Detrás de una Sonrisa.

13

Elizabeth. 

De nuevo estoy aquí, en este lugar. La habitación de mis pesadillas. Solo que esta vez es diferente, estoy en un cama atada a los barrotes de la cabecera. 

Llevo puesto ese vestido roto, manchado de sangre, qué me llega hasta los muslos.

La puerta de la habitación se abre, sin embargo no es la persona que yo creía que sería, lleva puesta la máscara y por la complexión deduzco qué no es él. Instintivamente se la identidad del tipo. 

Intento gritar, pero me hes imposible. Algo me cubre la boca para que no pueda hacerlo. Todo está obscura, no hay nadie en la habitación más que él. 

La persona se acerca hasta mi y coloca sus manos en mi cuello. Lo único que pienso es que me va a asesinar... «por favor, no» intento decirle «quiero vivír. Dios mio, ayudame» Hasta aquí llegue. Este será mi fin. 

Solo espero que todos sepan que yo si trate de luchar. 

Aprieta su agarre en mi cuello, cortándome la respiración. Muevo mis manos en un vago intento de quitarlo, es imposible. 

Poco a poco la respiración se me corta, pies el agarre impide el paso del aire a mis pulmones, se me nubla la vista cuando me empiezo a sentír mareada y...

Me levanto de la cama jadeando y sujetandome del cuello, asustada. La respiración la tengo acelerada igual que los latidos de mi corazón.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien?—pregunta Saúl sentado a la orilla de la cama. 

Esta doblado algunas de sus prendas. 

—Estoy bien. 

—Llevas rato removiendote. 

—Tuve un mal sueño, es todo. 

Entrecierra los ojos. 

—¿Qué? ¿Soñaste qué estábas en un mundo mágico de azúcar?—se burla. 

—Algo similar—me pongo de pie.

Ayer pase toda la tarde con Cameron, charlame un poco sin mencionar lo que paso en mi casa, al finalizar el día le pedí que me trajera a casa de Saúl, pues no quería estar en casa y menos con Leo allí. 

—Tu madre llamó—me informa—, le dije que estabas aquí conmigo para que no se preocupara. Sonaba algo molesta. 

Siempre que vengo a su casa el duerme en el sofá de la sala dejandome su habitación. 

—Ella siempre está molesta—respondí entrando al baño. 

Cierro la puerta, abriendo el grifo para lavarme la cara.

—Me contó que Leo llego ayer y que estará aquí bastante tiempo—dice desde afuera—, ahora sé porque no quisiste regresar.

—Sigue culpandome del divorcio de mis padres—le conteste antes de echarme el agua en el rostro. 

Saúl es el único que sabe a detalle todo lo que sucedió en mi familia. Es el único al qué le conté todo lo que me sucedió, además que cuando lo conocí justo mis padres estaban en proceso de divorcio. 

Leo y Mitch me culparon de eso. Al contarles a mis padres lo que él me había hecho años atrás su relación se fue en caída, mamá decía que lo había inventado mientras que mi padre fue el único que me creyó. Él me insistía en saber quien había abusado de mí, y mi madre seguía sin creerlo.

Cuándo por fin le dije quien había sido, todo empeoró. Las peleas entre ambos eran peores, mi madre se puso del lado de su hermano y mi padre no lo acepto. Hizo todo lo posible porque el fuera a prisión y lo logró. Mamá obviamente se enfado porque mi padre había mandado a la cárcel a su hermano, además de que había logrado obtener una orden de restricción en su contra en caso de que lograra salir.

También hizo uso de sus contactos para que él no pudiera entrar a la ciudad.

Cuándo mis hermando se enteraron el porque de la separación de mis padres me culparon, y como mi madre dijeron que todo lo había inventado.

Lo defendía a él en vez de a mí, le creyeron a él antes que a mi. Por supuesto que papá se molesto por eso, durante el divorcio quiso también qué yo me fuera a vivir con él, pero el juez le otorgó la custodia a mi madre y tuvo que aceptarlo. Por el enfado, mamá no me permitió ver a mi padre durante las primeras semanas, después entendió que si no lo hacía podría tener concecuencias.

Mitchell y Leo se fueron de casa en ese entonces, a la universidad. Mitchell visita de vez en cuando a mi madre, pero Leo tenía años sin hacerlo, y cuando mamá quería verlo era ella quien viajaba sola hasta su ciudad.

—Y lo hará toda la vida.

Saúl no dice nada.

Salgo del baño y entiendo porque no ha respondido, Leonardo esta parado en medio de la habitación. A su lado está Lina, la madre de Saúl.

Se remueve ante el momento tenso entre su hijo y mi hermano mayor, pues este ve a Saúl como si quisiera desaparecerlo.

Después pasa su vista a mi.

—¿Qué tienes en la cabeza como para no llegar a casa a dormir?—me reclama.

No le respondo.

Solo camino hasta la cama y tomo mis tenis que están en el suelo para ponérmelos.

—Elizabeth, te estoy hablando.

—Le avise a tu madre que...

—A ti no te estoy hablando—corta a mi mejor amigo.

—Tu madre sabe que aquí pasó la noche—siguió el, ignorandolo.

—¿Qué parte de a ti no te estoy hablando no entiendes?—se yerge ante mi amigo, que no le baja la mirada—cierra la boca y dejame hablar con mi hermana.

—Solamente te digo que estas en su casa—le digo yo acercándome hasta ellos—, así que respeta el lugar ajeno.

Se vuelve hacía mi con postura intimidante, pero ni conmigo ni con mi amigo funciona.

—Vámonos—ordena.

Intentó tomarme por el brazo, sin embargo no logro hacerlo por que rápido me aparte.

—No voy a ir contigo a ningúna parte.

—No te estoy preguntando, así que nos vamos a casa.

—No eres mi padre para darme ordenes, Leo. Mamá sabe que estoy aquí ¿cual es el problema?

—El problema radica en que estas en un lugar donde no es tu hogar.

—Mientras tu estés ahí prefiero dormir en un banco en la calle que compartir techo contigo.




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