Desde su ventana, Hikari contemplaba la luna y el sueño se le escapaba en amargas reflexiones, su silencioso llanto era la única señal de que tenia roto el corazón, en su cama reposaba un modesto pero adorable traje de novia, en su bracero se consumían los restos de una flauta de bambú y una carta.
-Mañana me caso…mañana me caso, Tadashi…ojala hubiera podido olvidarte…
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Durante la semana posterior a la desaparición de Tadashi visitó la pagoda diariamente, con la esperanza de que todo fuera una mala broma, producto de un enfado temporal, pero conforme las flores morían y se veía incapaz de hacer que el lugar recuperase su buen aspecto desistió, desistió de todo, de esperarlo allí y de atender aquella miserable pagoda.
-Ya no voy a volver-le dijo a sus abuelos-a nadie le importa, ¿Por qué me tiene que importar a mi?
La pareja de ancianos llevaba ya tiempo preocupados por ella, por los cambios de humor que desde hacia tiempo tenia, hacia una semana parecía tan feliz y ahora, al igual que las flores, parecía marchita, la abuela achacaba todo los nervios por su compromiso que entraba en un momento delicado, esperaban la primera visita al hogar de Kazou, el esperado pretendiente, y de allí a un año la boda, como Hikari era un alma sensible sospechaban que solo se lo estaba tomando mal.
-Está bien, querida-dijo su abuela-de todos modos no podrás seguir en esos menesteres cuando seas una mujer de hogar, pero debes seguir saliendo, te hace falta el sol, estas tan pálida.
-También estas muy delgada-asevero su abuelo-eso no es atractivo, come algo.
-No tengo apetito-apenas y había tocado el arroz, llamaron a la puerta-yo iré.
Se levanto perezosamente y atendió a un anónimo mensajero que traía una bonita caja, Hikari la recibió con cierto fastidio, pensando que era alguno de los tantos regalitos con los que su pretendiente había tratado de encantarla, pero entonces vio que la tarjeta tenía una letra distinta y no contenía más que las siguientes palabras “Para la señorita Hikari de parte del señor Ta-Kay”, la abrió y vio que contenía una docena de pastelillos dulces, bellamente decorados, tan calientitos y olorosos a jengibre que le hicieron la boca agua en un instante, se escondió la tarjeta y le dijo a sus abuelos que era un regalo de Kazou, así podrían todos disfrutarles.
Aquella fue la primera de una larguísima serie de señales que durante un tiempo no fue capaz de entender, el misterioso Ta-Kay siguió enviando regalos a cosa de uno por semana durante los siguientes dos meses, siempre era comida y de primerísima calidad, las manos que preparaban aquellas pastas debían ser mágicas, la fruta se mantenía fresca más de lo que a cualquiera se le hubiera ocurrido, el día de su cumpleaños el anónimo emisario llego con ayuda, cargando un magnifico lechón, jugosos y dorado, cuyo aroma atrajo la atención de la mitad de la aldea, era tan grande que se pudo repartir y hasta sobro.
Hikari se las apaño para mantener en secreto el verdadero origen de aquellas delicias, experimentaba un curioso placer al aceptar las ofrendas de tan enigmático admirador a la vez que cierta culpa, pues no acababa de decidir si aquella limitada traición a Kazou también lo era para Tadashi, la nueva dieta le ayudo a recuperar peso y color pero nada podía hacerse con la tristeza que le invadía y que pareció tocar su cenit el día en que su prometido finalmente llego, era todo cuanto había esperado…lo que no aportaba mucho en realidad.
Ciertamente el Hacendado Kazou, dueño de ricas caballerizas y varias cabezas de ganado, era un buen partido, le llevaba más de treinta años aunque no lucia anciano ni era mal parecido, tampoco era violento, de hecho se le tenía por un tipo sumamente inofensivo, su fortuna era heredada asique no había tenido que trabajar por nada ni un solo día de su vida, había puesto su mirada en Hikari igual a como lo hizo con sus últimas cuatro esposas, simplemente le dijeron que era la chica más bella de su aldea y la quería para sí, para que le diera hijos y aumentara su estatus, lo que a la vez aumentaría sus riquezas.
-Es realmente hermosa-dictamino tras examinarla como si fuera una res que se plateara comprar.
-Y es muy hacendosa-decía su abuelo-trabajadora y responsable de su hogar.
-Sera una excelente madre-apoyaba su abuela-no verá jovencita más dulce en su vida.
Editado: 07.08.2018