Mientras que con Luciana hacíamos el amor, escuchábamos como se movía la cama del cuarto de Carla e Iván; mi novia me habló entre risas:
-Parece que la cama de ellos es más ruidosa.
Luego de unos minutos y cuando ambas habitaciones se encontraban en silencio, se volvió a escuchar como Blondi ladraba afuera, tal vez a cincuenta metros de la casa. No le dimos importancia, con Luciana nos abrazamos y después de unos minutos de hablar sobre lo que estaría viendo el perro, nos dormimos.
A las cinco de la mañana, desperté transpirado y agitado por un sueño que había tenido: Blondi ladraba a la noche, los árboles y a las estrellas… Y, de repente, un hombre con una bolsa blanca que tapaba su cabeza y que permitía que sólo se le vieran los ojos por dos agujeros, se acercaba a la casa; el perro le ladraba, pero una vez cerca de él, se dejaba acariciar. El encapuchado se quedaba observando la casa en medio de la noche.
Logré tranquilizarme y entendí que sólo era una pesadilla; me levanté de la cama y observé por la ventana el horizonte, en pocos minutos iba a amanecer. Me coloqué un short y contemplé a Luciana: la mitad de su cuerpo era cubierto por la sábana y su pelo, suelto y largo, cubría casi todo su rostro. Era hermosa y se entendía perfectamente con migo… En un instante, pensé en que era un afortunado por tener a aquella mujer como novia.
Me coloqué una remera, las ojotas y me fui a afuera por la puerta de atrás de la casa. Observé las verduras que estaban naciendo e imaginé en tener, algún día, una casa propia con una pequeña huerta. Toqué unos tomates, unas calabazas y cuando me acerqué para oler una planta que desconocía, escuché un ruido detrás de mí. Di media vuelta y vi a Iván; se encontraba descalzo, con un short y fumando un cigarrillo.
-¡No lo puedo creer! -le dije- Nunca te imaginé levantándote temprano.
-No te creas que sos el único que contempla el amanecer. A los alcohólicos y fumadores como yo, también nos gusta apreciar, de vez en cuando, la naturaleza. En realidad, dormí mal toda la noche… Me voy a tomar una buena siesta. ¿Te pasó lo mismo?
-No, yo dormí bien, pero me despertó una pesadilla. Soñé con un tipo que quería entrar a la casa y Blondi…
-No me hablés de ese perro…, toda la noche molestando. Fue uno de los motivos por los cuales no pude descansar bien. ¡Con razón soñaste eso!, se la pasó ladrando y aullando.
-Hablando de ruidos, a ver si le ponés el tornillo que le falta a la cama de tu cuarto, es muy ruidosa….
-No es por el tornillo -dijo riendo y sentándose al lado mío-, soy demasiado pasional.
-Por suerte, tu pasión dura sólo cinco minutos.
Ambos reímos y observamos como el sol comenzó a salir; los pájaros cada vez cantaban más fuerte y la ausencia del viento nos recordó los días calurosos que estábamos viviendo.
-Creo -señaló Iván- que vendría muy bien un chapuzón.
Nos levantamos y entramos al comedor, la pileta se encontraba del otro lado de la vivienda (en el frente); llevamos una limonada que habíamos guardado en la heladera y un paquete de galletitas.
-Esperemos que Quique llegué rápido -dije-, ya no quedan provisiones.
Abrí la puerta y llevé la bebida y comida a la mesa de afuera. Iván tiró el cigarrillo al pasto, tomó carrera para saltar al agua (siempre lo hace dando una vuelta carnero en el aire) y llegando al borde de la pileta se frenó, resbaló y cayó sentado en el pasto. Me reí y cuando le iba a decir algo gracioso, vi su rostro pálido observando el agua: Blondi se encontraba flotando en el centro de la pileta con un cuchillo clavado en su costado derecho.