“No te olvides de los días de lluvia, no le temas a los días de lluvia”
Me dije para mis adentros cuando escuché al cielo romper en llanto y sin embargo no salí de casa. Aprisionado entre la espada y la pared como bien dicen, más bien entre un trueno que parecía espanto o emisario de desastre y el impulso que emergió en mi pecho. Trampa es lo que pensé, engañoso latido de corazón que me impulsa a no ser estático. Y así vi como pasaban los días de lluvia en la ventana, cómo en compañía de un café plasmaba en letras y versos lo que no era afuera, que pensé que no podría ser.
Sin embargo la noche que el frio no nos perdonaba, caminamos siendo movimiento ante el hielo de la ciudad. Gotas cristalinas cubrían nuestros rostros, una fina capa de roció que empapaba un calor naciente. Así, nos cubrimos en un halo, entre respuestas a preguntas no planteadas nos miramos y en mutuo acuerdo el ciclo se quebró en mil pedazos. Una despedida que anunció un comienzo.
Casi como plegaria, hoy me repito.
“No te olvides de los días de lluvia. Grandes cosas pasan en los días de lluvia.