la identidad de su mejor amigo —murmura Kilian, para sí mismo.
—Tal vez suceda lo mismo cada vez que descubramos algo sobre su vida, hasta finalmente liberar su rostro —opina Enzo.
Mientras mis amigos continúan compartiendo sus hipótesis respecto a lo que podría suceder con el resto de la máscara, yo decido acercarme a Nadie. Hay algo diferente en él. Puedo percibirlo.
—Oye, ya sabes quién es tu amigo, ¿no estás feliz por eso? —pregunto cuando llego a su lado.
«—No lo sé —responde en un susurro —. Es decir, claro que me alegra haber descubierto quién es, por supuesto que me alegra... Pero también me duele.»
Mi ceño se frunce.
—¿Qué es lo que te duele?
«—Me duele sentir tanto amor hacia alguien que no volverá a verme nunca.»
Sus palabras apuñalan mi alma con brutalidad, y podría jurar que jamás había sentido una sensación tan angustiante. Me genera escalofríos el simple hecho de pensar que lo que le sucedió a Nadie puede sucederle a cualquiera; que su historia puede ser la de muchos, incluso la mía, o la de cualquiera de mis amigos.
Intento alejar esos pensamientos de mi mente. Solo consiguen enloquecerme más.
—Si quieres, cuando todo esto termine y tú estés descansado en paz, puedo encargarme personalmente de asesinar a Ayrton Theron, así se reencuentran —bromeo.
Nadie emboza una media sonrisa, apartando la mirada del cristal, posándola sobre mí.
«—Tu humor es demasiado perturbador, ¿te lo habían dicho?»
—No suelo hacer bromas. Siéntete privilegiado —le guiño un ojo.
Me regresa el guiño, y juntos nos acercamos a donde están los demás chicos.
—Creo que ya deberíamos irnos. Son casi las seis y media, y tenemos que irnos antes que los miembros de los clubes.
Todos están de acuerdo conmigo, por lo que salimos de los vestidores y, luego de unos minutos, del instituto. Fue cuestión de caminar unos pocos pasos y doblar en una esquina, para que otro evento desafortunado que tampoco había mencionado en mi lista reclame su lugar en ella.
—¡Son unos imbéciles! —grita Enzo, corriendo hacia su auto.
El Nissan Altima 2005 que mi amigo tanto había estado cuidando, se encuentra completamente estropeado. La tintura está salida, consecuencia de diferentes ralladuras, una de las ventanillas está rota y algunas de las puertas se encuentran abolladas y escritas con aerosol negro.
—¡Los odio! ¡Juro que los detesto! —grita Enzo, estrellando su puño contra una de las puertas.
Enzo continua gritando y maldiciendo, mientras le lanza patadas y golpes al vehículo. Intentamos calmarlo, pero no nos escucha, por lo que me acerco y lo tomo de la cintura, alejándolo del coche. Él grita una vez más, llevándose una de las manos al cabello y tirando de él, mientras con la otra se friega los ojos, para finalmente cerrarlos y liberar un suspiro de frustración.
La existencia de Gautier y su grupo de amigos realmente me hace lamentar que Nadie no sea un demonio.
—Los llevaré a casa —la voz de Enzo interrumpe mis pensamientos.
Dirijo mi mirada a él, encontrándome que un semblante serio que consigue intimidarme un poco, por lo que prefiero no mencionar nada y simplemente subirme al coche, tomando el asiento de copiloto, mientras Abner, Kilian y Nadie toman lugar atrás. Esta vez no hay karaoke, tampoco risas, ni relatos absurdos. Solo hay silencio y mucha tensión.
La primera casa es la de Abner. Él se despide de nosotros en un murmuro y se baja del auto. Continuamos con el recorrido hasta llegar a la residencia Malk, donde baja Kilian. Y después de unos minutos, el vehículo se detiene delante de mi casa. Me despido de Enzo con un apretón de manos y bajo del coche.
Camino hasta la puerta de casa, seguido por Nadie, y busco mi llave en los bolsillos de mi pantalón, pero dejo de necesitarlas cuando la puerta se abre desde adentro, exponiendo la mirada asesina de mi madre.
Editado: 22.04.2020