Dile al corazón

Capítulo 18: Poniendo los platos sobre la mesa.

«La vida es una sola para guardarse las cosas tan profundamente, pela la cebolla a pesar de que llores en el proceso, es mejor hacerlo a tiempo, que después con muchos arrepentimientos».

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Después de estar media hora sentada en el mismo banco, y mirando el cielo, creí que cada parte de mi se congelaría al estar descubierta de esta manera, pero gracias al cielo que no fue así. A medida que mis pies sentían el frío de octubre, pensaba, ¿desde cuándo estoy sintiéndome de esta manera hacia él? ¿Desde cuándo olvidé a Lenin? ¿Era cierto que el primer amor, el verdadero, no se olvidaba? No entendía nada, porque estaba desconcertada a estas nuevas sensaciones, más intensas de las que sentí en toda mi vida, es como sí... todo tuviera su nombre. Y no es justo, ¡apenas me acordaba de él, con no decir que lo conocía de nada! Odiaba admitirlo, pero escapar de él se estaba haciendo cada vez más difícil, como sí el corazón estuviese esperando mi permiso para darle el sí fuerte, (aunque a veces dudo de que eso sea cierto, comparando lo que me ha hecho sentir en los últimos días). Es realmente dudoso ese hecho corazón, muy difícil de creerte, la verdad.

—¿Andas muy concentrada en tus pensamientos?

Volteo sorprendida hacia él, sin esperarme, que fuese la persona que estaba esperando en esta noche fría. Me regala una sonrisa ladina, regresando la vista al frente.

—También estoy así en noches como estas, no sé lo que tienen, pero hacen que las personas reflexionemos sobre muchas cosas, y más cuando estamos solos, ¿es uno de esos días para ti también?

—Quien sabe, ni yo lo sé muy bien, pero viendo como no me di ni cuenta de que estabas aquí puedo apostar que estaba muy ida en mis pensamientos.

Sonrío, era cierto lo que decía, la luz de la luna era sin duda la mejor compañía para reflexiones, debía de darle una medalla bien merecida por salvar muchas vidas de tomar malas decisiones, pero a veces pienso que es todo lo contrario. Niego con la cabeza y lo miro con curiosidad, llevaba un atuendo extraño.

—¿Qué diablos llevas puesto? Es demasiado extraño verte vestido de esa manera, hasta te ves chistoso.

—¿De verdad? Pienso que me queda de maravilla, es lo que normalmente llevo puesto en las noches, es como un hábito, no puedo quitármelo de ninguna manera posible, pero no creo que fue para eso que me hiciste venir ¿o sí?

Me encogí de hombros a la vez que me levantaba de mi asiento, ya se estaba volviendo cómodo y calentito, que pena.

—Ni que tuviera tanto tiempo para perderlo contigo, Oriel. Soy una persona muy ocupada.

Ríe al escuchar mis palabras, de seguro porque pensaba que no era cierto. Hasta yo pensaba que estaba bromeando cuando descubría la lista de cosas que tenía que hacer en el día.

—Adelante, ríete. Lo que muestre no significa que es la verdad, puedo estar mintiendo sobre eso y esconder una verdad aterradora.

—¿Cómo el que estés ocupada? —Arrugó la boca al mirarme para luego sonreír burlonamente hacia mí—. Pienso que es todo lo contrario, eres bastante propensa a olvidarte de las cosas, te recuerdo que, si no te recuerdo que tenemos tutorías, tú nunca aparecerías, ¿o acaso es que mi mente recuerda mal los hechos? —Coloca un dedo en su mentón para luego moverlo negativamente—. No, no lo creo.

—¿Sabes que puedo abandonarte en medio de la calle, y dejar que aprendas solo el idioma, Oriel? Tus burlas lo único que provocan enojo en mí, preciosidad, sino quieres que deje cada uno de los favores que te debo en este momento, es mejor que controles tu pequeña boca fastidiosa ¿quieres?

Levantó las manos con inocencia y siguió el camino en silencio por unas cuadras más, hasta que decidió volver a poner a prueba mi paciencia. ¿En serio quiere jugar con mi paciencia, en serio? Es verdad que no me conoce.

—Pero hablando en serio, los diseñadores de moda no están haciendo nada últimamente, solamente los veo libres de aquí para allá, ni siquiera los veo prepararse para la competencia entre áreas.

Suspiro unas tres veces para calmar mis ganas de mandarlo a la mierda, recuerda Luna, les debes favores, sé que no lo soportas, pero tienes que cumplir esos favores.

—Recuerdo que una vez ganaste ese premio, pero que nunca te presentaste, hay solo una persona que se pondría «El reloj de la ira», y esa sin duda era mi premonición, aunque aun no entiendo cómo fue que desperdiciaste semejante oportunidad, para los diseñadores es un honor recibir una beca en la compañía de Magnar Albertson, ¿por qué lo rechazaste?

—Esto y aquello, que la competencia, que los diseñadores esto, ¿tú en verdad no quieres aprender ese idioma, cierto? Me acabas de poner de mal humor con ese bendito tema, no sirve de nada intentar olvidar algo porque las personas tienden a ser entrometidas y metiches en ese aspecto —gruñí a su persona, que recién estaba viendo como lo estaba mirando desde que volvió a hablar—. De verdad que he intentado llevarme bien contigo, pero es que no se puede, me lo haces difícil, sin dudo las relaciones interpersonales no son lo mío.

Suspiré agotada, y me senté en el primer banco que vi que estaba disponible, Oriel se me quedó viendo con una sonrisa apenada, porque sí que era bastante hablador, eso no me molesta, son los temas que decide poner para la conversación, y han sido cada una de las veces que he tratado con él. Es increíble cuan mala suerte tengo con este hombre.

—Creo que te había dicho de mis malas habilidades sociales con las mujeres, además, tú eres bastante sensible con los temas que saco, ¿qué tiene de malo hablar de algo que todos los años se espera? Es demostrar lo mucho que has mejorado alrededor del año, y poder evidenciarlo ante las otras facultades, ¿por qué te pones tan susceptible con ese tema? —Se sentó a mi lado, buscándole respuesta a mi repentino mal humor. Y todo por su culpa—. Es demasiado extraño, pero, creo que en realidad no te caigo bien del todo, contando que apenas soportas verme unos cinco minutos. Que es demasiado comparado en secundaria, o el año pasado —ríe tristemente, observando como el cielo se hacía más oscuro a medida que pasaban los minutos, yo solo me quedaba escuchando, como siempre hacía—. ¿Es raro que te esté contando esto a ti, una completa desconocida, que apenas me soporta? Yo creo que no, si le contara esto a algunos de mis amigos se reirían de mí y luego me llevarían a la discoteca a conseguirme a una mujer, pero no me gusta eso, no es para mí, siempre he preferido estar en mi cuarto, viendo series, o analizando casos viejos que no se han podido resolver, creo que es por eso es que las chicas no me soportan, siempre que me quedo sin temas de conversación menciono un dato curioso que vi en los casos, o alguna que otra frase de la vida criminal.




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