Sintió los rayos del sol sobre su cara irritándola, despertando poco a poco de su sueño, sus ojos se adaptaron a la luz proveniente del Sol, lo último que recordaba era haberse acostado sobre el pecho de Henry observando las estrellas junto con él. Al recordar a Henry, se sobresaltó, abriendo los ojos por completo sin importarle que le irritaran, se llevó una gran sorpresa al darse cuenta que se encontraba en su habitación acostada en su suave cama, las cortinas de color oro estaban abiertas permitiéndole acceso a los rayos del sol para entrar. ¿Cómo había llegado ahí? Seguramente Henry la había cargado desde el bosque hasta su habitación, olio su ropa, tenía impregnado el olor masculino de este en ella, no pudo evitar sonreír tal vez estaba alegre o quizás sucediera algo diferente a eso.
-Él no te trajo -dijo una voz muy conocida que hizo que saliera de sus pensamientos para prestarle atención a aquel rubio que se encontraba recargado en el fondo de la oscuridad, saliendo para hacerse notar-. Los dos se habían quedado dormidos muy juntos para mi gusto en el pasto del bosque.
-Izan…
Se acercó hacia ella hasta quedar enfrente de él, mirándola con aquellos ojos grises metálicos fijamente con un semblante serio.
- ¿Qué le has hecho a mi amigo?
-Nada de lo que yo... -respondió confundida-. Únicamente nos encontramos por casualidad en el bosque
-Nadie había estado tan cerca de Henry más que tú -dijo divertido-. Ni siquiera yo que soy su mejor amigo a quien llevo conociéndolo desde la infancia.
- ¿Qué tratas de decir?
-Tranquila Regina no vengo aquí a amenazarte que lo dejes más bien todo lo contrario -respondió Izan-. Él es mi mejor amigo hemos pasado juntos toda nuestra vida, sé que él nunca es abierto menos demuestra cariño a otras personas, pero contigo…lo hizo sin dudarlo, nunca lo había visto de aquella manera menos con alguien a quien apenas conoce, pero contigo parece como si te conociera toda la vida ya ni conmigo se ha acostado a dormir -lo último lo dijo en un tono de reproche.
-No le haré daño esa no es mi intención.
-Yo no estoy insinuando que le vas hacer daño -dijo Izan-. Más bien he venido a advertirte que tengas cuidado con Henry, él nunca ha tenido una relación tan cercana con alguien que no sea Leari o yo, no sabe acerca de los sentimientos y habla sin pensar sin importar si lastima a quien más ama, él nunca ha conocido lo que es el amor, es nuevo en esto, puede dañarte sin hacerlo.
-Sugieres que me aleje de él.
-Más bien que tengas cuidado.
- ¿Por qué me dices todo eso?
-Me caes bien -contesto alegre, cambiando rápidamente su expresión-. No quisiera que te hicieran daño menos por Henry.
- ¿Solo viniste a advertirme eso? -pregunto Regina-. ¿Por qué eso no justifica que hayas entrado a mi habitación?
Como si se lo hubiera recordó, engrandeció los ojos.
-Casi se me olvidaba, me mandó Leari a que te alistaras porque después de desayunar hay que entrenar.
-Gracias Izan.
Le sonrió este como siempre tan amigable, cerrando la puerta tras haberse ido, no sabía cómo sentirse, pero sólo estaba segura de algo: lo iba a salvar de todo aquel dolor que embriaga en su corazón, aunque ella salga perjudicada.
Se asomó en su armario dándose cuenta que era más grande de lo que aparentaba, al no saber que ponerse, eligió lo primero que agarro: una blusa de tirante de color rosa claro con una chaqueta de cuero negro, un pantalón negro y unos botines. Una vez que alisto su cabello en una coleta alta se encontró afuera de su puerta a Leari, ella se puso una blusa gris de tirante con rayas negras, encima traía una chaqueta negra, un pantalón negro y unas botas negras. Durante todo el camino hacia el patio de armas transcurrió en silencio ya que Leari se notaba tan seria que Regina no se atrevió a decir ninguna palabra para no arriesgarse a empeorar su humor. Se preguntó qué habría pasado para haberla hecho molestar, podía darse una idea, Henry era el único con la capacidad para lograr eso.
En cuanto llegaron al campo de entrenamiento que se encontraba en la parte trasera del castillo, la dirigieron a lo que era una pista de obstáculos donde ya la estaban esperando Celine, Izan, Sidney y Henry. En el momento que sus miradas se conectaron sintió Regina como el mundo dejaba de girar y se quedaba congelado. Tuvo que forzarse a alejar su mirada de él y concentrarse en lo que tenía enfrente: era una especie de pilares hechos de madera que miden unos tres metros, eran por lo menos más de una docena de esos pilares, no sabía para que pudiera ocuparlos hasta que Leari comenzó a explicarle:
-Un guerrero debe tener varias habilidad: ser sigiloso, tener equilibrio y reflejos, ser rápido y mortal al mismo tiempo -explico-. De las cuales tú no tienes ninguno de esos aspectos. Hoy por lo menos intentaremos que tengas equilibrio en tu cuerpo para eso están esos pilares.
- ¿Cómo se supone que voy a subir? -preguntó angustiada, al ver la altura de los pilares-. Miden lo triple de mi estatura.
-Los metalianos somos conocidos por poder saltar hasta cuatro metros sin ningún problema -respondió Henry-. Pero al no desarrollar tus poderes no tienes esa indispensable habilidad.
Editado: 26.04.2020