Uno.

Zafiro.

Observo con una sonrisa satisfecha la imagen que me devuelve el espejo. Esta noche Georgina realmente se lució con el maquillaje y cuando me coloque el antifaz dentro de unos minutos no pasará desapercibido, como las veces anteriores. Mi cabello rubio permanece oculto bajo la peluca azul, volviendome totalmente irreconocible. 
Puedo ver cómo Jade reniega con el vestido que usará está noche, mientras Rubí y Amatista discuten por décima vez en lo que va del día. Pero cada parte de esto se volvió rutina. La música de la discoteca apenas se escucha desde aquí pero se que en cuanto pongamos un pie fuera de la habitación, todo se volverá real. Jodidamente real.

- Cinco minutos.- Grita Hades desde el otro lado de la puerta mientras, todas abandonamos lo que estamos haciendo y revisamos estar perfectas.

Sin demorar salimos en fila bajo la atenta mirada de nuestro jefe, quien da asentimientos de aprobación a lo que llevamos puesto mientras corrobora que no olvidemos nada. Jamás lo admitiré en voz alta, pero un peso se eleva de mis hombros al ver que está de acuerdo. No estoy de humor para que su horrible temperamento asome la cabeza. 
Zeus nos espera más adelante, justo frente a la puerta que nos separa de la pista de baile atestada de gente, con una sonrisa amable y un vaso, de lo que asumo es whisky, en su mano. Lleva como insignia su dress code total black habitual, incluyendo el antifaz que oculta prácticamente la totalidad de su bello rostro, dejando a la vista unos increíbles ojos color café.
Todos y cada uno de los que formamos parte del equipo cubrimos nuestro rostro sin excepción. Parte del éxito de la operación es mantener ocultas nuestra identidades; identidades que, de ser reveladas, traerían más problemas que beneficios para los involucrados. No es que a la gente que nos contrata les importe quienes somos, cuántos años tenemos o porque hacemos lo que hacemos. Siempre que cumplamos con nuestro trabajo y sus locales se llenen de gente que gaste demasiado dinero, solo por ver nuestro exclusivo show y ellos puedan llenar sus bolsillos ya profundos aún más, no hacen preguntas. 
Pero eso no quiere decir que los rumores en torno a nuestra identidad no existan o mejor aún, no sean totalmente disparatados. Una vez escuché por ahí que seguramente pertenecemos a la realeza y por ese motivo nos ocultamos tras los antifaces. O que somos un grupo de asesinos fugitivos de la ley, que necesitan dinero para esconderse en una isla perdida y desaparecer de la faz de la tierra. Incluso alguien dijo que éramos alienígenas que preparan un ataque y nuestro rostro no es cien por ciento humano y por eso lo cubrimos. Cómo dije, disparates sin sentido.

Es sabido que el misterio trae curiosidad no deseada.

Los cuerpos se abren para dejarnos pasar, las capas cubriendo nuestras cabezas y cuerpos serpentean entre la multitud, mientras varios pares de ojos se fijan en nosotros. Aún la música suena en lo alto y la gente baila con ella, la mayoría ajenos a que el show está a punto de comenzar. Pierdo a varias de mis compañeras en el trayecto al escenario y mire a donde sea la decadencia es visible: drogas, alcohol, sexo. Actuar en una de las discotecas más exclusivas de la ciudad no hace que sea un lugar mejor, solo uno más discreto y seguro. El dinero viaja en cada segundo que pasa, de una mano a otra, de un vicio a otro, pero hay gente dispuesta en cada esquina para impedir que cualquier cosa pase a mayor en un segundo.

- El evento de hoy no es muy diferente a los de la semana pasada, Zafiro, tu comienzas. El escenario es todo tuyo.- susurra Hades en mi oído, tardando de hacerse escuchar por encima de la música, mientras me guia con su mano en la espalda por el tramo restante hacia el escenario.- No me decepciones, cariño.

Besa mi mejilla antes de hacerme subir, ignorando el escalofrío que me recorre, regalandome unos momentos extra oculta tras el telón para serenarme. Cierro los ojos aprovechando esos minutos antes de que la música cambie y empiece el show para pensar en todos nosotros. Somos personas que se conocen desde hace mucho tiempo y a la vez, recién se están conociendo. Compartimos similitudes y a la vez no. Somos iguales, pero radicalmente diferentes. Cada uno tiene su historia y sus motivos para subirse al escenario (o para trabajar detrás de él), motivos independientes e importantes singularmente, que nos hacen refugiarnos detrás de una máscara, un nombre falso y una personidad distinta a la real. Padres estrictos, instinto de rebeldía, de supervivencia. Deseo de un futuro diferente al que tenemos trazado, necesidad, placer, satisfacción. Sinceramente, no nos considero distintos a las personas que noche si, noche no, nos observan desde sus puestos privilegiados en alguna mesa de un lugar VIP cualquiera, con un trago en la mano. 
¿Acaso no todos escondemos algo? ¿La hipocresía no es parte del día a día en la vida del ser humano? ¿No todos llevamos una máscara invisible para ocultar quien realmente somos, para evitar ser juzgados? Nosotros también. Por seguridad, por protección y por elección, optamos por resguardarnos tras una máscara física, demostrando también que aceptamos el hecho de ocultar algo como todos : quienes somos realmente.

Por un momento todo sonido queda en silencio y los sensuales acordes de The Spy de The Doors comienzan a sonar por los altavoces, mientras el telón se levanta poco a poco. Las luces son tenues y oscuras y puedo sentir que la tensión crece a medida que lo hace la coreografía y la canción. Se que mis compañeras y Zeus están recorriendo la pista, imitando mis pasos sobre el escenario, conquistando de cerca a nuestros experctadores. Por unos momentos tan solo somos artistas: cantamos, bailamos, actuamos. Por unos minutos, estamos solos con la música, la pasión y la energía que el público y nosotros mismos emanamos a raudales. Por unos minutos, nuestro mundo solo se rige por cuatro reglas simples: