Vivir en una casa con más de quince habitaciones puede ser el sueño de muchas personas, sobre todo si le agregás baño en suite, jacuzzi, piscina interior y exterior, sala de cine y de juegos. Pero también se vuelve una enorme jaula solitaria cuando tu papá, él único miembro que completa tu familia, apenas está en ella.
—Tenés que agradecer todo el confort con el que contás, hay muchas personas que desearían estar en tu lugar —me reprendió Cristina, la cocinera que trabaja en casa desde que yo era una bebé de pocos meses.
—¿Creés que por nacer en cuna de oro no tengo problemas?
—No he dicho eso.
—Menos mal, Cristi, porque sería muy superficial de tu parte.
—¡Ay, Dios! ¡Hermosos diecisiete años! ¡Qué karma la adolescencia! —se quejó mientras se perdía en la despensa donde guardaba las conservas.
—¿Puedo ir a almorzar a tu casa este fin de semana? El domingo se me hace eterno sin vos.
—Sabés que te voy a decir que sí. Además, Berni lleva días preguntándome por vos. ¡Ahora, señorita a dormir que mañana tenés clases bien temprano!
Me encogí de hombros, restándole importancia, besé a Cristi y me fui a la cama.
#6478 en Novela romántica
#1175 en Novela contemporánea
identidad robada, amor lgbt, amistad amor perdidas dolor y venganza
Editado: 04.11.2024