LESTER
Era la mañana de un jueves.
Estaba en la cocina comiéndome un pan tostado con un poco de mantequilla. Como siempre, mis padres estaban peleando desde temprano y se fueron cada uno por su cuenta, alejándose lo más pronto posible de este lugar.
Estaba a punto de irme a la escuela cuando escuché pasos en las escaleras. Me asomé y vi a mi hermana, estaba lista para irse pero se me hizo extraño verla por aquí, siempre sale antes que todos.
—Ah, hola —le saludo.
Ella me sonríe un poco más que antes. Después de esa vez que nos encontramos en la plaza, ella ha cambiado levemente conmigo. Cuando nos topamos por la casa me habla por breves momentos y eso me hace feliz, me recuerda a todas esas tardes jugando juntos cuando éramos niños. Era divertido y bueno, ella era todo lo que tenía antes que nos distanciáramos.
—Hola —permanece en el último escalón—. Um… ¿ya vas a la escuela?
Asiento. —Sí, ¿Por qué no te has ido? Siempre te vas antes que yo.
Se encoje de hombros. —Allysa está enferma y Clay tiene que acompañar a su mamá al doctor, tendré que irme sola pero, pues, ¿puedo irme contigo?
Sonrío. —Sí.
Asiente, ajusta su mochila sobre sus hombros. —Está bien, ¿Ahora o aún falta para que te vayas?
Levanto una mano. —Solo voy a tomar mis cosas —me muevo al sofá por mi mochila.
Tania se toca el bolsillo asegurándose que lleva su teléfono. —Vamos.
Le abro la puerta y salimos de la casa. Me alegra que esto esté sucediendo, la he extrañado mucho a pesar que vivimos en la misma casa.
No porque compartes espacio con alguien significa que sean cercanos, a veces es todo lo contario.
—Um, entonces… tus amigos —habla—, ¿Desde cuándo los conoces?
Es una larga historia. —Pues, desde hace más de un mes.
—Esa chica también es tu amiga, ¿no? —le digo que sí con la cabeza—. Es linda, ¿te gusta?
Arrugo la frente. —No, no de esa forma.
—Ah —sonríe—. ¿Es novia del otro chico? ¿Cómo era que se llamaba?
—Douglas —contesto—. Y tampoco es su novia, solo somos amigos.
—Ah, entiendo —responde viendo al suelo—. Oye… Lester, um, solo quería decirte una cosa.
—Dime —veo al frente, usualmente nos juntamos con Douglas para ir por Angeline y evitar que Evan la moleste, supongo que tendré que explicarle eso a Tania.
Tania se mira las uñas. —Bueno… veras, hay una presentación de baile y yo participaré —me explica—. ¿Te gustaría ir a verme? Es la próxima semana, el viernes a las cinco de la tarde —mira al lado contario—. Si no quieres está bien, solo que nos pidieron que invitáramos a nuestras familias y…
—Sí —le digo, sonriendo—. ¿Practicas baile?
Sacude la mano. —No es un baile así moderno, es algo que hacemos con Allysa y Clay, es, um… baile de salón. Vals.
Elevo mis cejas. — ¿De verdad? —una sensación de orgullo me llena por dentro—. Eso es increíble, ¿desde cuándo?
—Desde el verano pasado —admite—. Pero, um… bueno, solo no le digas a mis padres, ¿sí?
Asiento. —Ya sé, no te preocupes.
Veo a Douglas a la distancia, como siempre está recostado en la reja y con la pierna cruzada.
Tania también lo nota y afirma: —Tu amigo es bastante guapo.
Aprieto mis labios para no sonreír. —Es mayor que tú.
Sacude su mano. —No lo decía porque estoy interesada, lo digo porque lo es.
—Ah, supongo —contesto—. Oye, solo que tenemos que ir por Angeline, no le gusta caminar sola.
Bufa. —La entiendo, ¿Dónde vive?
Señalo hacia atrás. —En esa dirección, era más fácil ir primero por allá pero bueno, no sé, es la rutina que tenemos.
Douglas se gira cuando nos nota, yo levanto la mano y él su mentón. — ¿Qué hay? —Mira a mi hermana—. Hola.
—Hola —contesta.
—Vamos por Angeline —digo—. Ya le expliqué que eso hacemos.
Douglas se coloca a mi lado, ajustándose su chaqueta. Hoy Douglas se ve distinto, no sé cómo describirlo porque no sé qué ha cambiado. No es como si se hubiera cambiado el color del cabello o si tuviera lentes pero, es diferente.
Me tropiezo por estar buscando ese “algo” en el rostro de Douglas. Él me toma del codo. —Cuidado —me dice.
Yo asiento. —Gracias.
Tania se ríe. — ¿Recuerdas cuando te caíste del árbol porque te pedí que me bajaras una hoja que parecía un corazón?
—Cómo olvidarlo —aún me duele la pierna—. Por suerte no me quebré.
Ella sigue riéndose. —O la vez que nos colgábamos de la puerta de aquella casa, la de mi tía Helen y te golpeaste la nariz —niega—. Me sorprende que no te hayas roto la cara.
Sonrío de lado. —Siempre me accidentaba contigo.
—Pues no era mi culpa, solo estábamos jugando —afirma.
¿Cuándo fue la última vez que jugamos juntos? Recuerdo muchas tardes a su lado, sentarnos en el suelo, dibujar a su lado, imaginarnos siendo exploradores y correr por el pequeño jardín. Quisiera saber el momento exacto cuando las cosas entre nosotros comenzaron a deteriorarse.
Angeline está sentada en la puerta, sonríe cuando nos ve y al notar a mi hermana, levanta la mano y la saluda. —Hola —se acerca a ella.
—Eh, nos acompañará hoy —le aviso.
—Ya te recuerdo a ti también —Tania señala—. Una vez llegaste a casa, buscabas a mi hermano.
—Ah sí, eso fue al comienzo de todo —empuja el brazo de Douglas—. Antes que me agradaras un poquito.
—Buenos días, Angeline —usa un tono de sarcasmo—. Siempre tan amable.
—Buenos días Douglas, Lester y hermana de Lester que tiene una falda muy linda —dice.
Tania sonríe. — ¿Te gusta? Es de segunda mano pero se ve como nueva, ¿no?
—Me encanta —afirma—. Ese color es mi favorito, te queda genial.
Es un tono que parece una mezcla entre rosado y lila.
Mi hermana y Angeline se la pasan hablando sobre ropa el resto del camino. Cerca de la escuela me doy cuenta que ellas van un poco más rápido que nosotros dos, hablan con sonrisas en sus rostros y eso provoca también en mí una sonrisa.
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Editado: 15.06.2023