Devuélveme mi sonrisa

Capítulo 2. Sí, pero sin ti

La intuición de Laura no era errónea. A Enrique la vida le había dado un vuelco y ahora se encontraba en una encrucijada en la que decidir. Y había decidido.

Su decisión en consecuencia había alejado a Laura de su entorno más inmediato. Y lo había hecho por amor, aunque no por Laura.

Laura decidió que lo más oportuno para solucionar la comprometida situación era hablar directamente con su novio. Como mínimo se merecía una explicación sincera cara a cara.

Por ello, decidió coger el coche y dirigirse a casa de Enrique, para evitarse cualquier respuesta tajante y absurda por SMS. Pero lo que no se esperaba ella era que cuando llamase al timbre de la heredada casa unifamiliar de Enrique se encontraría con la bienvenida de Carlos.

—Laura, ¡qué sorpresa!

El rostro de Carlos parecía el típico de alguien quien acaba de despertarse, puede que incluso con cierto pigmento rojizo en los ojos por haber dormido mal, o por no dormir lo suficiente.

La chica no supo qué responder. Laura estaba asustada. ¿Qué hacía Carlos en casa de Enrique un sábado por la mañana? Trabajo, seguro que no.

Enrique apareció en escena y vio la cara estupefacta de Laura. Se apresuró a dar explicaciones:

—Laura, ¿qué haces aquí? No sabía que...

—¿Que qué hago aquí? —Tragó la poca saliva que le quedaba después del estado de confusión— ¿Cortas una relación de dos años por 'wasap'?

Marga, la vecina de al lado, irguió la cabeza mientras se dirigía a sacar la basura de su casa. El tono de Laura había sido bastante brusco y ruidoso. Los vecinos estaban al acecho.

—Entra, entra... Mejor que hablemos dentro.

Enrique parecía impaciente y Carlos se apresuró a entrar por la puerta para esconderse en la cocina, segunda puerta a la derecha.

—¿Qué está pasando, Enrique? ¿Qué hace Carlos en tu casa? —Laura estaba destrozada. No entendía nada, pero un relámpago, de aquellos que te advierten en los malos presagios, recorrió parte de su cuerpo.

—No quería que esto acabase así. Valoro tu amistad.

A Enrique le costaba solventar la papeleta.

—Hace días que no nos vemos y decides unilateralmente acabar la relación con un mensaje. Eso es malvado. ¿Ya no me quieres? Pensaba que luchábamos juntos para solventarlo.

Carlos salió de la cocina, esta vez con una apariencia más respetable, sin legañas ni tampoco el pelo despeinado.

—He sido yo. Yo te envié el mensaje.

Los ojos de la chica se estremecieron al oír aquella frase y, como si Carlos fuera un haz de luz luminiscente, se entrecerraron para ver mejor a su oponente. Éste había utilizado el móvil de Enrique, por lo tanto sabía su contraseña, y lo que era peor, había estado con Enrique a las once de la noche. La deducción era simple.

—Ya sabes que lo nuestro no estaba funcionando. Lo mejor es que acabemos esta farsa.

Laura acababa de recibir un buen balazo. Todos sus esfuerzos, todo su mundo se venía abajo. Se sintió estúpida al creer que podía haber salvado la relación. ¡Le había incluso pedido vivir juntos!

Estaba claro que tres eran demasiado.

—Así que eso es todo. Un mensaje que ni tan siquiera te has dignado a escribir tú. Y lo dejas, tiras la toalla.

Miró fijamente a Carlos, quien en sus anteriores encuentros parecía un buen tío, con buen porte y con un aire divertido. Ahora parecía un demonio. Un demonio escondido bajo un disfraz de oveja.

Le había robado a su chico. Aunque, visto de esta forma, su chico tal vez no valiera lo suficiente.

—¿Desde cuándo hace que os estáis viendo? —preguntó, para acabar de desangrarse emocionalmente.

—Verás...

Laura giró la cara y con un regusto amargo se volvió hacia la puerta. No pudo evitar preguntar:

—Tenías planeado dejar de vivir sólo...

—Sí, pero sin ti.



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En el texto hay: chicklit, chica, romance

Editado: 21.01.2022

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