Hacía unas semanas no tenía amigos sin embargo, ahora tengo una mejor amiga y es la mejor del mundo. Aunque solo sea una me basta, no necesito tener muchos amigos para sentirme feliz, Adina y yo somos dueñas de nuestro propio club.
Era la fiesta de cumpleaños de Adina y me encontraba en su casa, mami me acompañó ya que la mami de Adina: Alayna, era amiga de mi mami. Era divertido que nuestras mamis eran amigas también, eso lo hacía más especial.
A diferencia de mí, Adina consiguió amistades velozmente en la escuela. La mayoría de mi salón de clases se encontraba en la fiesta, Adina se llevaba muy bien con ellos pero no era tan cercana. A pesar de su timidez al principio una vez que tomó confianza supo conseguir amistades.
Estábamos jugando a las escondidas cuando de repente la mami de Adina nos llamó a todos para que partiésemos el pastel. Rápidamente salí de mi escondite y correteé hasta llegar a mi destino; sin embargo, no divisé donde estaba con exactitud el pastel y corrí tan rápido que no pude detenerme a tiempo e hice caer el pastel de Adina. Estaba tan avergonzada con mi amiga, no quería arruinar su fiesta de cumpleaños.
Salí de su casa y me senté en la orilla de la calle, donde la gente pasaba caminando.
—Dios ¿por qué no me has bendecido? —Susurré llorando con enojo y tristeza mirando el cielo azul de aquel día.
De lejos se escuchaba la voz de mami llamando mi nombre. En ese momento solo quería desaparecer.