Dinastia Uni-Tomo 1

12-Un Singular Compañero

Kouro le había dicho a su madre que seguramente regresaría a casa en el momento en que se le agotara la mercancía y necesitara rellenar el carromato pero lo cierto es que volver era lo último que pretendía, astutamente había diseñado un conjuro que le permitía meter muchísimas cosas en pequeñas cajas por lo que prácticamente cargaba todas sus existencias consigo, si un comprador no tenía dinero estaba dispuesto a aceptar trueques, en especial en aquellos caso en que el cliente poseyera sin saberlo algo mágico, de esta forma su carromato nunca estaría vacio y nada le obligaría a regresar.

 

Con aquella estrategia fijada se lanzo a los caminos, los cuadros y las casi trescientas ampolletas de perfume salido de la ultima garrafa fueron una excelente carta de presentación mientras se popularizaban los amuletos y las estatuillas se quedaban en decenas de casas, cada vez que llegaba a una aldea se ubicaba en el centro de esta y abría ambos costados de su carromato convirtiéndolo en una legitima tiendita de curiosidades, entonces comenzaba su clamor lleno de un carisma y energía del que nadie en su familia le habría creído capaz.

 

-¡Pasen, pasen!, ¡Vengan y asómbrense con el Emporio Ambulante de Ko-Kay!, ¡Productos únicos y de la mejor calidad!-su entusiasmos resultaba contagioso y pronto la gente empezaba a llegar-por aquí, miren sin compromiso, tengo amuletos para la suerte y la salud, un gran surtido de hierbas, velas aromáticas para el hogar y herramientas para el campo, también novedades y juguetes maravillosos para los niños.

 

Se quedaba en los pueblos alrededor de una semana, a veces un mes, según el potencial de negocio y cuando creía haber agotado toda posible venta se reabastecía y regresaba al camino, en ocasiones pasaban días sin ver a otra persona, con suerte uno y otro viajero ocasional, en aquellas soledades solía detenerse a pintar algo, siguiendo el consejo de su abuela procuraba sacarle el máximo a cada momento, descubriendo que la carrera que había elegido para huir de su casa era una autentica vocación que le llenaba de placer y le calmaba el espíritu.

 

 

Supo que había dejado Nagasaki cuando le empezó a costar dar con un mensajero dispuesto a llevar cartas hasta los predios de su padre y comprendió lo realmente lejos que estaba de su hogar cuando la gente empezó a verle con cierto pasmo, entraba en territorios donde el terrateniente Ta-Kay era un lejano rumor y de los Uni no se sabía nada, recordó que llevaba por allí un sello de respaldo pero estaba demasiado orgulloso de ser un Uni y prefería que le vieran con temor a la repulsión que podrían causar sus cicatrices, eso habría sido una pésima movida comercial; dejo de escribir al comprender que a sus cartas les tomaría más de un mes llegar a su destino y se entrego completamente a la experiencia del viaje hasta que un día se encontró en una ciudad al borde del mar, cerro las ventas temprano para recorrer los muelles en busca de un barco que se dirigiera a la isla Honshu pues deseaba conocer Kioto, la capital del Japón, y fue atraído por uno bastante grande que cargaba todo tipo de mercancías, pasando por alto las miradas de la gente se acerco cuanto pudo para ver lo que cargaban.

 

-Disculpe-se acerco a quien le pareció era el capitán-¿Este barco va para Honshu?

-¿Qué?, no, este barco no va para Honshu-fue grosero debido al susto pero como Kouro retrocedió gentilmente se corrigió-este barco, joven, va para China.

-¡China!-exclamo asombrado-¿No le queda muy lejos desde aquí?

-No porque hace escalas, es un barco de mercaderes.

-No me diga, sucede que también soy mercader, ¿A qué costo podría unirme a su expedición?

-Según el equipaje a cargar y cuantas personas sean.

-Solo yo, dos caballos y un carromato de medianas proporciones.

-No llevamos animales, los caballos se quedarían.

-Bueno, imagino que puedo comprar otros allá…

 

El capitán hizo las cuentas y le dejo ir un precio que casi le infarta, equivalía casi a la pequeña fortuna que había logrado acumular y a pesar de su sistema las mercancías se le acababan, la apuesta entonces era llegar a China sin un yen y con muy poco para reponerse o quedarse allí y cuando se le acabaran las cosas verse obligado a volver, le dijo al capitán que lo pensara y este se apresuro a informarle que el barco saldría a la mañana siguiente de modo que tenía hasta entonces para decidir, además no habría otra expedición similar hasta el próximo año.

 



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En el texto hay: demonios, japon, magia

Editado: 07.08.2018

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