En cuanto se fueron los murmullos azotaron en el pabellón tanto de las aspirantes como de las concubinas antiguas.
-Incluso las doncellas se merecen más respeto -murmuro la joven de cabellos castaños claro que estaba delante de ellas-. Tener unas metalianas ahí -soltó un bufido-. Hasta aquí me llego olor a cerdo.
-Lo sé -dijo su compañera, esta tenía sus cabellos negros-. En cuanto entraron el hedor que desprendían casi me hacen vomitar.
-Me sorprenden que las acepten en el castillo -dijo con repugnancia-. Esos seres merecen estar donde pertenecen… en la basura.
Leari apretó tan fuerte sus nudillos que estos tomaron un color más claro, su cara se puso tan roja que seguramente la sangre se la había subido a la cabeza, Regina rogaba mentalmente que no fuera hacer una estupidez que pudiera comprometerlas. Justamente cuando pensó que Leari iba a saltar hacia esas oscuras para golpearlas, le sorprendió escuchar detrás de Leari a una oscura que se quejó de las otras:
-Son unas perras -mascullo molesta-. Es como mi madre dice las perras siempre ladran, pero nunca muerden.
-Disculpa -dijo Leari atónita, se volteó para ver a la oscura que había dicho ese comentario.
-Oh piensas igual que ellas -repuso apenada, se había puesto más pálida de lo normal-. Espero que…
-Para nada -interrumpió bruscamente-. Solo que no me esperaba ese comentario por parte de otra oscura.
-No todos pensamos igual -replico-. Yo creo que los metalianos merecen los mismo derechos de nosotros -lo último lo susurro-. Solo que en una época como esta es algo imposible
Leari sintió como su ira se apaciguaba, ver a alguien que no era tan desalmado hacía que tuviera esperanza en un mundo donde las dos naciones estuvieran en paz. Aquella chica debía tener su edad sino es que era un año más grande que ella, su belleza no era tan deslumbrante como la de las demás, pero debía admitir que sus grandes ojos avellanas llamaban la atención, era un color anormal para una oscura ya que siempre se caracterizaban por tener sus ojos profundos. El iris de sus ojos contrastaba con su cabello castaño claro y su piel nítida, llevaba como cualquiera de ellas un vestido sencillo y de todas las aspirantes era la mejor que le caía.
-Me llamo Palas -se presentó, le tendió la mano a Leari y esta se la estrecho-. Si no fuera por tu piel estaría segura que eres una metaliana.
-Me lo dicen muy seguido -repuso Leari-. Me llamo Isabelle y ella es mi hermana mayor Stefanie-Regina le saludo amablemente-. ¿De qué parte de Nueva Dark vienes?
-De Yodo -menciono en voz baja, era un delito grave mencionar el nombre antiguo de las ciudades-. ¿Y ustedes?
-Níquel -susurro Regina-. Es bueno saber que no somos las únicas de mentes abiertas.
-Para mí también lo es -repuso aliviada-. ¿Saben a qué área quieren ir?
-Doncellas -dijeron al unisonó.
Se sorprendió al escuchar eso, seguramente Palas pensaba que las querían ir a concubinas donde ganaban mejor dinero y tenían mejor prestigio.
-No me lo esperaba.
No pudieron responder al hablar nuevamente Madame Giselle hacía ellas mientras que las otras dos señoritas comenzaban a separar el grupo de treinta jóvenes en tres grupos. Leari y Regina les toco en el último grupo quien iba a ser supervisado por la misma Madame, a cada uno de los grupos los separaron en diferentes alas del pabellón y fue a su grupo a quien les dejaron en el centro del pabellón formándolas en una sola fila horizontal. Regina observó como las chicas se ponían rectas al pasar Madame Giselle a mirarlas, así que ella imito también sus movimientos. Con solo verla elimino a unas tres jóvenes porque no cumplían con los requisitos de belleza que ella pedían.
-El resto de ustedes den gracias a su belleza por el que aun sigan aquí -hablo seriamente-. Lamentablemente para algunas de ustedes no solo buscamos la belleza. A continuación, pasen a los siguientes escritorios que hemos puesto para ustedes -observó como las doncellas cargaban por sí mismas unas mesas de madera bajas-. Se les pondrá un poema que deberán escribir tal cual, como esta, las que no sepan leer o escribir será mejor que se vayan y no me quiten mi tiempo.
A continuación, les dieron a cada uno un número por el cual iban a ser identificadas, a Regina le toco el número cinco, Leari el número seis y Palas el número siete. Cada una se sentó en la mesa que le correspondía según su número, la mesa era de pequeña altura, tanto que lograba sentarse en el piso sobre un cojín de terciopelo rojo y lograr escribir. Tomo la tinta que había puesto y la hoja de escribir, observó a su lado como Leari no batalla al agarrar la pluma y ponerle tinta, seguramente ya estaba acostumbrada cuando Regina ni siquiera sabía cómo tomarla. Las mesas estaban formadas por dos filas horizontales, en la primera solo había tres escritorios y en la segunda fila el resto.
Se puso nerviosa, enfrente de ellas estaba pegado el poema escrito en un pergamino con tinta negra, al principio pensó que no sabría como leerlo, pero al verlo las letras que estaban escritas empezaron fluir sobre el pergamino acomodándose para que pudiera entenderle. Volteo disimuladamente a sus compañeras ellas miraban con atención el pergamino y otras tratando de descifrar lo que decía, supo que solo ella y Leari podían verlo y eso se debía a la magia que había puesto Celine en ellas, lo cual le agradeció mentalmente. Madame Giselle en compañía de otras doncellas les permitieron observar durante cinco minutos aquel poema que estaba escrito para que pudieran analizarla y después tendrían que escribirlo.
Editado: 05.07.2020