Capítulo 69.
Capitulo final.
Ada
— ¿Empacaste todo? — cuestiono a mi marido.
Carlos me mira mientras mastica su sándwich. Con la boca manchada de mayonesa y esa cara de perdido en sus pensamientos, me hacer acordar mucho a Brandon. Es impresionante como se parecen, con esa sonrisa y ganas de comerse al mundo.
— Si— responde con la boca llena.
Suelto una risa.
— Ven aquí — lo tomo de la mandíbula y con una servilleta. Limpio la comisura de su boca. — ahora pareces un hombre y no un niño.
Una sonrisa se plasma en su rostro. Se inclina y me da un beso en mis labios.
— Pero soy tu hombre — dice con una sonrisa pícara.
— Oye, nos centremos en lo importante — digo ignorando sus insinuaciones.
—Sí ¡Viaje por nuestro aniversario número 29! — grita emocionado.
Luego toma mis mejillas con fuerza, y besa mis labios en un fogoso beso.
— ¿Emoción por el viaje? ¿O por tener una esposa por veintinueve años seguidos?
Acaricia con sus manos mis mejillas. Haciendo un vuelco en mi corazón.
Es impresionante como los sentimientos no se acaban con los años. Sino que se intensifican.
Dicen que los matrimonios después del quinto año pierde la magia. Los besos no son los mismos, las charlas tampoco, la rutina se vuelve pesada y monótona. El sexo, es algo casi inexistente. Y por no hablar de las infidelidades, que son las causantes de que muchos matrimonios fracasen.
Pero ese no fue nuestro caso, los besos siguen siendo más apasionados y amorosos. Las charlas son mejores, llenas de chismes y confianzas. Nuestra vida nunca es igual, llena de alegrías y de visitas inesperadas de nuestros hijos y nietos. De noches dinámicas y divertidas. Y el sexo, nunca me quejaría.
— ¿Hola? Tierra llamando a Ada — dice Carlos pasando una mano por mi cara.
— ¿Qué? Perdón me quede pensando — contesto. Beso la mano que sigue en mi mejilla.
— SI, ¿En qué pensabas? ¿En lo sexy que soy desnudo? Porque si eso, puedo mostrarte así tienes un ejemplo visual.
Solté una carcajada.
— Pensaba en lo afortunada que soy.
— ¿Por verme desnudo? — pregunta levantando y subiendo las cejas.
Lo empujo con mi mano, mientras se carcajea.
— No, tarado — tomo su mano. —Por haberte conocido. ¿Quién diría que un cliente fuera el amor de mi vida?
—Candy, yo lo sabía. Yo sabía que eras la mujer de mi vida. No le tuve miedo al éxito.
Esta vez es él quien me besa. Sus manos pasan de mi cara hasta mi cintura. Con un rápido movimiento me hace levantarme de la silla. Mientras nuestros labios siguen unidos.
Él también se para, me toma por las piernas haciendo que sin darme cuenta enrede las piernas en su cadera.
— No te vas a quebrar, abuelo — me burlo riendo.
Aprieta mis nalgas, haciendo que su entrepierna roce con mi zona.
— Te mostraré que tan abuelo soy — fanfarronea. Mientras me lleva hasta nuestra habitación.
Pero cuando llego hasta las escaleras. Se dio cuenta de que era demasiado, así que me llevo hasta el cuarto de invitados.
***
El sol cálido en mi rostro, el viento fresco removiendo mi cabello. El olor de la brisa marina.
Una mano tibia enlazada con la mía. Mientras lo escucho hablar de lo maravilloso que es este lugar.
— Mira, podemos nadar desnudos allí — señala el mar.
— Shh, hay niños presentes — lo reprendo.
— ¿Qué? Ahora los padres les dicen a sus hijos como vinieron al mundo — comenta riendo — aparte dudo, que el decir que quiero hacerte el amor hasta que mis huesos no den más. Sea malo
—Eres un tarado pervertido, pero te amo — digo dando un beso su mejilla.
— Te amo más — dice besándome.
Nos pasamos casi una hora caminando por las hermosas calles. Hasta que Carlos se quejó de que tenía mucha hambre. Así que decidimos entrar a un hermoso restaurante.
— No sé qué elegir, se ven tan apetecibles — comento mirando el variado menú.
— Vos te ves apetecible con ese vestido…
Mis mejillas se sonrojan con rapidez.
— No seas payaso, estamos hablando de comida.
—Y yo quiero comerte a ti. Así que técnicamente hablamos de comida.
—Yo hablo de la comida, que se come — digo intentando no reírme.
— ¿Te olvidas cual fue mi postre anoche?
Si antes estaba roja, ahora siento que mi cara es el infierno. De lo caliente y colorada que la siento.
Mi esposo no hace más que reírse como loco, atrayendo la atención de varias personas.
— Dios, tu cara es épica — se burla. — No puede ser, que aunque hayan pasado más de veinte años. Mis comentarios subidos de tono tengan el mismo efecto en ti.
—Eso es porque me calientas más que el sol de verano — respondo con la misma picardía.
Su cara es de sorpresa total. Ya que no se esperaba una respuesta de mi parte. Aunque todavía sigo sintiendo calor en mi rostro.
— Eres perfecta Ada — suelta mirándome de una forma que me desarma por completo.
¿Qué tan buena fui en mi otra vida? Porque si no, no sé cómo hice para merecer semejante hombre.
— No sé si soy perfecta, pero siempre trato de ser mi mejor versión.
— Amo que seas así. Seré honesto, la mayoría de mis amigos están divorciados y con novias diez años más chicas que ellos. Y yo me siento tan afortunado, de llegar a casa y saber que estas allí. De mirar esos ojos verdes que me tienen enamorado, y ver que el sentimiento es mutuo.
Siento un nudo en mi garganta, quiero llorar, quiero besarlo. Sobre la mesa entrelazo mi mano con la suya, viendo nuestras argollas de compromiso.
— Yo estoy contenta y enamorada de la vida que hicimos. De la familia que formamos, de nuestros logros, de todo lo que hicimos juntos. Si miro atrás, no cambiaría nada.
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Editado: 17.09.2021