Donde nacen los lirios

Capítulo 28: Felicidad.

 

Capítulo 28: Felicidad.

Hubo felicidad en los rostros de los presentes, pero también tristeza y desolación. Kim había llegado a creer que Ian era su príncipe azul, especialmente cuando se comportaba tan amable y caballeroso. Cuando los policías se lo llevaron él iba con la cabeza agachada y ella tuvo deseos de llorar. Porque lo había querido con todo su corazón, pero él no resultó ser nada de lo que pensó. Cuando el del juicio terminó se despidió y salió de ahí sabiendo que, después de todo y pese al dolor, testificar contra él había sido lo correcto.

Sarah se acercó a Megan sonriendo. La abrazó y permanecieron así un par de minutos. Algo se desató en el interior Megan y sus ojos se anegaron de lágrimas, pero no eran de alivio, eran causadas por una angustia que oprimía sus costillas. No entendía por qué se desataba ese sentimentalismo extraño en ella.

—Me alegro mucho que todo haya salido bien—Dijo Sarah.

—Yo también. Gracias por estar aquí—Susurró viéndola a los ojos.

Sarah dejó de sonreír y sus cejas se arrugaron cuando distinguió el camino brillante de lágrimas en las mejillas de Megan y la expresión en su rostro.

—¿Qué pasa?

—A veces me pregunto si he recibido lo suficiente por mis actos. Es decir, Ian va a ir a un consejo tutelar y esos sitios son horribles, y yo...—Se mordió el labio inferior como si quisiera despedazarlo—Fui muy mala contigo, pero tu estas aquí.

Sarah tomó su mano.

—Cuando me acerque a ti llegué a pensar en vengarme, nunca pude hacerlo y lo agradezco porque pude encontrar en ti a una chica que estaba tan sola como yo y en la cual hallé a una amiga verdadera. Sé que somos muy diferentes pero estoy feliz de conocerte, Meg.

—Y yo—Se limpió las lagrimas con el dorso del brazo y sus ojos se iluminaron—Ay, Sarah, tengo tanto que contarte—Se sentía en parte como si no hubiese sido por completo honesta con ella y de pronto le asaltó la necesidad de platicarle todo sobre ella.

—No te preocupes—Siempre sospechó sobre su vida, pero por alguna razón prefirió no hacer ni una sola alusión al respecto, ni una sola pregunta; porque entendía que hay cosas que son muy difíciles de contar y que requieren tiempo para poder ser asimiladas—Podrás contarme lo que quieras después, ahora solo sonríe.

El alivio se expandió en Megan, pero duró poco. Eileen se acercó a ella para felicitarla y para su sorpresa la abrazó de pronto. Entendió que era algo de sangre, que estaban acostumbradas a ser muy abiertas con las muestras de afecto.

El abrazo de Eileen le removió todo por dentro.

Tendría que estar feliz pero cerró los ojos y detrás de sus parpados sintió las lágrimas emerger, picantes y calientes.

<<No llores. No llores>>

Keythan estaba ahí, Sarah estaba ahí. Incluso el raro de Noah. Era como si...Fuesen su familia. Una real y verdadera que acababa de encontrar. Se preocupaban por ella y le prodigaban respaldo. Sin ellos, ese día, se habría sentido terriblemente sola. Pero no era el caso. Estaban con ella.

Pero su madre, la mujer que la había tenido en sus entrañas durante nueve meses, no. Se encontraba a miles de kilómetros de distancia, en una isla desierta, aprendiendo las costumbres de los nativos, nadando en el mar y haciendo fogatas de noche ante el cielo estrellado.

Las lágrimas punzaron aún más ácidas. Apretó los ojos. Percibía los brazos de Eileen rodeándola por los hombros y su mano acariciando su cabello. Olía cálida, maternal, a rosas frescas.

<<No llores. No llores>>

Algunas veces se preguntaba cómo sería su vida si no hubiese tenido una madre. Ni un padre. Si la hubieran botado a un basurero siendo una recién nacida. Si hubiese crecido en un hospicio o en una casa de acogida.

La respuesta a la que llegaba invariablemente era que no habría mucha diferencia.

La ausencia de su mamá era más notable que su presencia y la quería, porque la sangre la llamaba, pero la mayor parte del tiempo eran como dos desconocidas y aunque por fuera sonreía, por dentro lloraba.

Pero también hasta cierto punto estaba equivocada. Su mamá nunca la abandonó. No físicamente. (¿Cómo podría vivir alguien después de arrojar a su basura a su bebé? ¿Cómo podían existir seres tan desalmados?).

Aunque entre ellas nadaba un enorme desapego emocional y un abismo de silencios y preguntas, de alguna forma se mantenía en su vida. Como un fantasma, pero existía.

Probablemente el dinero era el principal gancho que afianzaba su relación. Porque sí, se acostumbró a tener lo que quería y los objetos le daban una ilusoria sensación de seguridad. Pero nunca hubo amor, un beso dulce, consejos, disciplina cariñosa o un abrazo reconfortante e intimo como el que Eileen le estaba dando.

Su madre era la espina que perforaba su corazón día y noche. ¿Podría algún día enterrar su pasado y comenzar un presente libre de temores? No iba a ser posible mientras la obscuridad de los recuerdos siguiera arañándola con sus garras y mordiéndola. No mientras Sebastián estuviese libre. Aun no había terminado. La denuncia de Ian era a penas un pequeño paso para salir del pozo.



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En el texto hay: adolescente, romance, drama

Editado: 19.03.2019

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