-Por qué te volviste escritora? -
-Por qué el mundo que creo parece ser menos cruel. - Le conteste con los ojos cerrados.
-Pues no parece ser menos cruel que el real. - Por su tono de vos no había levantado el rostro para verme, seguía mirando el manuscrito, solo hojeándolo.
-Eso se debe a que deben tener una pisca de realidad para ser tomadas en serio. - Estaba en el sofá acostada boca abajo a causa del cansancio de haber estado escribiendo una noche entera entregada a la inspiración. - Al menos, puedo elegir mi propio final. - Termine con uno de mis ojos dirigido a él.
-Tus historias son muy tristes...-
-Lo son? - Lo interrumpí, algo ofendida que a esta altura se quejara de mis trabajos.
Pero él no se inmutaba por mi tono de vos, sabía que cuando tenía el sueño de una noche de trabajo, mi mal humos se hacía notar con malas contestaciones sin motivos de darlos.
-Dan la sensación de estar buscando respuestas... o quien las acepte. - No había notado ser una pregunta, pero, de todos modos, no lo oí como una.
-Vivimos buscando quien nos acepte...- Deje las palabras al aire.
"Ya estamos filosofando?" pensé.
-Acaso no es eso buscar el amor? -
-Y que sabes tú del amor? - Me incorpore, con mi orgullo herido.
Deja de ojear su cuaderno de notas para mirarme de frente.
-No conozco nada de ti, pero aun así pareces conocer todo de mí, que te hace tan confiado, ¿eh? -
-Tal parece, es un tema tabú para ti. - "Eso no responde mi pregunta!”. Él no había dejado de observarme, pero agacho la mirada para seguir examinando el manuscrito que le había entregado. - Y también lo muestras en tus novelas. Los personajes se aíslan tanto en la soledad que luego se encuentran desesperadas por saciar ese sentimiento de compañía que eligen a cualquiera. -
-Si eligieran a cualquiera, no abría personas que les gustará... no a todos les gusta el conformismo. - Espere a que me refutara.
-Y eso es porque tus finales son tan sorprendentes y satisfactorios. -
-Satisfactorios? - Levantando una ceja en énfasis a la palabra.
-Solo es mi opinión...- Dijo, observando como cruzaba las piernas al contrario a como las tenias. -No te enfades. - Recostándose en el sillón.
Lo vio muchas veces hacer lo mismo, recontándose, viéndose más cómodo donde fuera. Bajando sus hombros, sin perder la postura, en sus múltiples trajes de oficina y verse tan natural cuando venía personalmente a buscar los manuscritos. Eran pocas las arrugas que le figuraban casi imperceptibles, aun después de un largo día de trabajo. Al principio creía imposible llegar a admirarlo, pero era genial verlo como relajaba su cuerpo, su respiración, su rostro, inclusive su vos mientras leía mis novelas.
Inclusive al tiempo de conocerlo como mi nuevo edito, en su oficina con la biblioteca atrás suyo e incluso sobre el escritorio y encima de él, los libros abundaban con notas que sobresalían, lapiceras en su traje, en su computadora y en mano con hojas, cuadernos y manuscritos sin editar con notas escritas sobre y fuera de ellos, la postura he incluso la sensación que percibía entonces y la de ahora no son iguales. Me encanto, me había hechizado aun sin estar completamente convencida, el estremecimiento.
-Acaso no te causan emociones? - Me pregunte, porque era una pregunta que formule mentalmente sin esperar que me respondiera. Debía deberse al cansancio, había pensado en vos alta.
-No espero que me emocionen, sino que me atrape a tal punto que no quiera dejar de leer. – Fue que me sonroje por haberle prestado atención, me tumbó boca abajo, abrazando la almohada para aparentarle cansancio, sabía que me estaba mirando, lo sentía. Pero no quería enfrentar aquella mirada que me había sentir tan vulnerable, y desnuda emocionalmente, claro.
-Pensaba en vos alta. - Le confesé.
No tenía caso ocultar mi vergüenza, él sabía cómo era o una parte de lo que pensaba, a lo largo de los años que pasaron, trabajando juntos habían forjamos una especie de relación, que por su parte no sabía cómo definirla. En parte por una confianza íntima y una profesional. Deseando ocultar, tal vez un poco aquella parte de ella en que relucía una timidez de adolescente y el deseo de aventuras donde jugaba sus más pervertidas ideas imaginarias. Con la ayuda, sin la vaga idea por su parte, de su sexy editor.
Había veces en que los hombres tenían un interés que no lograba comprender, siendo tan tranquila, callada y un poco seria. Las ocasiones en que lograba ser partícipe de las presentaciones de sus obras, creaba un éxito extraordinario por el lado masculino, al del femenino, pero luego entendió por su amiga Violeta que la dirección de las charlas en las que se veía involucrada con sus “admiradores” solo era por el ámbito personal.
-A veces, odio esa parte de ti que no es consciente de lo sexy que eres para el sexo masculino. En serio, amiga, en ese aspecto te odio terriblemente. - Me había dicho cuando nos dirigíamos a mi departamento después de la fiesta que había organizado la Editorial para los miembros de la empresa y sus escritores, y demás relacionados.
No sabía en que momento, pero era consiente que su relación con su editor no era igual que con cualquier persona. Los nervios eran poco comparados con el roce de una mínima parte de sus cuerpos, o cuando le hablaba, en ocasiones, de cosas más allá del trabajo incontrolablemente me sonrojaba, me sudaban las manos, se le erizaba la nuca o todo el cuerpo con el uso de su imaginación de escenas en las que se encontraran sus personajes ficticios ejerciendo una pasión de fuego, que se excitaba el punto que su sexo le dolía en el deseo.