-¿Porque detienes el auto?
-Tranquilo. Quiero comprar cigarrillos en aquella tienda de allá.
Pablo estaba visiblemente nervioso y preocupado. Ramon, de vez en cuando lo veía de reojo para cerciorarse de su semblante de angustia y sonreír con intención de burla.
-¿Vas a querer algo de la tienda?
-Nada, gracias. Lo único que deseo es localizar a mis amigos y salir de esta ciudad.
-Eso es peligroso. Tanto el taxi de ese Diego como la camioneta de la chica está identificados por tus cazadores.
-Es mi camioneta.
-¿En serio? Entonces no debes acercarte a ellos, al menos estando aquí en esta ciudad. Ya te dije que yo te llevaré a Tampico, o donde tu quieras.
Pablo lo vio a la cara con desconfianza.
-Cree en mí. Lo haré. Se lo dije a tu amigo Diego.
-Nadie hace favores así nadamas, menos siendo desconocidos.
-Mucho gusto-. Ramón alargó la mano para saludar a Pablo. Pero Pablo no reaccionó y siguió lanzando una mirada de desconfianza.
-¿Me vas a dejar con la mano alzada?
-Será mejor que aquí me dejes. Yo me las arreglo como pueda-. Fue lo que le respondió Pablo.
-¿Estás loco? Te van a pillar.
-Buscaré la central de autobuses y tomaré uno para Tampico.
-Nada de eso. Mira, mejor insiste en localizar a tu amigo Diego marcando a su celular. A esta hora, seguramente ya están en un lugar seguro.
Pablo se palpó la pierna a la altura del bolsillo de su pantalón advirtiendo que no estaba abultada y rápidamente hizo lo mismo en su otra pierna.
-¡Demonios!
-Qué ocurre?-. La altisonancia y el rostro encorajinado de Pablo llamó la atención de Ramón.
-No traigo mi celular. De seguro se me cayó cuando corrimos.
-Espero y no haya encontrado ninguno de esos grandulones que nos seguían.
-Esto no puede estar pasando-. Pablo se llevó ambas manos hacia la cara para tallarse la piel con fuerza y desesperación.
Ramon lo tocó del hombro e hizo por tranquilizarlo.
-Confía en mí. Te voy a ayudar a salir de aquí. Hace mucho que no voy a la playa.
Pablo movió un poco la cabeza para mirar de reojo la mano de Ramón encima de su hombro. Después puso los ojos en aquel hombre moreno y lo contempló frunciendo las cejas y destilando un brillo de desconfianza en su mirada.
-No entiendo porque habrías de llevarme. Entiendo la parte del dinero, pero no creo que puedas obtener de mi una gran cantidad.
Ramón puso también los ojos en él y le sonrió. Fue una sonrisa franca en la que mostró una dentadura blanca que contrastaba con el color de la piel de su rostro.
Pablo sintió la mirada de Ramón muy cerca y rápidamente regresó el rostro hacia el frente.
Ramón estiró aún más los labios y los hizo explotar suavemente en una risa con un toque de burla.
-No me tengas miedo.
-¿Por qué habría de tenerlo?
-Nomas digo. No sea que vayas a pensar que soy un delincuente y que te quiero robar.
-No eres gracioso-. La mirada de Pablo fue filosa. -Mientras tú vas por tus cigarros, yo iré al sanitario-. Dejó de verlo para abrir la puerta.
-No vayas a huir-. Ramón elevó la voz para que Pablo lo escuchara. -Recuerda que te están siguiendo y es gente muy peligrosa.
Pablo no le respondió y caminó a prisa hacia el área de sanitarios.
Ramón se revisó el bolsillo del pantalón. Estaba seguro que se había guardado la cartera ahí antes de subir al auto.
-¿Dónde demonios la dejé?
Se giró del torso sin alzarse para alcanzar el asiento de atrás. Removió una chamarra y la encontró. Y cuando la tuvo en su mano, vio el reflejo de una luz blanca alumbrar el recoveco abajo del asiento del copiloto. Llevó la mano hasta ahí y hurgó. Se halló un celular. En ese momento había entrado un mensaje a la bandeja y se acciona la luz que avisaba.
-¿Y este celular?
Se lo puso enfrente de los ojos y deslizó la pantalla. No traía contraseña. Vio una foto de Pablo con indumentaria de ingeniero en el fondo de pantalla.
-Vaya, ¿que tenemos aqui?
Deslizó la cortinilla de arriba a abajo y pudo ver que tenía un buen número de mensajes que no habían sido leídos aún.
Le llamó la atención que había mensajes de una aplicación de chats para buscar pareja. Además de la app del banco. Se concentró en el buscador de parejas.
-Yo conozco esta app…
Levantó la vista y vio venir a Pablo. Rápidamente oprimió el botón lateral para pausar la visibilidad de la pantalla.
-Son un Asco-. Dijo Pablo cuando subió al coche.
-¿Quienes?
-Los baños. Son un asco.