Llegué al Rosas, el bolichón del que soy propietario, agotado. Me tiré sobre mi sillón sintiendo como me dolía el contacto del cuero en cada músculo. Recibí de Miguel, mi socio y mejor amigo, un vaso de whisky.
—¿Queda algo pendiente? Me quiero ir a mi casa, estoy molido.
—Fue un día difícil. —acepté.
—Tolerar la hipocresía es difícil, Danilo. Espero que todo salga bien.
—Cuando salgas pedile a Tamara que venga —le dije sin dar respuesta a lo que él había deseado porque yo tampoco tenía la certeza del resultado que obtendríamos.
Minutos después, entró ella con un diminuto bikini, moviendo sus caderas hacia mí.
—Me llamaste, jefe.
—No estoy de humor —la corrí cuando intentaba subirse a horcajadas sobre mí.
—Entiendo —respondió relamiéndose los labios mientras se arrodillaba entre mis
piernas.
No tuve que hacer nada.
Solo tiré la cabeza hacia atrás y me dejé llevar por el placer que la morocha estaba dispuesta a darme.
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Editado: 04.11.2024