Dos Balas Para Claire

CAPÍTULO 4 — EXILIADOS

wKP5R4T.jpg

1

 

—Muy bien, llegó la hora de la verdad.

McKenzie se paró cruzado de brazos delante de Claire y de María. Sus hombres ya habían descansado lo suficiente, Dolan estaba repuesto y en apariencia, fuera de peligro mientras que el cochero nunca pareció correr riesgo. La mujer que fue a su encuentro podía darse por satisfecha. Solo debían tomar sus caballos y volver por donde vinieron, lo que les ocurriera después de tener que afrontar las pérdidas del atraco, ya no era su problema. De hecho, quedaba algo por resolver, el tema de lo que les tocaba. Claire lo miró y supo de inmediato a que se refería, volvió su atención a María.

— ¿Lo tienes?

—Claro que sí —metió dos dedos en su bota izquierda y tiró de un cordón. El camafeo apareció del otro extremo. Se lo entregó a Claire, quien lo examinó con atención. Al abrirlo aparecía el retrato de una mujer. No la reconoció, pero tampoco esperaba hacerlo. Claire lo puso en el piso, tomó una piedra y le dio dos veces con ella hasta romperlo, entre las tapas y la imagen apareció un cristal ovalado opaco, con una textura en relieve. Lo tomó entre sus dedos por el borde y lo elevó hacia el sol. Cuando los rayos lo atravesaron, un dibujo similar a un mapa apareció proyectado en la roca. La superficie parecía surcada por una línea que podría representar algo así como un río sinuoso y a los costados, un óvalo alargado de un lado y una montaña de doble pico del otro. María y McKenzie se lo quedaron mirando con cierta fascinación.

— ¿Reconocen el lugar? —preguntó Claire.

McKenzie respiró profundo.

—No. No tengo idea de lo que sea. Debiera tratarse de un mapa, podría representar un río, un ojo de agua y una montaña, pero no sé de un lugar en que las tres cosas aparezcan tan juntas.

Y ya comienzo a perder la paciencia, mis bolsillos siguen vacíos.

Dolan, que permanecía parado a un costado intentando recobrar el movimiento de su pierna, miraba de reojo la proyección. McKenzie lo increpó.

— ¿Y tú, niño bonito, ¿qué dices? Seguro has estado en un lugar como este. Creo que nos merecemos que nos digas dónde es luego de que nuestra nueva amiga te salvó la vida.

—Con gusto se lo diría, pero no me recuerda a ningún lugar conocido.

—Claro que sí, apuesto que estarías ansioso de hacerlo —señaló con ironía McKenzie. Luego miró a Claire—. Es tu turno, muñeca. Dime hacia donde iremos. Y si no está allí lo que buscamos, quizás esa sea tu última morada.

María se puso en alerta. Colocó su mano sobre la cartuchera.

—Aguarde, no puede hacerle nada, ya cumplió con su palabra como hicimos nosotros, ya es tiempo de que la deje ir.

—Señora, no querrá seguir tentando su suerte. Quite su mano de allí si no quiere lucir un agujero en la frente.

Los hombres de la banda estaban alineados y listos para recibir la orden de disparar, como siempre. Y también como siempre, el más preocupado en que eso no suceda parecía Quarry.

Claire se adelantó y puso su mano en el hombro de María.

—Descuida, estoy con ellos por mi voluntad. Recuerda que fui yo quien los sacó de prisión.

María no entendió nunca las intenciones de Claire, pero de algún modo creía que no podía tener un fin que la perjudicara. Quizás estuviese jugando con fuego, pero no parecía tonta.

—Pero está diciendo que, si no consigue lo que busca, te matará.

—Ya lo ha hecho una vez. No es tan grave. —Le guiñó un ojo sonriendo y fue hacia su caballo al que montó de un salto limpio. Miró a McKenzie aún con la sonrisa en su rostro.

—Vámonos entonces, no entiendo la demora.

La banda completa se fue a toda marcha por donde llegaron. Mientras se disipaba el polvo María seguía con una expresión de desconcierto, pero Dolan, en cambio, lucía una mueca pícara.

—No entiendo la gracia, ¿acaso descifraste la ubicación del mapa y no se las diste?

—No es un mapa, están mirando mal.

— ¿Y por qué no se los dijiste? Si tanto te interesa la vida de Claire, era algo relevante, ¿no te parece?

—Claire lo sabía mejor que yo.

—No entiendo nada.

—Tampoco yo, pero esa chica ya no es tan inocente. Deberíamos dejar de preocuparnos.

María se cruzó de brazos y lo miró con seriedad.

—Sin embargo, te vi muy preocupado por ella hace un rato.

Dolan lanzó una carcajada.

—No es para que te pongas celosa, la veo como una hermana menor.

María no pudo evitar que se enrojecieran sus mejillas, abrió la boca con desmesura.

— ¿Celosa? ¡Eres un idiota creído!

—Ya hablaremos de eso, no hago lo que debería ahora porque no me sobra sangre, ya sabes.

La mujer se giró hacia el cochero para no mostrar más su evidente molestia.

—Sr. Clark, ¿podemos irnos? ¿Puede cabalgar?

—Sí, señorita. ¿El señor ya está en condiciones?

—Supongo que sí, de lo contrario lo dejaremos que se desangre en el camino, no es nuestro problema. —Dolan volvió a reír, tenía a María en su bolsillo, aunque no sabía realmente qué sentía por ella. O por Claire, su enigmática salvadora. Montó su caballo con esfuerzo.

—No podemos regresar a El Charco. María, recuerda que ya no tenemos lo que debemos devolver como parte del trato con Osman, acabas de entregárselo a la banda.

—Era tu vida, o más bien la de todos, por esa chuchería. No teníamos alternativa.

—Pues ahora nos quedan menos opciones. Mira, tenía un trabajo estable en lo de Eldmon, tú también, aunque no fuese la gran cosa y no me causa gracia no poder volver. Pero algo me dice que no podemos hacerlo ahora o se las arreglaran para hacernos pagar lo que nos pasó. De hecho, Osman planeó el asalto y casi nos matan cuando nos dijeron que sería muy diferente. Algo limpio y sin daños.

— ¡Por todos los cielos! ¿Qué está diciendo, caballero? —exclamó el cochero.



#32757 en Otros
#4705 en Acción
#4537 en Aventura

En el texto hay: mistica, personajes sobrenatulares, weird western

Editado: 30.07.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.