03 de noviembre de 1992
Lo mio es una muerte lenta, un estanque con agua podrida que se ha acumulado y ahora el haber encontrado una salida se hacen largos los días esperando el momento. Ni siquiera pensé en las consecuencias en los graves efectos que mi suicidio traería a mi familia. Estos últimos días el Inquilino y yo hemos pasado la mayor parte del tiempo encerrados. No necesito de la vida circundante y no tengo la necesidad de entenderla. Lo esencial está en el Inqulino, el toca disco y los diez libros que conserve para siempre.
Se fueron por la mañana y yo los vi irse desde la ventana sin anunciarles que era la última vez que los vería. Él me miró y sonrio levantándome su mano en señal de despedida. Luego me miré por primera vez al espejo: era raquítico, feo, un pelo negro espeso y lasio, labios gruesos, mirada baja y triste. Era todo lo contrario de la belleza y del chico ojos azules con cuerpo de atleta que toda chica deseaba tener. Ni siquiera me parecía a ellos, simplemente era Nando y ni mi nombre me agradaba.
Después de escribir estas palabras bájare a la cocina y me comere los chocolates envenenados, caminare hacia mi cuarto mientras el veneno hace sus terribles efectos. La muerte es la única cosa con la que no se discute y se puede estar en paz.
Si existiera una forma de minorar el vacío que siento en el pecho, si alguien me escuchara, a excepción del Inquilino. Si entendiesen la concoja que diariamente me invade. Cada vez que la hora se acercaba los días me parecían grises. Evoco los momentos felices, recuerdo los veranos e inviernos de forma alegre y no triste como ahora.
Ismael.
"Se quito la vida hace siete años" fue lo único que pude susurrarme y sujeto el diario del joven. Una lagrimilla se muere entre mis labios y aprieto el cuaderno viejo como si hubiese conocido a Nando desde siempre y me doliera el que se haya suicidado siendo un adolescente por culpa de su propio miedo a vivir.
La lluvia ha retornado, escucho los murmullos de Leonor, Marieta y mi padre. Estoy herido mi propia familia se han convertido en mis enemigos. ¿Podría seguir minorando el dolor y fingiendo por el resto de mi existir?
Pude haber hecho lo mismo que Nando. Lo puedo hacer ahora si quiero. Tengo muchas preguntas. Quisiera volver a 1992 y decirle a él que la vida tiene sentido, a pesar de no tener motivos.