Dios de las estrellas

CAPÍTULO 4: RECUERDOS

Una hermosa niña de no mucho más de 5 años de edad, de tez morena, peinada con unas delicadas y hermosas trenzas en la cabeza, un hermoso vestido color crema y unas delicadas y muy perfectas sandalias color rojo, se hallaba realizando unos apuntes en una inmensa mesa muy brillante color caoba. Esta niña tiene la cabeza metida entre las hojas del cuaderno, su vista está plantada en los ejercicios que realiza.

Me acerco lentamente, a medida que voy avanzando un sonido agudo de hace presente en mis oídos, penetrando mi cabeza.

De un momento a otro aquella hermosa niña cerró inesperadamente su cuaderno y saltó de la silla.

Ahora yo me encontraba detrás de ella, siguiendo sus pasos mientras ella corría dando saltitos. Este pasadizo se me hace muy familiar, es como si ya hubiese estado por aquí.

Ella gira al final del pasillo y es seguida por mi, una enorme puerta color dorada se encuentra entreabierta, la pequeña ingresa corriendo sin tocar ni pensar.

Un señor yacía en un sillón color crema, tiene el cabello blanco por la edad y entre sus manos un violín, uno muy hermoso, no podía ver más allá, quería moverme pero no podía. Una hermosa melodía que era expulsaba por el violín se detuvo con el sonido de la puerta.

Aquel hombre levanta la miraba, dejando a un lado el violín y abriendo los brazos para seguidamente la niña estar entres éstos recibiendo un enorme abrazo.

—Papi, Papi ya termine tooooda mi tarea, ¿ahora si puedo ir a jugar? Por favooor —menciona aquella niña, mientras yo sigo en el marco de la puerta aun sin ver el rostro de ambas personas.

—Ahora que ya terminaste, claro que si puedes ¡anda corre, que ya llega la hora de almorzar cariño! —dice la persona mayor.

—Siiii, te quiero mucho papi —la niña le da un efusivo abrazo y un sonoro beso en la mejilla derecha.

Un fuerte mareo hace que cierre los ojos y vea a la niña de hace un momento correr en un hermoso jardín, el sol ilumina muy fuerte el día dejando a la vista el hermoso lugar. Árboles muy grandes y verdes llenos de vida se encuentran a lo lejos, campos extensos de flores rojas y amarillas muy hermosas se dejan ver por todo el lugar.

Sigo a la niña a paso acelerado pasando por entre las flores sin tratar de hacerles mucho daño. A lo lejos se escuchan unas muy graciosas carcajadas. Dos niños subían y bajaban de un columpio muy felices, uno de ellos tiene la cabellera rubia y el otro castaño claro. La muy emocionada niña llega junto a ellos y sube en el último y único asiento disponible de aquel columpio.

Los tres niños reían a campo abierto sin interrupción alguna. Me acerco lentamente quedando delante de ellos tres.

La hermosa niña con trenzas mira sonriendo al niño rubio del medio luego de ello lleva lentamente la mirada fijándose en el horizonte. ¡Es Gerona! Asombrado llevó mi vista al niño rubio, y éste mira sonriente igual al horizonte, mostrando sus perfectos y blancos dientes, sus ojos curiosos ojos azules son como el océano. ¡Ése es Uriel! Y por último me fijo en el siguiente y último niño, los ojos de éste son negros, un negro muy profundo y expresivo, tiene una enorme sonrisa al igual que los otros niños mostrando su alegría, no se quien sea el ultimo niño pero este trío se ve muy unido.

Los tres niños desbordan mucha energía que llega a enternecer mi corazón, la fraternidad y unión se ve reflejada es esta felicidadtrayendo los recuerdos de los días en los que jugaba con mi hermana.

De pronto todo empieza a girar y desaparecer llevándose mi ser con el.





 

Retiro rápido mi taco del cuerpo inerte de Gerona y me levanto asustado.

—¿Qué fue eso? —dije en un susurro.

Uriel levanta su mirada y me ve con sus ojos llorosos demostrando el significado puro del dolor.



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En el texto hay: luz y oscuridad, homosexual, dioses

Editado: 02.11.2018

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