Detzia

III

3

El túnel parecía extenderse al infinito, o eso pensaba Lily al no encontrar indicios de la luz por ninguna parte. Habían descendido por una abertura cuadrada del suelo en la superficie, las escaleras tenían matices de pasto y musgo, combinación que hizo caer a uno de los hombres que la escoltaban en los últimos escalones. Por dentro, la vegetación se hacía a un lado y las paredes se limpiaban mostrando diversas formas en su construcción. Avanzaron doblando a la derecha y se adentraron en una zona abierta bastante extraña. En el centro había un puesto con ventanas transparentes con una pequeña abertura a la altura del estómago. Lily creyó que ahí es donde las personas recibirían la comida tras conseguir las monedas de cambio, cosa que no pudo comprobar al bajar otras escaleras en una de las esquinas. Las luces se extinguieron y la mujer llamada Vero sacó un candelabro bastante curioso que iluminó todo el camino.

Bajaron un escalón más grande de lo usual y el camino se cerró en una vía que continuaba por el oscuro túnel. Lily se inquietó junto a su amigo y tropezó golpeándose en uno de los rieles. Los trenes debían estar en la superficie, cualquier cosa que se internara en las sombras traía problemas, muy bien lo comprobó en el pasado.

—De pie, niña —dijo Walt.

—No vayamos por ahí, la oscuridad es mala y la gobiernan los monstruos. Incluso puede ser el escondite de algún hechicero o una bruja —dijo Lily sobando su rodilla.

Los demás se miraron entre ellos y rieron de sus palabras. La joven no comprendía porqué lo hacían, su padre le contó que en la parte más recóndita del mundo existían abominaciones, seres que tardaban en acostumbrarse a la luz del día y que devoraban tanto a personas como animales. La habían confundido con un monstruo al parecer, era tonto entrar a la boca del lobo cuando también sabían de su existencia.

Aun advirtiéndoles, avanzaron cuidándose de chocar con alguna que otra caja del suelo. Era la fuente de energía del tren, pero no había rastro de él por ninguna parte. Las ratas eran dueñas de esos territorios y el sonido de sus bocas y pasos hacían eco llenando el largo túnel. Lily vio una que permanecía quieta en una orilla, curioseaba el grupo como si toda la vida los hubiera visto.

—Vuelven de nuevo, con una personita y un… —dijo la rata—. ¿Qué es eso en tus brazos? ¿una rata deforme?

—Es un conejo, no una rata —respondió Lily, captando la atención—. ¿Y porqué eres tan pequeña? Las ratas son más grandes que los conejos. ¿Cuánto falta para el tren, lo sabes?

El roedor se irguió en dos patas, feliz por hablar con una piel rosa.

—Si hablas de su nido, está a unos minutos a paso de los tuyos. Dijiste que somos más grande que ese conejo, ¡mentirosa!

Vero se acercó a Walt atrayendo el rostro de los demás hacia sí.

—Creo que el golpe en la cabeza la dejó loquita, ahora habla con ratas.

Todos rieron menos Walt que se mantuvo serio observando a Lily y a la rata en cuestión. Podía ser su imaginación, pero la boca de la criatura parecía moverse cuando la niña escuchaba.




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