Presente.
Italia, 2025.
Diferente calzado, atípico recogido de cabello y una sonrisa inusual. Pasó un año desde que se alejó de todo, tiempo que la cambió, pero seguía siendo aquella mujer de talla grande y curvas sobresalientes. ¿La diferencia? Ahora disfrutaba del cuerpo con el cual nació.
La castaña había optado esa mañana por vestir lo mejor posible, después de probar en tantas empresas por fin la contrataron, la señora que la entrevistó hace una semana la había llamado confirmándole que sería la nueva secretaria de presidencia, la idea la entusiasmaba, valiéndose así misma que no necesitaba de su familia para llegar lejos.
Alessia Moretti podía conseguirlo.
Desde que pisó la empresa de modas, donde trabajaría y vestida con un conjunto azul, de pantalón fino, blusa con escote recatado color blanco y un saco sastre combinando con unos zapatos bajos, empezó a pintar el lienzo que sería su nueva vida.
La recepcionista notó ese brillo enceguecedor que desprendía la mujer.
—Debe estar feliz de trabajar aquí. —comentó sonriente. Alessia afirmó con la cabeza, había escuchado hasta el momento, maravillas del señor De Luca, por eso no le preocupaba tanto la idea. Había conseguido desbloquear el primer nivel de la lista de sus metas.
—Así es. Estuve fuera un tiempo y nada se compara con regresar a Italia, especialmente a Milán. —respondió frescamente y libre de poder mirar a las demás mujeres sin tener miedo a que estas la hagan menos o se crean superiores. Esta vez, nadie tendría oportunidad de humillarla como en el pasado. —Disculpa la insistencia, signorina. ¿La señora Giordano todavía no ha mandado a llamarme? —insistió por tercera vez. Quería dar una buena imagen y llegar impuntual a su primer día de trabajo, la marcaría.
La señora Giordano era una mujer que rondaba los cincuenta y nueve años, una mujer baja, pero muy dulce, que estaba buscando señoritas a las que capacitaría para ocupar su puesto, ya que ella quería retirarse y dedicarse a pasar tiempo con sus nietos.
Su receptora sonrió. Le caía bien Alessia.
—Déjeme consultar con la signora y le comunico. —explicó tomando el teléfono para marcar el número de presidencia. La castaña movió sus pies, sintiéndose inquieta. Era un edificio enorme, muchas modelos y trabajadores entraban y salían, dedicándole una sonrisa, que no sabía identificar como sinceras o burlonas.
Aquello no le quitaba el sueño. El mundo era así.
—Grazie. —colgó la recepcionista y le indicó a Alessia en que piso la esperaría la signora Giordano. —Que le vaya bien con el signore y no se preocupe, es un jefe dedicado y comprensivo. —añadió al verla palidecer, quizás por los nervios que a último minuto atacaron su cuerpo.
La castaña volviendo a tomar confianza se despidió y se dirigió al elevador marcando el piso junto con otros empleados. Su primer día. Estaría bien. Las cicatrices seguían ahí, en el fondo de su corazón, escociendo, remarcándole lo que vivió, pero con ayuda profesional estaba sobrellevándolo. Más valía tarde que nunca.
Al llegar al piso encontró a la signora Giordano, quien la recibió con una calurosa bienvenida luego de abrazarla fuertemente, queriéndola como una hija más.
—Signorina Moretti, de verdad me alegro que sea usted quien ocupe mi lugar. El señor me dio libertar para contratar a quien mejor me pareciera y confío plenamente que hará un excelente trabajo. —empezó a hablar la mujer, de codo a codo, sin dejarle de sonreír.
Alessia se sintió hostigada por tanta efusividad y trató de no ser grosera con la dulce mujer.
—Daré lo mejor de mí. —soltó finalmente. Aquello fue suficiente para Giordano, quien le comentó que el jefe ya la estaba esperando y no perdió oportunidad de hablar lo buen hombre que era.
Tanta perfección no existe, se convenció notando raro que todo mundo tuviera en lo alto al dueño. Quizás era verdad. Probablemente era un señor canoso, viejo y bajo, que tomaba en cuenta a sus empleados, pero era difícil de creer para ella, cuando siempre le tocó trabajar para hombres pedantes. Al final, la castaña dejó de lado sus dudas y se creyó todas las maravillas que flotaban en el aire.
—Ve, bambina. Él te espera. —la empujó a saltar la signora Giordano. Alessia respiró profundamente mentalizándose, poniendo una sonrisa en sus labios y pensando positivamente.
Ser la secretaria del señor Eric De Luca parecía no ser problema, pensó Alessia cuando entró a la oficina de su nuevo jefe y encontró a su ex. Inmediatamente la sonrisa de la castaña cayó, apretando con bastante fuerza la perrilla de la puerta. Frente a ella estaba él, con el rostro contraído y tragando duro, mirándola como si estuviera corto de vista. Ambos tensos por la presencia del otro. Jamás pensaron volver a verse las caras, no desde la última vez.
Diablos, no era ningún viejo ni canoso ni enano.
La signora Giordano al ver a Alessia destruir poco a poco la perrilla, intervino, se acercó a ellos, susurrándole a la muchacha que se estaba excediendo con la fuerza.
—¿Y bien? ¿Se quedaron mudos? No pensé que conocerse por primera vez los dejaría sin habla. —exclamó muy feliz Giordano, aplaudiendo y mirando con alegría a su ex jefe y a la signorina Moretti, quienes tenían en el rostro grabado el disgusto. —¡Ánimo, muchachos! Ya no estoy para este trote de presentarlos. Hagan las presentaciones para poder irme con mis nietecitos. —habló espontáneamente, riendo una que otra vez la mujer para intentar alivianar ese ambiente tan tenso que se formó y no entendía el motivo.
Fue Moretti quien dibujó una sonrisa falsa, echándole agua al enorme incendio que se desató en su interior. Dio unos pasos hacia adelante y ofreció su mano por encima del escritorio.
—Buenos días, señor De Luca. Seré su secretaria a partir de hoy, soy Alessia Moretti. —se presentó, haciéndose la demente de que no lo conocía. Maledetto imbroglione. Traditore. Bugiardo. Se abstuvo de decirle. —Cuente conmigo en lo que necesite, no soy la clase de persona que suele abandonar sus responsabilidades y pone excusas. —arremetió fingiendo muy bien su rabia.
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Editado: 14.11.2021