La preciosa bebé, poco a poco se fue quedando dormida, sobre mi pecho. Empecé a arrullarla con aquellas canciones, que le cantaba a Mía Sofía, cuando era bebé. Una sensación de temor me asalta, al recordar aquellos estudios ginecológicos que acabo de hacerme. Estuve con algunas molestias y decidí ir al doctor, cuando me auscultó y me habló de que eran necesarios, francamente me asuste y un mal presentimiento, se apoderó de mí.
Aunque no tengo pareja, sueño con algún día ser madre, como lo hace toda mujer.
Ese rico olor a bebé, arropa todos mis sentidos y dejo que aquel instinto maternal, salga a flote.
¿Cuál será tu nombre, linda bebé?
—¿Cómo hizo para que dejara de llorar? —pregunta una mujer de pie, desde el umbral de la puerta. Justo detrás de ella se encuentra el animal aquel.
—Estaba llorando por dolor —dije convencida.
—¿Cómo lo sabes? —pregunta el innombrable.
—Tenía cólicos, pasa porque no le sacan los gases después de comer —respondo sin mirarlo —asegúrense de hacerlo y si vuelve a pasar, pon una toalla tibia sobre su abdomen, eso la ayudara. Igual sería bueno que la vea el pediatra —agregué.
Me pongo de pie y la regreso a la cuna, para que siga durmiendo. Intento que el tono de mi voz sea bajo, para no despertarla.
—Si ya lo llamé, ¡gracias! — dice el tipejo ese.
—De nada — respondí, mientras avanzaba a hacia la puerta, tuve que pasar justo a lado de él, ya que estaba en el umbral de la misma.
—Mi chofer la llevará —declara.
—Puedo tomar un taxi o llamar un uber, no es necesario —dije.
Continúo mi avance, pero su voz me detiene.
—Espere, necesito cancelarle sus servicios —agregó.
A no, yo estoy enojada con él, pero con el dinero no, que me de mi plata, que bastante me surré, para ganarla. Me volteo a mirarlo y asiento con mi cabeza, en señal de respuesta.
—Por favor sígame —dice aquel hombre, sin dejar de mirarme.
Hago lo que pide y lo sigo por un extenso pasillo. Abre una puerta y llegamos a una especie de despacho, en donde todo es elegancia.
Hay un escritorio de roble, con finos acabados y un librero repleto de libros, que dejan ver que quien ocupa este sitio, es una persona que ama la lectura.
—Siéntese, por favor — dice señalando unas sillas, que están frente a su escritorio.
—Estoy bien de pie —respondo, con cortesía, pero con un tono de voz que denota molestia.
—Todo estuvo delicioso—dijo, mientras tomaba lo que deduzco es una chequera y escribe en ella —La recomendaré en mi círculo social —agrega, mientras me entrega el cheque.
—Recomiende al restaurante, no a mí.
—Prefiero recomendarte a tí —dice en un tono grave, que acaba de erizar cada vello de mi piel.
—Insisto, recomiende al restaurante —Podría por favor informarme, que le dice el pediatra —dije cambiando radicalmente el tema.
—Si quiere puede esperar que venga, luego de eso mi chofer puede llevarla.
Dudo mi respuesta, por un momento.
—Está bien —dije, sin pensarlo —¿Cómo se llama su hija?
—Ámbar y no es mi hija, aunque si todo sale bien lo será, al menos legalmente. Esa muñequita, es mi sobrina, es la hija de mi hermano y de mi cuñada, quienes fallecieron hace un par de meses.
—¿No tiene papás? —dije, casi en un hilo de voz.
—No, no tiene —responde.
Aquella declaración hizo que mi corazón se arrugara, es tan pequeña, tan indefensa, tan vulnerable, que sentí una profunda tristeza por ella.
—Señor ya llegó el doctor —dice la mujer, que entro junto al innombrable a la habitación, donde yo estaba con la bebé.
—Gracias Milena —responde, el tipo.
—Vamos —agrega, dándome la oportunidad de salir primero.
¿Qué rayos haces Juana?
Regreso con él a la habitación de la bebé, y nos encontramos allí al médico examinandola.
—Hola Will —saluda el médico en tono cortés, quien es un hombre joven y de muy buen parecer.
—Hola Tomas — contesta el innombrable.
—¿Cómo hiciste para calmarla? —pregunta concentrado en la bebé.
—Lo hizo ella —responde el patán —haciendo un gesto con su cabeza, para señalarme.
El médico voltea y me mira, mostrando casi de inmediato, una sonrisa coqueta.
—¿Y usted es…? —dice con voz seductora.
—Juana López —respondo, de forma amable —La bebé tenía dolor, así que le puse compresas de ayuda tibia, para aminorar la molestia y luego se durmió.
—Vaya, hermosa e inteligente —dice volteando a ver a la bebé, pero sonriendo con galantería.
Un carraspeo de garganta, llama nuestra atención y las miradas se posan en el idiota, que por alguna razón, parece molesto.
—En efecto, son cólicos. Debes tener más cuidado y sacarle los gases —dice mirando con severidad, a la mujer cuyo nombre es Milena.
—Lo siento yo… —No volverá a pasar —responde, seria.
—Ciertamente fui yo, el último que la alimentó —responde Will.
—Pues lo mismo para tí —dice el doctor —Tal vez la señorita aquí presente, les pueda dar clases, de seguro tiene experiencia —¿Tienes hijos? —pregunta el doctorcito, que a cada minuto, me cae mejor.
—No —respondo risueña.
—¿De dónde es la experiencia, maternal? —agrega, ignorando que no estamos solos.
—Tengo una sobrina, a la que ayudé a criar —declaro —Bueno con permiso, ya se que la niña está bien, me retiro —termino diciendo.
—Si gustas te puedo llevar, esta muñequita se quedó en los brazos de morfeo y vamos a dejarla allí —dijo el coqueto, doctor.
—No es necesario, yo la voy a llevar —responde el patán.
¡¿Y quién le dijo a él, que yo quiero que me lleve?!
—Disculpe señor —dije haciendo énfasis en la palabra "señor" —pero prefiero irme con el doctor, usted no debe dejar a la niña sola.
—Entonces te lleva mi chofer —replica él.
—No se moleste — respondo.
Entre menos tenga que agradecerle a ese animal, mucho mejor.
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Editado: 02.01.2024