Del día anterior a este Rin no se había enterado de mucho, de hecho se había desmayado cuando la llevaron al palacio de modo que cuando despertó en una cama desconocida, en una habitación extraña, se sintió por completo perdida, por suerte solo le duro unos minutos, el tiempo que tardo Haku en ver que había despertado e ir con ella para hacerle beber un té de hierbas demasiado caliente.
-¡Cof, cof!, ¿Haku?-le dolía todo el cuerpo y agradeció que le dejara recostarse otra vez-¿Dónde estoy?
-En la habitación del maestro Koukamy.
-¿¡Que!?-eso si la despertó.
-Por favor quédese quieta, es mi deber ver que se recupere.
-Haku… ¿sabes quién soy?
-Te llamas Rin, eres un cadete, o más bien un impostor, te has hecho pasar por un hombre demasiado tiempo.
-Pero él me descubrió.
-Por supuesto, no se le pueden guardar secretos al maestro Koukamy, lo importante ahora es que salvaste su vida, seguramente te recompensara.
-¿Tú crees?
Haku no contesto pues en ese momento sus sentidos, previamente sincronizados, sintieron la cercanía de su maestro, salió sin aviso y unos momentos después quien entro a la habitación fue el mismísimo Kouro Koukamy.
-Maestro…
-Llámame Kouro-se sentó en la cama a su lado-después de lo que hiciste creo que te has ganado ese derecho.
-Solo cumplía con mi deber.
-Tú deber es obedecer mis órdenes y nunca le ordenaría a alguien que saltara sobre media tonelada de músculos e ira por mí, pero no me malinterpretes, estoy en deuda, de no ser por tu oportuna intervención en estos momentos se estaría celebrando mi funeral.
-Usted sabía que era una mujer-ya en medio de la charla se atrevió a mencionarlo-por eso no me eligió.
-¿Para ser un Uni, dices?, claro que no, no funciona en mujeres, pero si te soy franco la verdadera razón fue que no lograba entender que hacías aquí, que pretendías, esperaba me lo dijeras.
-No pretendo nada, lo admiro y quiero dedicar mi vida a usted.
-Una respuesta halagadora, ahora-la miro directo a los ojos-por favor, la verdad.
Rin se mordió el labio y para ganar algo de tiempo fingió buscar una posición más cómoda, Kouro no se movió un centímetro ni dejo de mirarla, por primera vez la chica reparo en lo nostálgica que era su mirada.
-¿El nombre Kazou le dice algo?-pregunto.
-¿Kazou?-eso sí le sorprendió-no mucho, era un socio de mi padre, murió muy viejo poco después que mi madre.
-Y como solo tuvo hijas todo lo que poseía paso a la familia Koukamy, algunos decían que el primer Uni le había lanzado una maldición que le impidió tener un heredero varón.
-¿Mi padre?, que ridículo, nunca tuvo esa clase de poder y menos motivos para hacer tal cosa, ¿pero qué tiene que ver contigo el fallecido Kazou?
-Todo: era mi tatarabuelo.
-¡No me digas!, ese si es un interesante giro.
-Fui criada por mi madre y mi abuela en una cabaña, rodeada de privaciones, y desde que recuerdo no pasó un día sin que me recordaran a quienes debíamos nuestra ruina.
-Debo decir que estoy un poco alarmado-puso distancia-con esa historia tendría más sentido que me odiaras.
-Debería ser así, ¿verdad?-se alzo de hombros-pero una parte de mi nunca entendió porque debía odiar a personas que no conocía, como sea, en cuanto crecí lo suficiente me escape y vine aquí.
-¿Por qué aquí?
-No sé, tal vez porque era el único otro lugar del que sabía, cuando llegue y vi la ciudadela, el palacio…a usted…me sentí fascinada.
-Fascinada-repitió, mirando con renovado interés su aura doble, mitad negra y mitad blanca, por fin se levanto y se alejo-no me estás diciendo todo.
-Pero maestro…Kouro…
-Se cuán difícil puede ser decirlo, no te obligare, pero quiero que tengas presente esto: Ya ame, y perdí, ella fue asesinada junto a mi hija no nacida, comprenderás que no deseo arriesgarme a sufrir esa clase de pérdida, sin motivo, otra vez.
Editado: 11.08.2018