Distinction

04

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El aire me falta, la desesperación me supera.

Todo está obscuro, nada se puede ver, estoy rodeada de penumbras. 

«Tal vez estoy en una caja, —mi cerebro saca esa conclusión— tranquila, seguro no es nada grave» 

Pero al extender mis manos no palpo nada y me desespero, siento que la oscuridad me está asfixiando. Repetidas veces estiro mis brazos al frente y a los lados, y nada, mis pensamientos erraron no estoy encerrada en una caja. 

Siento un gélido metal debajo de mi cuerpo, seguro estoy acostada en una camilla. Intento levantar las piernas, pero están atadas, por lo tanto con cautela me desato, lo que supongo, son cuerdas. Una vez libre froto mis tobillos adoloridos, por la fuerza de las ataduras, y se me escapa un jadeo.

Bajo de la camilla y un intenso frío invade la planta de mis pies al momento de colisionar en el suelo, pero sigo caminando sin prestarle la mínima atención. Alcanzo la primera pared y camino pegada a ella para guiarme y conseguir la puerta, cosa que me lleva bastante trabajo, por la extraña manilla que posee, es casi imperceptible.

Luego de hacer mil intentos logré abrir la puerta, pero no hubo diferencia alguna, seguía tenebroso con un aire glacial que te congela hasta los huesos. Prosigo mi andar apoyada a las paredes, con precaución por lo que puede estar escondido en la oscuridad.

El pasillo es bastante largo, o puede que yo esté caminando muy lento, tardé bastante en encontrar un acceso al primer aposento. Hay un poco más de claridad, apenas y puedo ver algunos objetos, es muy pequeña y está vacía, a excepción de una mesita ubicada en un rincón.

No me molesto en revisar, simplemente no quiero desperdiciar mi tiempo. Sigue mi travesía por el pasillo y me paralizo al escuchar el estruendo de una puerta cerrada con ímpetu, de repente pequeñas gotas de sudor frío hacen acto de presencia y el pulso se acelera, casi ni respiro. 

Despacio ingreso en la primera puerta que encuentro y me esconde de cuclillas en un closet, ocultándome entre las prendas de vestir. Pasos resuenan por todo el recinto y mi respiración se detiene, una risa perspicaz llena de gozo sale desde el fondo de la garganta del intruso. 

—¿Qué te he dicho de jugar las escondidas? —Ríe con sorna— ¿Enserio te crees tan inteligente para engañarme?

Los sollozos me ahogan, pero trato de no hacer ruido. Escucho sus pasos cada vez más cerca, estoy perdida, él volverá a lastimarme de nuevo. Lo sé. Mi mente está llena de argumentos pesimista que solo logran desesperarme al saber lo que me espera, la paciencia no es uno de sus mayores atributos.

—Vamos maldita mocosa, sal de donde estés y ahorrémonos tanto trajín —grita— No tengo tanto tiempo como para desperdiciarlo contigo y tus niñerías. 

Abre la puerta del closet y parezco una regadera con la cantidad de lágrimas que caen, pero milagrosamente no me ve. Menuda suerte. Escucho los pasos alejarse y espero un buen rato, para pasar el susto y en parte para no llevarme desagradables sorpresas. Voy a salir cuando esté completamente segura de que estoy a salvo.

Han pasado como 30 minutos encerrada en el closet y no se ha escuchado ningún otro ruido, por lo que salgo aun asustada por ser pillada. En este punto diría que cuidado se ha convertido en mi segundo nombre, luego le sigue miedo.

Llego al pasillo y no veo nada, ni percibo la presencia de nadie, está desértico. El silencio es arrollador, solo se escuchan los grillos a los lejos y el suave ulular de los búhos, pero a este punto ya nada podría detener mi andar. Un grito brota del fondo de mi garganta, uno que  solo dura  dos segundos porque rápidamente lo ahogo.

Busco al causante del grito encontrándome con un vidrio clavado en el talón del pie derecho. El dolor es intenso y para empeorar la situación se vuelven a escuchar pasos acercarse, extraigo el vidrio aguantándome el alarido y no ser atrapada. 

«¡¡Mierda, mierda, mierda!!» es lo único que mi cerebro puede formular, ni una miserable idea acude en mi auxilio.

—Le-Leah —me llama una voz femenina arrastrando cada una de las sílabas— ¿e-eres tú?

—Déjala —protesta la voz ronca de mis pesadillas— Estamos jugando a las escondidas, pasando un rato agradable.

No escucho más porque despavorida huyo a buscar donde esconderme, él no descansará hasta hallarme. No importa lo mucho que duela la herida, la adrenalina se encarga de ser una anestesia para mi padecimiento, solo pienso en correr y escabullirme por el más recóndito lugar, donde nunca pueda volver a encontrarme.

Alcanzo a llegar al final del pasillo y entro en la última puerta, y mi única esperanza, de librarme del atroz futuro que me espera. Decidida abro la puerta y cubro mis ojos al impactar en mis ojos una luz cegadora, tardo unos segundos en acostúmbrame a la claridad luego de tanta penumbra, cierro la puerta con pestillo asegurándome de que no pueda entrar nadie.

La pieza es pulcra, en todo el sentido de la palabra, decorada con un estilo minimalista muy poco estructurado, se nota que no pensaron mucho a la hora de elegir sus ornamentos. Este ambiente desatina total mente con el aspecto siniestro de lo que dejé atrás, aunque si soy sincera da un poco de terror no creo que exista una persona tan ordenada.



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En el texto hay: experimento, suspense, suspense amor

Editado: 13.09.2021

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