Dlv (devuélveme la vida) (libro I)

Cambio de clase

Hoy me doy el lujo de levantarme más tarde, anoche mientras intentaba dormir decidí hacer lo mismo que Hannah y cambiar de clase, es lo más sano para mí y para la familia en general. Espero afuera del salón a que la clase termine, miro la puerta e imagino el infierno que están pasando detrás de ella. Ni siquiera me molesté en terminar sus apuntes, no los necesito. A la hora en punto los alumnos empiezan a salir del salón, me hago a un lado para que Ariel no pueda verme y espero a que el aula esté vacía. Mason viene hacia mí, me da un abrazo y me lleva con él con su brazo sobre mis hombros.

—El ogro te va a asesinar por haber faltado a su clase.

Me detengo y quito su brazo de mi cuerpo.

—Pedí mi cambio de clase.

Se ríe y menea la cabeza.

—Es imposible que lo acepte, casi no lo hace, pero suerte. Nos vemos al rato.

Besa mi frente y hago berrinche, si Ariel no firma la maldita solicitud no sé qué haré. Llevo dos días aquí y ya estoy muy estresada, no quiero imaginar lo que me espera. Camino de regreso al salón, la puerta está abierta y ahí está él leyendo algo con el ceño fruncido. Me da miedo entrar, pero necesito armarme de valor, tengo que hacerlo. Camino lentamente y sin mirar atrás, me detengo frente a su escritorio y dejo sobre él la solicitud. No le hace ningún caso así que se la acerco con el dedo índice, mira la hoja sin liberar el ceño y después levanta la mirada. No sé qué decirle. Toma la solicitud entre sus manos y sin titubear firma, genial. Cuando la tengo en mi poder me dan ganas de salir de ese salón y cantar Libre soy, libre soy... no puedo ocultarlo más. 

Me quito un peso de encima, él no pronuncia ninguna palabra y así mejor, no quiero escucharlo. Me regresa la hoja y suspiro. Voy rápido a la puerta antes de que se arrepienta.

—¿Tan pronto te diste por vencida? —pregunta y aprieto los ojos.

Mis pies se detienen al escuchar su voz. De pronto imagino que las puertas y ventanas se cierran solas y el cielo se vuelve negro y con relámpagos. Aunque suena tranquilo no me quita de la cabeza que en cualquier momento puede cambiar de humor, así como su hermana. Me doy la vuelta y aprieto los labios, él me mira fijamente como ayer cuando llegó a Hollis, pero esta vez sin ser tan indiferente.

—No puedo tenerte de primo y profesor. Es lo más sano para mí.

—Y si no fuera tu primo ¿te habrías quedado?

 Buena pregunta.

—No tendría otra opción, supongo.

Esperaba que hubiera una campal en este salón, pero no, estoy teniendo una plática normal con él. ¡Al fin estamos teniendo una plática de adultos!

—Suerte —dice.

—Gracias.

Frunce los labios, parece que le pesa que me vaya, pero no hay motivos para arrepentirme, lo dejo solo en su salón de clases y salgo corriendo de ahí. Siento que ese espacio llamado salón es el mismísimo purgatorio. Voy tarde a mi siguiente clase y cuando llego la profesora Tate ya está adentro escribiendo en el pizarrón, me da vergüenza tener que llegar tarde. Toco la puerta y me pide muy amable que entre, que diferencia. Mason levanta la mano y me señala el lugar vacío a lado de él, no dudo en sentarme ahí porque me agrada su compañía.

—¿Cómo te fue con el ogro? —pregunta en voz bajita.

—Firmó.

—¿En serio? Que buen logro, muy bien hecho.

Levanta la mano para chocarlas conmigo, le sonrío y pienso en lo mucho que me gusta estar con él, quizá sea un buen amigo, pero no quiero decirle mi parentesco con Ariel, no tiene caso mencionarlo además es muy rápido. Mason no se despega de mí ni un segundo, y no me molesta ni me incomoda porque no quiero estar sola y parecer un ratón abandonado que no encuentra su lugar en el mundo.

En el almuerzo nos sentamos juntos y paga mi consumo, me siento avergonzada y le advierto que yo pagaré la siguiente, él es muy buena compañía y no deja de hablar y mirarme como si yo fuera la única persona en este mundo. A veces me intimida. A la hora de mi clase favorita —ingles— me siento en la butaca de enfrente para no perderme de ningún detalle, el profesor Graham es muy bueno y entretiene con sus argumentos. Estoy tan emocionada que no quiero voltear a ningún lado, alguien me hace llegar un pedazo de papel y lo pongo debajo de mi carpeta. Lo abro hasta que culmina la clase.

*Hola*

Me pregunto quién se habrá tomado la delicadeza de mandarme un mensaje tan significativo, creo que no saben que ahora existe WhatsApp o Facebook. Alguien me agarra el trasero y volteo dando un salto, una chica rubia se ríe como si hubiera hecho cualquier broma a cualquier persona, me sonrojo y me acomodo la mochila.

—¿Tú lo enviaste? —le pregunto.

—Estaba muy aburrida. Soy Sara.

—Emma.

—Genial, Emma ¿tienes prisa? podemos tomar un café y ponernos al día.

Vaya, parece que en este lugar la efusividad es un requisito. Ella camina a mi lado como si me conociera de toda la vida y creo que me agrada. De pronto se detiene y hace una mueca de desagrado cuando ve a Hannah, rodea los ojos y decide alejarse. Mi prima llega hasta a mí manoteando.




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