Lo primero que Diego hizo cuando bajó del automóvil fue arrojarse al pecho de su amigo. A Alberto le resultaba increíble verlo llorar. Ese no era el Diego valedor que nunca mostraba sus sentimientos.
-Hermano- le dijo apartándose un poco para verlo a la cara. -Te estuve buscando hasta en el basurero pensando que ese desgraciado había arrojado tu cuerpo para que se lo comieran los perros.
-Nada de eso. Estoy vivito y coleando.
-Y en problemas- Agregó Pablo. -y vaya si son problemas.
Diego desvío la atención hacia Pablo y se limpió la cara.
-Gracias, Pablo, por echarle la mano a mi amigo.
-Ni te esfuerces, que estoy arrepentido de haberlo hecho.
-¿Qué dices?- Diego miró a Pablo y después a Alberto, alternadamente.
Pablo exhaló un largo suspiro de contrariedad.
Fue Alberto quien explicó:
-Me dejé llevar por la rabia y los celos, y estrellé el auto que la novia o amiga de Pablo le había prestado.
Diego no entendía ni una sola palabra.
-¿Qué auto? ¿Qué amiga? ¿Cuáles celos? ¿De qué rabia me estás hablando? -Diego miró a Alberto de arriba a abajo. -¿De qué me perdí? ¿No te casaste? Hoy es el día.
-No, Diego, no me casé-. Alberto volvió a sentir un nudo en la garganta y los ojos comenzaron a humedecerse de nuevo. Se dio la media vuelta para recuperarse.
Pablo intervino:
-Después de que Alberto se te perdiera en el baile y que Jorge lo atacara, él logró llegar al hospital por su propia cuenta, sin embargo, cayó desvanecido y estuvo una semana inconsciente. Fue Natalia, quien siendo su enfermera, lo encontró. Ella me avisó, pero no pudimos localizarte ni a ti ni a su novia ni a nadie de su familia. Después Natalia y yo investigamos las redes sociales de Brenda, su novia, perdón su ex novia y descubrimos que ella si se iba a casar hoy, pero con otro tipo, no con Alberto.
-¿Pero qué rayos estás diciendo?- La cara de Diego se puso tensa.
Pablo continuó:
-Alberto hoy despertó en el hospital y se empeñó en darse de alta él solo y venir hasta acá. Natalia y yo lo ayudamos a escapar del hospital y yo me ofrecí, por estúpido, a traerlo hasta esta ciudad en el coche que mi amiga Nereyda me prestó. Nada más ni nada menos que un mustang que ella compró hace dos meses y que vale más que mi vida en estos momentos. Y el estúpido, aquí presente- señaló a Alberto, quien tenía la cabeza abajo clavando la mirada en el suelo. -me quitó el carro justo cuando salían de la iglesia Brenda y su esposo y abordaban su auto, y los persiguió hasta interceptarlos y echarles encima el carro de mi amiga.
-Uff, eso estuvo de película. ¿Por qué no me hablaron antes? Pagaría por ver todo eso que me acabas de contar-. Diego se rió como tonto.
-No es nada gracioso-. Pablo lo miró con ironía.
-De acuerdo. Lamento lo de tu coche, es decir, el coche de tu amiga-. Se disculpó Diego.
-Estoy en serios problemas con ella y con su papá.
-Ya te dije que yo te voy a ayudar con eso. Fue mi culpa-. Alberto intervino poniendo una mano encima del hombro de Pablo.
-¿Ah sí? ¿Y como cuantas monedas tiene un profesor en su marranito de cerámica?
-¡Basta ya de tu genio de la fregada!- Alberto le retiró la mano del hombro como si hubiera recibido una descarga eléctrica. -Ya te dije que…
-A ver, a ver, a ver,- interfirió Diego. -Después pelean. Primero lo primero. Salgamos de este lugar.
Alberto resopló sin apartar la vista de Pablo. Después dijo:
-Pues lo primero es que sepas que Bárbara está aquí, en esta ciudad. Justo cuando estabas entrando a esta gasolinera, ella salía en dirección a la ciudad.
Diego desconfiguró su rostro.
-¿Qué dices?
-Lo que oyes. Tu mujercita no estaba muerta, andaba de Parranda.
Diego quedó atónito y miró a Pablo esperando que confirmara lo dicho por Alberto. Pero Pablo chistó el diente y chocó la palma de la mano en la frente.
-Pablo no quería que te lo dijera porque no quiere demorar más en esta ciudad. Quiere largarse ya para Tampico porque esa vieja lo está apresurando.
-Repite lo que dijiste-. Al fin Diego pudo articular palabras.
-Que Bárbara está aquí, la acabamos de ver bajar y subir del autobús de ese cantante.
-Espera- Diego empezó a resoplar. -¿Tú me estás diciendo que Bárbara, mi Bárbara, salió huyendo del concierto de esa noche con ese charro?
-No es charro, es cantante de banda-. Corrigió Alberto.
-¡Lo que sea! ¡Quiero que me digas si es cierto!
Pero fue Pablo quien respondió:
-¡Lo es! Y no creo que ahora se dedique a hacerle la segunda voz al tonto ese. ¡Obviamente anda con él!
Diego apretó la dientes y miró con ojos de diablo a Pablo.
-¡Lo siento Pablo! ¡Nos quedamos esta noche!