Capítulo 15. ¿Soy una Aqua?

Bruno miraba a María divertido. Sin duda no se arrepentía de haberle dado la oportunidad de ir primera. Nunca lo iba a conseguir, y ver las caras de concentración y los extravagantes gestos que realizaba para tratar de lograrlo era todo un espectáculo. Esa chica le estaba alegrando la mañana, era verdaderamente graciosa.

La joven ponía todo su empeño, pero nada. Finalmente se dio por vencida, quizá era una Ventus. Tenía que serlo, era su única esperanza.

De pronto, un chorro de agua salió del pozo y la empapó. Todos se rieron, pero ella estaba feliz. ¡Lo había logrado, era una Aqua! Sentía tanta felicidad que no pudo reprimir un pequeño gritito de emoción.

—Vaya, parece que esto es lo tuyo —se burló Claudia junto a su hermano quien miraba a María por encima del hombro.

Entonces lo comprendió, no lo había conseguido. No era una Aqua. Lo había hecho Claudia para reírse de ella. Todos seguían a plena carcajada mientras la señalaban y cuchicheaban.

No aguantó más y salió corriendo por el pasillo. Eso no era para ella, no podía seguir así. Lo mejor era volver a su casa junto a sus padres, sus amigos y su colegio para gente normal y corriente como ella. No pertenecía a este lugar, y nunca lo haría.

—¡Basta! Señorita Calonge, eso ha estado fuera de lugar —reprimió el profesor.

—Perdone señor Quemada, solo quería darle un pequeño empujoncito para ver si la ayudaba a lograrlo —dijo con una voz angelical, lo que provocó de nuevo las carcajadas del resto.

—Bruno, vaya a buscar a su compañera y tráigala de nuevo a mi clase—ordenó el profesor—. Dígale que si no vuelve hablaré con la directora para que la expulsen inmediatamente. No puede salirse así como así de una clase. Es una falta de respeto.

Bruno sabía perfectamente que mandarle tras María era la forma que tenía el profesor Quemada de castigarle por su comportamiento de antes, pero esta vez acató la orden.

—¡Eh, tú! Ven, espera —le gritó a la chica tratando de alcanzarla.

María frenó en seco, ¿Bruno la había seguido? Una especie de cosquillas comenzaron a surgir en su estómago. Vale, no se sabía su nombre, pero le importaba lo suficiente como para salir tras ella. O al menos eso era lo que ella pensaba.

—Venga, no hagas caso a Clo. Ella es así con todos, no te lo tomes de forma personal y vuelve a clase con el resto —dijo el chico tratando de sonar amable.

María no estaba haciendo mucho caso a sus palabras. Sólo miraba los ojos azules del joven. Se sentía completamente embelesada por él.

—¿Hola?

—Perdón, estaba en otras cosas. No es solo Claudia, es todo. No consigo adaptarme a ninguno de los grupos. Quizá mi magia no termine de surgir nunca —respondió la chica desviando la mirada hacia el suelo.

El joven la miró. Por alguna extraña razón le provocaba mucha ternura, y en ese momento mucha lastima también.

—No es fácil para todos. Cada uno tiene su tiempo de aprendizaje. No sé, podrías pedirle a alguien que te ayude.

Bruno se sorprendió a sí mismo. Estaba siendo muy amable con ella, y no era lo habitual en él.

—¿Harías eso por mí? —preguntó ella ilusionada.

Bruno se quedó en silencio. En verdad cuando le había dicho que pidiese ayuda no se refería a él, sino a algún amigo que ella tuviese. Torció la boca. No sabía si tenía muchas ganas de invertir gran parte su tiempo en eso. Además, sabía que sus amigos se burlarían de él, sobre todo Nate.

—¿No hay alguien más que te pueda ayudar?—preguntó el chico tratando de no sonar borde.

—Sí... Claro, no hay problema.

El joven en seguida notó que la chica le estaba mintiendo, y sintió demasiada pena por ella.

—Está bien, te ayudaré, pero lo mantendremos en secreto, y si veo que no te esfuerzas se acabó el trato —le advirtió el Domador.

—Vale —respondió ella con la mayor de sus sonrisas.

Estaba realmente emocionada, y no solo por aprender cosas acerca de la magia y descubrir cuál sería su grupo, sino porque ¡Bruno iba a ser el encargado de ayudarla en ese proceso!

—Ahora volvamos dentro —dijo el chico caminando de nuevo hacia el aula.