Me quedé dormido en el sillón, Tamara debió limpiarme y retirarse. Agradecí que me hubiera acomodado el pantalón, de lo contrario, Miguel me hubiera encontrado en pelotas.
—¿Desde cuándo bajás la guardia de esta manera? ¿Estás loco?
Tosí incómodo.
Yo nunca daba explicaciones pero tampoco me descuidaba dejando mi seguridad expuesta, los negocios en que participamos no nos lo permitían.
Me duché y me cambié de ropa para ponerme a trabajar, enfrentaríamos otro día de negociaciones por la mañana y por la tarde haríamos una ronda por el resto de los bares que poseíamos.
Logramos terminar la jornada más temprano de lo habitual, esperaba dentro del auto a Miguel que había ido por cigarrillos cuando vi a dos pendejos enseñarse contra un tercero, notablemente, más débil.
—¡Cobardes! —grité mientras me bajaba del auto.
Podría haberlos asustado largando un par de tiros al aire pero tenía ganas de divertirme.
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Editado: 04.11.2024