Dime que te quedarás (amor a lo Escocés #1)

Capítulo 5: ¿Trotar?

― Bella durmiente, es hora de despertar. ―me llamó una voz gruesa, con un acento muy marcado―. Levántate, tenemos cosas que hacer.

Ignoré la voz y seguí durmiendo, mi cama estaba demasiado cómoda y no podía encontrar ninguna buena razón para levantarme. Me di la vuelta dejando la voz de espalda y me acurruqué más.

― Me estas obligando a tomar medidas drásticas ―siguió diciendo la molesta voz.

Era mi sueño, no quería ninguna voz indeseada interrumpiendo mis sueños. Mentalmente le ordené que se callara.

―No me voy a callar hasta que te pares de esa cama. ―respondió la voz leyendo mis pensamientos.

Espera ¿una voz puede leer mis pensamientos? Bueno, es un sueño, razoné, y eso significaba que la voz estaba en mi mente, así que técnicamente tenía sentido.

―Está bien, no quería hacer esto pero me estas obligando. ―escuché pasos alejándose y sonreí feliz pensando que la voz me había dejado en paz finalmente.

De repente la luz del sol inundó toda mi habitación obligándome a abrir los ojos.

― ¿Qué rayos está mal contigo? ―exclamé sobresaltada a quien sea que haya abierto mi ventana, mientras me tapaba los ojos con las manos, alejando la luz.

― Eso no hubiera pasado si hubieses contestado mis llamadas o te hubieras parado cuando te dije que lo hicieras.― habló de nuevo la voz de mis sueños, la cual se me hacía familiar, me di cuenta una vez despierta.

Separé un poco los dedos, lo suficiente para poder ver entre ellos a una melena roja que se sentaba en mi cama.

―Ahora que ya estas despierta, levanta tu culo de aquí y vístete. Tenemos que ir a trotar. ―ordenó Aiden sonriéndome.

―Tú no puedes estar hablando en serio. Son las seis de la mañana ―chillé―. ¿Es que acaso una chica no puede dormir?

― No cuando ya tiene un compromiso. Y personalmente me gusta que cumplan las promesas que me hacen. ―me recordó dándome unas palmaditas en la pierna.

―Buen señor, ¿cómo puedes tener tanta energía a esta hora? ―observé con desconfianza.

Aiden no respondió, y se dirigió hacía mi armario con toda la confianza del mundo, lo abrió y empezó a rebuscar en él sacando ropa deportiva.

―Hey, pero ¿qué haces? ―me paré de la cama y caminé hacia él quitándole mi ropa de la mano―. ¿Y cómo es que estas en mi habitación?

―Nancy me abrió la puerta y dijo que podía pasar y despertarte. ―tenía que hablar con ella seriamente acerca de dejar pasar a desconocidos en mi cuarto―. Espero que no te moleste ―añadió inocentemente dándose cuenta de mi enfado.

Lo miré fijamente con incredulidad. Bendita sea la hora en que acepté esta estupidez, pensé con arrepentimiento.

―Quita esa cara y siéntete afortunada, no sabes la cantidad de mujeres que quisieran tenerme a mí despertándolas cada día. ―dijo pellizcándome la nariz con su mano, se la aparté bruscamente y me alejé, realmente quería golpearlo.

―Créeme que estaría más que feliz de llamar a cualquiera de ellas y decirles que te vengan a buscar. ―le solté enfadada mientras me encerraba en el baño.

―No te hagas la difícil ―me gritó desde mi habitación

¿Este hombre de verdad tenía más de treinta años? Porque justo ahora era más infantil que mi hermanita

Una vez en el baño dejé mis cosas en la encimera, y me miré en el espejo. Zombi no alcanzaba a describir mi aspecto. Las cervezas de anoche estaban pasando factura, me dolía un poco la cabeza y mi piel estaba pálida, lo que provocaba que las horribles ojeras debajo de mis ojos se acentuaran más. Mi pelo también era un desastre, necesitaba una ducha urgentemente.

Habíamos llegado tarde de casa de Aiden y había estado muy cansada como para bañarme, además que Nancy estaba pasada de tragos y tuve que ayudarla a cambiarse y acostarla a dormir, dejándome solo con la fuerza necesaria para ponerme el pijama. Seguía sin entender como Aiden estaba tan activo si se tomó la misma cantidad de Coronas que yo. Estúpido escocés.

Diez minutos después salí del baño como nueva y me encontré con Aiden acostado cómodamente en mi cama, con mi teléfono en su mano.

― ¿Qué haces con mi teléfono? ―acusé, quitándoselo de las manos.

― Revisaba tus fotos. ―confesó como si nada.

― ¿Mis fotos? ¿Por qué verías mis fotos? Existe algo llamado privacidad amigo. Es algo así como un derecho humano. ―bufé indignada

―Tardaste mucho en el baño y me aburría. ―dijo encogiéndose de hombros.

Me obligué a respirar profundamente, tratando de tranquilizarme.

―Creo que alguien se levantó con el pie izquierdo ―Me provocó―. No me puedo imaginar por qué. ―realmente quería golpearlo y borrarle esa sonrisa de la cara. Debió haber leído mis pensamientos porque levantó las manos en defensa y dijo rápidamente―. Paz, paz, la violencia es mala.

Le dirigí una mirada asesina ―No me provoques entonces. Y levántate de mi cama.



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En el texto hay: humor, drama, amor

Editado: 13.11.2019

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