Difícil de admitir

9. "Hermosa y el hermosa"

Al llegar a su departamento, extendió sus brazos presentándome a su imponente planta.

—Bienvenida a mi pequeña casa —Anunció entusiasta.

La mandíbula casi me llegó abajo de sopetón.

—¡Vaya, humildad! —Digo con sarcasmo.

Su departamento más que cómodo, era inmenso. Ni siquiera la casa de mis padres junto con el patio de esta, le ganarían. Miré por todos los rincones de la sala de estar. Era bastante amplia y mantenía muchas cosas en ella; al lado izquierdo había una biblioteca que contenía bastantes libros. Era como ver el paraíso de la lectura. No existía un solo lugar que no estuviera ocupado por libros. Al lado derecho estaban los típicos sofás blancos y en la pared un gran televisor. Todo lo demás era decoración, como aquella guitarra roja que llamó más mi atención.

—¿Tocas la guitarra? —Le pregunté curiosa.

Él se encogió de hombros y fue directamente hacia ella. Con complejo de egocéntrico se limpió sus dedos con su camiseta, se sentó sobre un pequeño banquillo de al lado y la colocó sobre su muslo, comenzando a tocar. Primero fue una sonada bastante particular, pero después todo tuvo sentido cuando comenzó a cantar, sorprendiéndome. Cantaba realmente bien.

—Dedicada a ti —Me apuntó con su dedo índice.

—Gracias, cantas bien —Le digo con las mejillas sonrojadas.

—Lo sé.

—Yo también sé tocar —Le confieso

Jamás había revelado a nadie mis dotes artísticos, que no sea a él. A quien engaño, solo practiqué por unos cuantos meses algunos acordes y cuando tenía tan solo quince años.

—Necesito verte para poder creer —Me ofreció su guitarra y yo la acepté a regañadientes.

Hace mucho tiempo que no tocaba, pero aun así mis recuerdos de las notas volvían a mi memoria. Coloqué la guitarra sobre mi muslo y la primera nota que toqué fue el "Do" seguido del "Re" y el "Mi" Aún no perdía al toque.

—Tocas bien. No es por alardear, pero es una cosa más que tenemos en común —Me guiñó el ojo y yo rodeé los míos. Siempre Jaiden y sus cosas.

Seguí tocando hasta que fui interrumpida por el sonido del elevador, me miró con una sonrisa malévola y en sus ojos noté maldad ¿Que habrás planeado? Llegó a mi lado con esa complejidad de niño mimado.

—Bueno, es hora de transformarte —Todavía no entendía el concepto.

—¿Qué? —Le pregunté desconcertada.

Se fue sin explicarme lo que sucedía. Fue cosa de segundos cuando mi cuerpo comenzó ar| entrar en simulacro. Dos mujeres se aparecieron en mi vista con vestidos cubiertos con una funda transparente en sus manos. Luego sin comprender, apareció un hombre que tenía un rizador y un cepillo en sus manos. Mis ojos se abrieron par en par, tenía que salir de aquí. Si creían que me había a poner una sola mano de gato encima, estaban muy equivocados. Vi la salida y luego a Jaiden, mis ojos no paraban de hacer lo mismo por un largo tiempo como un emocionante juego de tenis. ¿Me largo de aquí para no tener que ir a una estúpida fiesta o sufrir por un rato y luego volver a casa? ¡Rayos! Miré a Jaiden y le hice señales para que se acercara.

—¿Por qué debo ir? —Le digo con la quijada apretada.

—Porque eres mi novia... falsa, ¿Lo recuerda? —Como no lo iba a recordar, sino me dejaba la mente tranquila.

—Porque no dices que terminaste conmigo... —Hice una mueca—. Déjame pensar en que podría ser... ¡Ah! Sí, T-te pegaba —Le propongo.

A Jaiden se le sale una carcajada. Negué furiosa. Le facilito soluciones a sus problemas y este hombre no para de reír. Sus carcajadas prologaron por un largo tiempo, incluso llegando lagrimear. Se tocaba su estómago tratando de tranquilizar su respiración, mientras yo, con mis manos posadas en mi cintura, lo encaraba con una ceja.

—¡Vaya! Hace tiempo que no me reía de esa manera —Hizo una pausa particular y alzó su índice—. Primero; no lo diría porque tú "mi novia"... —hace un entrecomillas con sus dedos—, quedarías como la mala de película y segundo; yo quedaría como él tipo que hace todo lo que su mujer hace y créeme, ese papel no me viene.

—¿Entonces debo ir por obligación? —Le pregunto inquietante.

—Claro, te pagaré las horas extras que perdiste —Estuve pensativa por un tiempo, este beneficio me favorecía mucho. Solo sería por unos cuantos minutos, además ahora estaba sola en esta situación del alquiler del departamento. Maldito karma, siempre me debe pasar algo para que este hombre aparezca.

—¿Solo serán pocos minutos? —Lo cuestiono.

—Sí, solo unos pocos minutos, aunque... —jugueteó con sus cejas—, si quieres pasar más tiempo conmigo yo no tengo ningún problema.

—Claro que no. ¿Y por qué es necesario tener que arreglarme? —Le pregunto, ya que detestó todo lo que tenga que ver con las manos ajenas sobre mí.

—Porque quiero que todos miren a la belleza que tengo por novia... falsa —Esta vez la que se reía era yo.

—Que dices, yo no soy bonita ¿por qué dices eso? Si nadie ha sido capaz de decírmelo —Le confieso con una voz sincera. Nunca me sentí de esa manera de gustarle a alguien.

—Tú eres bastante bonita, bueno para mí lo eres y si esos idiotas que no se interesaban en ti, ¿será que tienen problemas en los ojos o qué? —Sonrío como una boba. Es la primera persona que me dice esas palabras.

—Okay, empecemos. Quiero terminar luego con esta farsa —De la manera en la que hablé, no podía ocultar que de un momento a otro me volví una mujer totalmente nerviosa. Sus palabras me revolvían en el estómago.

—Lo que tú digas —Hizo una expresión extraña.

Jaiden fue devuelta hacia los estilistas, mientras yo no paraba de colocarme nerviosa. ¿Qué harían conmigo? ¿Cómo me veré? Miles de interrogantes dieron vuelta sobre mi cabeza, una y otra vez. Me mareaba de solo pensarlo. Murmuraban cosas con respecto a mí y al terminar él volvió con las chicas y el hombre. Nos presentó; una se llamaba Ámbar y la otra chica Marisol. El nombre del hombre, fue el que más captó mi atención, se llamaba Cecilio. Me recordaba al chico de las propinas de la película Mi pobre angelito.



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En el texto hay: juvenil, romance, amor

Editado: 28.10.2021

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