ANGELINE
—Entonces —doblo las piernas—, mañana es nuestra graduación.
—Lo es —responde Douglas—. Es todo, el final de la secundaria.
Los tres permanecemos en silencio por varios segundos. Seguramente estamos recordando cada momento juntos, cada loca situación que nos llevó a este momento. Cada día donde todo parecía impredecible. Cada lágrima, cada abrazo y cada sonrisa.
No quiero que esto acabe.
Lester se levanta y se coloca en medio de nosotros. — ¿Por qué están tristes? —niega—. Es el final de la secundaria pero no de nosotros, estamos destinados a estar siempre juntos, ¿no? Nos conocimos cuando éramos niños y ahora estamos aquí.
Douglas sonríe de lado. —Muy motivador, pero siendo realistas…
Lester bufa. —No voy a ser realista —nos señala con un dedo—. Voy a ser asquerosamente positivo y pensaré que todo estará bien. Que nada nos separará porque si realmente queremos seguir en la vida de nosotros, no nos iremos.
—Yo si quiero —afirmo—. Será aburrido no estar con ustedes, si me quitan a Douglas, ¿a quién criticaré constantemente?
Douglas me da una mirada. —Y si me quitan a Angeline, ¿De quién me burlaré?
—Y si me quitan a Lester —me levanto—. ¿Quién me defenderá de Douglas?
Douglas se levanta también y le toma la mano. —Si me quitan a Lester, ¿Quién me besará?
Arrugo la nariz. —Ay, no, ya no más cursilerías.
Ambos ríen.
—Hablo enserio —Lester afirma—. Solo tenemos una sola vida y quiero vivirla al lado de ustedes, mis mejores amigos —mira a Douglas—. De ti, quiero estar cerca de ti.
—Ah, que lindos —digo suspirando—. Seré su dama de honor en su boda.
—Claro —dice Lester, rápidamente sonrojándose.
Junto mis manos y una sonrisa se forma en mi rostro. —Tengo una idea —me muevo hacia la cama de Douglas y tomo mi bolso—. Voy a conducir tu auto, Douglas.
Douglas niega. —No, espera, solo te hemos dado unas lecciones.
Sacudo mi mano. —Soy asombrosa conduciendo, soy mejor que tú —los tomo del brazo—. Vamos, no seas un cobarde, Cold.
—Ja, ja —se resiste—. Verás, no quiero morir antes de graduarme de la secundaria.
Tiro de ellos. —Sí que eres una farsa, de chico duro y malo no tienes nada —sonrío—. Vamos.
Logro sacarlos de la habitación, bajamos las escaleras donde están sentados sus hermanos. —Ahora venimos —digo yo.
Ty nos da una mirada rápida. — ¿Me traen algo de comer?
—No —responde Douglas.
Mary y Aiden comienzan a pedir postres. Yo me río y les prometo que lo haré, les traeré pasteles de diferentes sabores. Para ellos, para la abuela de Douglas y para sus padres. Para todas estas maravillosas personas
Que ahora son como mi familia.
En estos meses la familia Rold se convirtió en básicamente nuestra familia. Ahora todos ellos saben que Lester y Douglas están juntos y los apoyan completamente. Sus padres son geniales y su abuela, la mejor de todas.
Lester nos confesó que le habló a Tania sobre su relación con Douglas y lo aceptó sin ningún problema, aunque estuvo de acuerdo en evitar contárselo a su padre. Lester se lo dirá a su mamá pronto, pues se ve totalmente comprometido en su relación.
Ambos han pasado tiempo en mi casa y en un par de ocasiones han conversado con mis padres. Yo todavía me estoy acostumbrando a muchas cosas y entre todas, a mi proceso de sanación.
Gracias a la terapia aprendí que habrá días buenos y días malos, que algunas veces me sentiré abrumada y otros sentiré que puedo comerme el mundo. Ella, mi terapeuta Raini Thome, me aseguró que los amigos siempre hacen el camino más fácil.
De eso estoy segura.
—Vamos, vamos —saco a ambos de la casa.
—Espera, la llave —Douglas entra y sale rápidamente con el llavero.
Me lo entrega y yo sonrío. — ¿Listos?
—Sí —responde Lester.
—No —contesta Douglas.
Los tres entramos al auto, yo en el asiento del conductor. Me acomodo en el asiento, ajusto los espejos y me abrocho el cinturón. Douglas se sentó a mi lado y Lester va atrás.
—Música —pido, tomando uno de los lentes de sol que dejamos aquí—. Ahora.
Douglas suspira y conecta su teléfono. —Pero escucharemos de las mías.
—Pon nuestra canción —Pide Lester.
Saco la lengua. —Ah, que cursis —sonrío— pero súbele todo el volumen, que todo el mundo escuche que estamos aquí, vivos y felices.
Enciendo el auto y retrocedo cuidadosamente para sacarlo del espacio entre el auto del vecino y el de sus padres, Douglas mira a todas partes asegurándose que no golpee su auto.
Douglas le sube el volumen y yo comienzo a avanzar hacia el frente. Está sucediendo, estoy conduciendo y lo estoy haciendo muy bien. Toda la tensión despareció luego de unos minutos.
— ¿A dónde vamos? —pregunta Lester, lo veo colocarse también sus lentes de sol.
Niego, sonriendo. —No tengo idea.
Douglas le sube un poco más a la música. —Me gusta ese plan —y él toma los lentes que quedaban.
—A mi también —afirma Lester por encima de la música.
Es la verdad. No tengo idea a donde voy, qué me espera el día de mañana, en un año o en diez pero pase lo que pase, tengo esta certeza dentro de mí que todo estará bien.
Que estaremos muy bien.
Douglas, Lester y yo no salvamos el mundo, no hicimos nada extraordinario ni fuimos recordados en los libros de historia por algo en particular pero, en nuestra historia, sí que todo cambió.
Puede que nuestras vidas por fuera parezcan ordinarias y simples, tres chicos que salen como los miles de adolescentes en el planeta tierra, nada importante que decir sobre cada uno.
Excepto que sí, tenemos una historia y no la cambiaría por nada.
A veces, las mejores historias, son las extraordinariamente ordinarias.
Y en nuestros días oscuros, solo bastará recordar cuando teníamos diecisiete y nos dirigíamos a ninguna parte, un viernes por la tarde antes de nuestra graduación para saber que aun si el invierno parece eterno, siempre se aparecerán los días vibrantes y cálidos.
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Editado: 15.06.2023