Muchas veces nos hemos sentido una pieza de puzzle que no encaja en el mundo. Y si, yo fui una de esas personas, una que intenta descubrir el camino más fácil y así evitar la batalla.
Quizá ese fue mi error, pensar que de esa forma podría superarlo... pero lo que en realidad no sabía, era que cada segundo que pasaba, me estaba hundiendo más y más en todas mis peleas hasta acabar conmigo misma.
Recuerdo aquella semana de junio perfectamente, aquel día en que mi vida cambió por completo.
Nunca fue él, o mis padres, mi hermana mayor o mi mejor amigo, ellos nunca fueron el problema...
El problema siempre fui yo, cegada por los pensamientos negativos dentro de mi y la angustia con el '¿Qué dirán?'
Pero con el tiempo las cosas no se superan o se olvidan, al contrario, están allí, solo que aprendes a vivir con ellas. Al fin y al cabo, no tienes otra opción.
Siento mi corazón latir tan abruptamente que mi pecho comienza a doler, este maldito sentimiento quema mi alma como el mismísimo infierno. Pero ya no hay vuelta atrás, porque ahora estoy sola sentada en el melancólico pasillo del hospital dejando salir las lágrimas.
Mi mejor amigo se sentó a mi lado sin decir alguna palabra, lo observé de reojo antes de sorber mi nariz sin ningún tipo de delicadeza.
―No te diré que no llores, tampoco que no pienses en eso, porque entiendo que no estás bien y necesitas desahogarte.
Mi mejor amigo de la infancia, Travis Payne, tomó mi mano haciendo suaves caricias. Él siempre fue como mi hermano mayor, es una de esas personas que nunca olvidas porque han logrado tocar tu alma de alguna forma. Y ahora se encontraba sentado junto a mi, sentado en el frío piso del hospital sin decir una sola palabra, estaba dándome mi espacio.
―No quiero hablar, Travis, no ahora.― aclaré sin ganas.
―Lo sé, pero tampoco me iré.
Luego de ese día no paré de tener pesadillas, cada noche veía a mi padre muerto por ese accidente.
― ¿Tienes que viajar por tanto tiempo? ― pregunté a mi padre entre sollozos.
―No estés triste, Beatrice, prometo regresar para el día de tu cumpleaños.― respondió antes de despedirse y marcharse.
¿Quieres saber una cosa? Si volvió, pero luego del accidente aéreo, murió... el día de mi cumpleaños.
Después de ese momento dejé de creer en las promesas, ¿Por qué prometer algo si no sabes que ocurrirá en tu futuro?
No tuve la oportunidad de verlo o hablar con él cuando partió a Nueva York por trabajo, y tampoco tuve la oportunidad de asistir al funeral.
¿Quieres saber por qué? Porque en ese momento estaba fuera de mí, estaba tan cegada de dolor y sufrimiento al no tenerlo a mi lado, que decidí irme con él, decidí suicidarme.