Ya vestida con un short deportivo, un top y sudadera, salgo a despejar un poco mi mente, olvidarme de las pesadillas y las absurdas conspiraciones. El día está fresco, el viento pega en mi cara haciéndome sentir libre. Mi cabello vuela con el viento y me río inconscientemente por lo bien que se siente el ambiente.
La ciudad no es tan grande y el cielo está algo opaco, las nubes grises son premonición de lluvia, y se pueden ver como abundan los géiseres. Algunas casas son bastantes extravagantes, alegrando la vista con colores llamativos, mientras que otras son más serias.
Coloco mis auriculares a todo volumen, sumergiéndome en la música, es tanta mi concentración que cierro mis ojos y cuando los vuelvo abrir estoy tendida en el suelo, con el trasero al adolorido.
Mierda.
Apago la música y veo una mano extendida hacia mí. Agradecida la tomo y me impulso para delante estabilizándome, sacudo mi ropa y reviso si me raspé las rodillas. Una vez segura de no poseer ninguna magulladura me vuelvo para enfrentar al desconocido.
—Lo siento, estaba distraída —digo mi disculpa.
—Tranquila, por lo que veo es muy común en ti —responde algo seco, aunque en sus ojos se vislumbra regocijo.
—¿Disculpa? —Indignada llevo mi mano al pecho— ¿Acaso tienes la costumbre de juzgar a desconocidos luego de estrellar te con ellos?
—Ni tan desconocidos —señala— ¿No lo recuerdas?
Mi cabeza da giros.
—¿De qué me debería recordar?
Pienso y pienso, buscando de donde lo conozca, pero ningún recuerdo acude a mí. Mi cara debe expresar mi confusión, puesto que el chico se dispone a hacerme recordar.
—Estabas en un jardín, esa vez también estabas distraída.
No faltó que ofreciera más explicaciones, ya sabía quién era. ¡Qué suerte la mía!, justo vengo a conseguir al chico lindo de Gerberoy, en donde, por cierto, pasé pena de la buena. Trato de no sonrojarme, pero creo que es inevitable, mis mejilla se sienten como fuego, y a juzgar por su media sonrisa él ya sabe que recordé.
Y en eso se prende un foco en mi cabeza, todo ocurrió muy parecido la vez pasada pero en un lugar y tiempo diferente.
«Esto no puede ser posible, —me digo al borde de la histeria— nunca antes había sucedido».
—Al parecer es ineludible seguir tropezándonos.
—O simplemente es una señal de que necesitamos estar más despiertos —señalo con obviedad.
—¿Quién sabe? El destino tiene una y mil formas de conspirar.
Tristan, ese es su nombre, es un chico bastante simpático.
—No creo en el destino
—Deberías —pareciera evaluar mi cara—, las mejores cosas siempre ocurren por el destino.
Ruedo los ojos y sigo mi camino, en mis audífonos se escucha Love me like you do Ellie Goulding y recuerdo una de mis escenas favoritas de 50 sombras de Grey. Empiezo a trotar ilusionada, imaginándome al sexy Jamie Dornan, y mi ensoñación abruptamente llega a su fin.
—¿Qué escuchas? —cuestiona tomando uno de los auriculares.
—Música.
—Vamos, no seas tan mala. Solo intento conversar, entablar una amistad.
Me detengo y lo veo fijamente sin creer lo que me dice. No es que sea imposible tener un amigo como él, pero me asusta. Es la primera vez que logro ver a una misma persona en días diferentes.
Aún así, con cierta angustia en mi interior, decido seguir hablando con él y tratando de apaciguar los sentimientos encontrados. Mientras estamos conversando me percato que su humor es algo seco, pero a la vez forzado, como si reprimiera lo que sus ojos tanto demuestran.
—Pero a todas estas, ¿Por qué la primera vez que nos vimos no me hablaste? —Interroga anonadado— juro que pensé que eras muda.
—Es que estaba… —no sabía que decir, ni de coña explicaría un “me quedé alucinada mientras veía tu belleza antinatural no proveniente de este mundo”— en shock.
—¿Qué?
—En shock —repito tratando de convencer, más a mí que a él—, estaba absorta en mis pensamientos y de la nada estoy en el piso, casi ni supe que ocurría.
—Ahhh, eso lo explica todo.
Al verlo satisfecho con la mentira siento que puedo respirar tranquila. «De la que me he salvado», pienso aliviada. Y así pasan 3 horas hablando sin parar, hay que ver que las horas vuelan cuando se está entretenido.
—¿Qué harás en la tarde? —pregunta cuando estamos a una cuadra del hotel.
—Aún no tengo nada pensado.
—Bueno… —se rasca la nuca— me comentaron que hay un sitio muy interesante por visitar, entonces pensaba invitarte para no ir solo.
—Me encantaría ir —exclamo sonriente— a las 4pm estoy lista.
Doy la vuelta he ingreso al hotel dirigiéndome a mi habitación, no sin antes pasar ordenando algo de comer. Me acuesto exhausta en la cama, concentrada en mi respiración, mi vista se fija en el techo y me siento aburrida.