Dijiste Quererme (amores En Peligro)

Capítulo 43 Fuera De La Jugada

Desde que las vio subir por las escaleras del hotel, Alberto adivinó que esa noche habría problemas, como si suficientes no fueran los que ya tenían con los hombres de Nereida. A eso, ahora Alberto tenía que sumarle las miradas de celos que se estaban echando Brenda y Natalia en ese momento en que ellas se iban acercando a él. 

Las dos mujeres se estaban lanzado por el aire la madre nomas al verse. ¿Qué habría hecho cualquier otro hombre en su situación? ¿Habría pedido una sola habitación para tres? ¿O dos? ¿Una para él y Natalia y en la otra alojarían a Brenda? La situación era complicada para Alberto y él estaba a punto de adivinar qué tan caótica podría llegar a ponerse en cuanto ambas mujeres abrieran la boca. ¿Natalia estaría de acuerdo en quedarse a solas en una habitación toda la noche? Con toda seguridad y razón discutiría que ella es su pareja en turno y que tendría todo el derecho a compartir con él la cama con más derecho que la otra. Diría que sería suficiente con dejar sola a Brenda en cualquier habitación mientras que ellos hacían el amor en otra. Pero Alberto había decidido no enrarecer más la situación, así que optó por pedir tres habitaciones sencillas, una para cada uno, pensando que era la solución. De todas formas, pensaba no dormir para estar alerta ante cualquier movimiento sospechoso que pudiera darse en plena noche. Les pediría que por causas propias del peligro que acarreaba las circunstancias no pelearan más y se concentraran en descansar. Pero ninguna de las dos hembras lo escuchó cuando se los dijo. En cambio, comenzaron a discutir y hacer uso de palabras altisonantes, una hacia la otra.

- Será mejor que te largues, que te regreses con el tonto de tu marido y te olvides de Alberto. A él no le conviene perdonar a una mujerzuela.

- Pero es que esta tonta no se ha dado cuenta que solo fue el consuelo de un hombre decepcionado porque su novia cometió un error, pero aquí estoy de nuevo en su vida para aclararlo y que todo lo que había entre nosotros vuelva a la normalidad. 

-No me digas, pobre ilusa. ¿Y tu nieve de que la quieres? ¡Pilla! 

- Regresa a tu casa, niña babosa, y date por bien servida con haber quedado como una putita que mi hombre levantó en la carretera.

- ¿Vienes tú a decirme putita a mí? De verdad que eres una cínica, Brenda. De milagro tienes lengua porque cuantas veces no te la has de haber mordido, asquerosa prostituta.

- ¡Perra!

- ¡Golfa!

- ¡Estúpida!

- ¡Pendeja!

Iban a una y una, cuando Alberto se les atravesó, perdiendo la paciencia.

- ¡Si van a seguir así será mejor que nos olvidemos de buscar la cena y cada uno nos vayamos a su habitación!

- Bien, mi amor-. Natalia se le pegó al cuerpo. – vámonos a nuestra habitación. 

- Alberto no se va a quedar contigo. Tengo que hablar con él-. Se interpuso Brenda.

- Ya te dijo que no va a hablar contigo. ¿Cuántas veces debe repetírtelo para que te quedes callada?

- Brenda, escúchame-. Alberto comenzó a utilizar un tono de voz más suave. – estamos en problemas. Por tu bien, debes regresar a Ciudad Victoria con tu marido.

- ¡Con ese no volveré! Te amo a ti, entiéndelo.

- En estos momentos eso no importa. Si te quedas con nosotros, arriesgas tu vida. 

- ¿En que lio te metió esta niña estúpida?

Natalia brincó con las manos por delante y en dirección a la cara de Brenda, pero Alberto la contuvo.

- Espera, Natalia. No más golpes ni discusiones. Tenemos que resolver todo lo que está pasando, y pelear no ayuda en lo absoluto.

Natalia apretó los dientes. De alguna manera sentía rabia porque Alberto no la dejaba sacarle los ojos a Brenda. Eso indudablemente la ponía muy mal. Pero sabía que él estaba siendo prudente. Él estaba pensando más en la situación de conflicto por la que estaban atravesando y comprendía que si perdía los estribos por la presencia de Brenda podrían distraerse y salir perdiendo. En mala hora, esta mujerzuela vino a aparecer de nuevo, pensaba, cuando todo empezaba de maravilla entre ella y Alberto. 

Pero no fue ni el suspiro apresurado que arrojó ni la prudencia por la situación, lo que la hizo estabilizar su temperamento, sino que fue otra cosa que en esos momentos la anonadó: Con exactitud no sabía si era la mirada de súplica de Alberto o ese perfil masculino con una ligera barba que no había sido afeitada desde que saliera del hospital, lo que la doblegó. De verdad estaba sintiendo tanto amor por ese hombre increíble que ella juraba que era el amor de su vida. Aún y con todo el peligro que lo rodeaba quería todo con él y no iba a descansar hasta que ambos estuvieran a salvo y pudieran ser felices. 

En ese momento sintió un calor que le invadió cada centímetro de piel y que le aceleró el pulso. Era las ganas tremendas de lanzarse encima de los labios de él. 

Le sonrió pícara. Alberto entendió esa señal pero ensanchó ligeramente el contorno de los ojos para conferir a ella un mensaje gestual de que se controlara. Natalia giró los ojos hacia arriba y torció los labios en una mueca de fastidio. Recordó la presencia de Brenda y la miró con rabia. 

Brenda los veía con malhumor en una postura corporal de hostilidad con las manos recargadas en la cintura. 




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