Capítulo 22
Julieta.
Nunca pensé volver a decir esas palabras. Desde que tuve. Ya que el trabajo era mucho y con Alex. Sabíamos que ellos dos para nosotros era suficiente, ya que el tenia a Ariel. Tres hijos son suficientes ¿No?
Los chicos ya están grandes y no sé si mi salud mental, esta para soportar bebes.
-¿Estas segura de eso?-Pregunta mi amiga, tomando mis manos con delicadeza.
-No lo sé, pero para eso vamos a necesitar una prueba de embarazo.-Digo en un susurro para que solo ella me escuche, no me sorprendiera que Carlos este escuchando.
-Vamos entonces. Busco las llaves del auto.-Dice ella.
Da un último apretón de manos, y se va hacia la habitación.
Yo fijo mi rumbo hasta la sala de estar en donde la espero, nada grata fue mi sorpresa al ver a Alexander ahí.
El sintió mi presencia y dejo lo que estaba haciendo, para mirarme.
-¿Estas bien?-Me pregunta.
Tengo unas ganas inmensas de golpearle y llorar. ¿Cómo me pregunta si estoy bien? Él sabe perfectamente la respuesta.
-Si tan bien.-Digo sarcástica rodando los ojos.
El mira para otro lado y acomoda su cabello canso.
-Pensé que ya habíamos pasado la parte de odiarnos. Hace unos 19 o 20 años.-Dice chistoso, con su usual sonrisa.
Antes me enamoraría de esa sonrisa. Pero ahora solo me da rabia.
-Yo pensé que me amabas y no es así.-Escupo enojada.-Ya ves, ambos pensamos cosas que no son.
La sonrisa burlona, se borra de su cara. Y me mira enojado, se acerca a mí y me acorrala contra la pared de madera.
Su respiración estaba muy cerca de la mía, si me movía un poco podría rozar nuestras narices. Mi corazón comenzó a palpitar como loco. Sé que el sigue provocando el mismo efecto en mí, la mismas ganas de besarlo. Y él también lo sabe, y eso me enoja más.
Así que con brusquedad lo empujo.
-Estoy grandecita, como para pensar en ser la segunda opción de alguien.-Lo miro con tristeza, decirle esto me duele más a mí, que a él.-No quiero que me rompas el corazón. –Susurro con los ojos rojos.- No puedo permitirme amar con toda el alma, a alguien que no me ama.
Él estaba por decirme algo, pero justo en ese momento Ada llego. Quien nos mira extrañada, rápidamente seco una lagrima que resbalaba por mi mejilla. Salgo del lado de Alexander, sin siquiera mirarlo.
-Vamos.-Le ordeno a Ada.
-¿A dónde va?-Pregunta el.
Lo miro y ruedo los ojos, camino hasta afuera de la casa. No quiero verlo, ni siquiera hablarle.
Ada no tarda en seguirme.
-¿Qué pasa entre ustedes?- Pregunta con preocupación.
-Nada.-Suelto.
Fuimos hasta su auto, ella no dijo nada más. Solo empezó a manejar rumbo a la farmacia.
-¿No piensas decirme que paso?- Pregunto después de varios minutos que estuvimos callada, creo que estaba tan preocupada que ni siquiera encendió la radio.
- No sé cómo decirlo…
Las palabras quieren salir, pero simplemente no puedo. Siento que tengo un nudo en la garganta que no me deja respirar, El solo hecho de pensar, me duele me parte el alma.
-Es mejor quitarlo de tu sistema ahora.-Me recomienda ella.-No quiero que te haga mal, el que te guardes las emociones no sirve, solo lo empeora.
-El…-Rompo en llanto antes de poder decir algo. Ada frena el auto de golpe. Por suerte no había nadie atrás nuestro.
Se quitó el cinturón y me abrazo, con fuerza. No sabía que necesitaba este abrazo hasta que me lo dio.
No sé cuánto tiempo me quede llorando en sus brazos. Mi amiga tiene ese no sé qué, que me calma y me hace estar bien.
Cuando pare de llorar y gimotear. Ella se separó y me seco las lágrimas.
-¿Estas más calmada?-Pregunta.
-Si.-Respondo.-Gracias, por ser mi cable a tierra.-Digo apretando su mano.
-Gracias a ti. Por ser mi constante, en un mundo de variables.-Dice devolviéndome el apretón.
La hermana que no me dieron mis padres, la vida me la trajo. Callada, tímida y embarazada, así fue como conocí a mi hermana, a la persona que más confianza le tengo.
-Hace unas semanas, capaz que hace un mes. El llego tarde del trabajo, no le tome mucha importancia porque sabía que estaban muy cargados. Pero un día lo fui a levantar para que fuéramos todos juntos de compras, y él estaba muy dormid. Tanto que no puso su ropa en el cesto como siempre hace y solo lo dejo en el piso. Me puse a recoger todo y ahí fue cuando vi, la camisa estaba manchada de labial, rosa pálido. Yo no uso ese color, no va con mi tono de piel.
“Así que empecé a hacer cálculos, días que venía tarde. Ya no se emocionaba con los temas de la boda. Pero pese, “No puede ser el me ama, debe hacer una explicación. Aparte su secretaria es lesbiana, no hay forma.” Pero lo que yo no sabía que es que su secretaria tenía licencia de maternidad, y en su lugar su estúpida hermana estaba ahí. Y como no, tenía ese horrible labial rosa pálido.
Ella me miro con una cara de perrito mojado, ugg tenía tanta rabia. Pero hice lo que toda mujer haría, la mire, saque mi labial rojo mate y me pinte los labios frente a ella. Haciéndola saber que sabía de su engaño. Y pase como si nada a la oficina de mi esposo.
Le dije a Alexander, que teníamos que hablar que ya sabía todo y en la casa lo esperaba.”
-Entonces ¿Alexander te engaño?-Pregunto enfurecida.
-Sí, él ni siquiera me explico eso. El me confeso otra cosa, que no es peor. Pero igual de dolorosa.-Pensar en eso, también me dolía.
Las cartas de él escritas para Ada, era como una daga clavada en mi corazón. Dolía tanto, ¿Por qué si amaba a otra? ¿Me hizo penar que a mí me amaba más?
-¿Qué te confeso?
-Me dijo que te había escrito cartas de amor.
Decirlo me quemaba por dentro, me hacía sentir mal.
No entiendo como alguien a quien amaste tanto, te puede tratar como una mierda.
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Editado: 17.09.2021