Dile al corazón

Capítulo 26: Corazón Pesado.

«Hay mil y una maneras de entregarse, de olvidar, pero la esencial, la más fácil de todas es; tú mismo. Cuando aceptes la realidad, ese día, verás el verdadero color que te decidiste a no ver».
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Mirando el cielo, esperé a que Naomi decidiera hablar. No esperaba que quisiera decirme, aunque sea, lo que le aquejaba. Cuando hace apenas unas horas estaba mandándome a volar (no es como si ahora no lo hiciera tampoco, después de todo es Naomi), pero ahora es diferente, estaba cómo la había visto esta mañana, aunque mejor, lo que no sabía sí solo estaba fingiendo o sí era en verdad la realidad.

—No es fácil decir esto en voz alta. No cuando ni yo misma soy capaz de aceptar que apareció —sonríe débilmente, deteniéndose.

Sus manos pasan por su rostro, tratando de encontrar la fuerza suficiente para seguir. Deja su vista fija en el contén, asimilando que yo no estaba allí, que solo se lo estaba diciendo al aire. Apreté los labios, ¿quién es el causante de que estés de esta manera Naomi? De solo pensarlo me deja con suficientes ganas de buscarle y hacerle pagar.

—Él... —traga saliva con dificultad, mirando hacia arriba—, volvió. A pesar de lo que sucedió hace tiempo, ha regresado para atormentarme... una vez más. No puedo creer que sea tan cínico, ese maldito ha estado en la cárcel y no más salir... ¡nada más vuelve a querer joderme la existencia! —Furiosa, grita. Agarrando con fuerza su blusa, la veía clavar sus uñas en su piel, queriendo deshacerse de su cuerpo—. No sabes... no sabes cuán difícil está siendo para mí saber que él está libre, que es capaz de volver a acosarme... ¡era una niña, maldita sea! Me habían abandonado, había quedado desamparada por mis propios padres, ni siquiera sé que fue de mí en esos días porque lo único vivo son estos recuerdos asquerosos.

Su quijada estaba apretada, incrustaba las uñas en su piel, siendo este su único medio de soporte ahora. Renegué con fuerza, no queriendo escuchar más, podría leer entre líneas a que se refería y en verdad desearía estar equivocada, no, no quería tener esa imagen visualizada en mi cabeza. Era sumamente dolorosa, y sí así era para mí, no me imagino que sería para ella. Puse mi mano en su hombro, pero me alejó, estaba inmersa en sus pensamientos, en el odio que sentía hacia aquel hombre.

—Tenerlo como peso en mis recuerdos es suficiente, pude con ello, no culpe a nadie, hice que este cuerpo no me desagradara al solo verme, continúe mi vida a pesar de esto, pero ¿qué diablos quiere conmigo ahora? ¿Por qué molestarme, incluso ahora? ¿Disfruta tanto de verme sufrir? ¿Acaso es tan difícil dejarme seguir? Es frustrante tener que ver como continuamente sigue en esto, y la policía ni siquiera es confiable. Dicen que estoy errada y que aquello son simples mensajes —sonríe con amargura—. Por algo dicen que maldito el hombre que confíe en otro hombre, son escoria. Todos son escoria. No hay siquiera uno que sea diferente para mí. Me lo han dado a demostrar en el maldito trascurso de esta perra de vida que tengo.

Se levanta del suelo, limpiando sus lágrimas en el acto. Me brinda una mirada sombría, encerrándose una vez más en ella. Cerrando con llave aquella puerta que nadie ha sabido cruzar, y ahora lo entendía, porque no me lo dije en sí, pero lo sabía, sabía que no era capaz, hay algunas cosas que se debían quedar con uno, por más que uno confíe en alguien, nuestros problemas y obstáculos solo lo sabemos nosotros mismos.

—No es venganza lo que quiero para con él, eso no calmaría lo que me hace sentir, la forma en la que me repudia, solamente me haría más miserable... solo quiero —suspira profundamente, sintiendo su voz entrecortada—. Que me ayudes a que me deje en paz, por favor, por favor, ya no puedo más. No puedo dormir a pesar de que continúo diseñando, no funciona, ya no sé qué hacer, no me siento. Siento que me fui de mi a la hora que él volvió a acecharme. 

La abracé no soportando ver como se hundía cada vez que hablaba, dejé la mirada al frente, y observé la mandíbula de Matthew apretada, estaba mirando fijamente a Naomi, dio media vuelta cuando descubrió que lo estaba observando. Me quedé pensando en ese reacción, ¿qué fue eso? Negué, no dándole importancia a lo sucedido, Naomi me necesitaba, y vaya que no sabía qué hacer.

—No tienes que decir nada, ya sé que las personas se quedan mudas cuando se enteran de lo que me sucedió, pero al menos has la diferencia; lo que te conté no es para nada algo de lo que quedarse mudo. Muchas mujeres pasan lo que yo, suerte tuve —ríe al mencionar esa palabra—. Vaya, que salga esa palabra de mi boca es hasta sorprendente. Después de todo, nunca la tuve —niega, alejando esos pensamientos de su cabeza—. En fin, no era eso lo que iba a decir, solo… necesito que estés ahí, conmigo. Eso me dará la suficiente fuerza para continuar.

Le sonreí, no sabiendo muy bien que decir, lo único que sabía era, que estaba segura de que iba a terminar quemando a ese hombre en fuego, o quizá, tan solo quizás, algo que no me lleve a la cárcel.

Entramos a la casa, intentando de alguna manera, olvidar lo que sucedió allí, y mucho más, lo que aquello significaba. Naomi sorpresivamente, sonrió hacia Cathlyn, y bailó con ella, a pesar de que no tenía ese ánimo ni esa capacidad, lo hizo, y supe allí que fue para calmar sus pensamientos, para tratar de volver a ella, aunque sea, por un momento.

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Los días pasaron con rapidez, la cita del domingo se tuvo que cancelar, Phineas me necesitaba con urgencia, además de que las cosas en la casa tampoco estaban muy bien. La hermana de Zack ha tenido problemas con su respiración últimamente, y incluso cuando no lo veíamos debido a la cantidad de trabajo que realizaba a la semana, ahora mucho menos, a las 6 u 7 de la mañana es que empieza su día, agotándose en sobre medida, sin pensar en que eso le estaba haciendo mucho mal.




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